Biyina Klappenbach, performer pionera
Está sentada en la barra, hablando con una amiga. Vestida con elegante tapado negro, cuello de piel blanco y las piernas cruzadas. "Mientras se prepara el desfile de mannequins vivants con modelos de vestidos y sombreros a la moda, Biyina Klappenbach y Marily Ortega Belgrano acuden al bar para saborear un copetín", dice el epígrafe de una de las fotos publicadas en la revista Caras y Caretas el 24 de julio de 1937. Las otras muestran grupos de mujeres con rostros apesadumbrados, tomando té con masas.
Esas imágenes revelan que ya entonces Biyina, bisnieta del general Bartolomé Mitre, se diferenciaba de la mayoría de las jóvenes de su generación. Nacida en 1904, no se casó ni tuvo hijos, y viajó a Europa para formarse con André Lothe (pintura) y Marie Kummer (movimiento). Regresaría convertida en una artista multidisciplinaria, pionera de la danza moderna y la performance en la Argentina. Así lo reconoce en estos días la galería Nora Fisch, que exhibe en BAphoto una serie de retratos realizados por Anatole Saderman, además de dedicarle una muestra compartida con Osías Yanov en su sede de Villa Crespo.
Su trabajo como escenógrafa, pintora, bailarina y coreógrafa había quedado en el olvido hasta que, hace tres meses, Alfredo Srur –director del Centro de Investigación Fotográfico Histórico Argentino– se encontró por casualidad con 22 fotografías originales y 62 contactos en la casa de un coleccionista.
Como no encontró demasiada información sobre su legado, convocó a la historiadora Paula Bertúa para indagar un poco más. Aunque según ella Biyina "compartió sus experiencia mundanas sobre el buen vivir y consumos culturales en las páginas de LA NACION, en columnas de opinión sobre ballet, música, pintura y fotografía" que aparentemente eran leídas por Xul Solar, en el archivo del diario fundado por su bisabuelo no se conservan más registros que la necrológica publicada en 1975 tras la muerte de su madre, Delfina Caprile.
"Es un ejemplo vivo de la unidad de las artes", escribió José León Pagano en El arte de los argentinos (1940). Y se sabe que fue ella quien dirigió en 1939 un ballet en el hotel Alvear del cual participó Amalita Lacroze, casada años más tarde con el empresario Fortabat, cuando era una adolescente que se presentaba en sociedad. Por ese entonces conformaba también el dúo creativo con Saderman, como lo harían décadas más tarde Liliana Maresca y Marcos López, para registrar performances de autoría compartida. Imágenes que, según Srur, transmiten "una especie de enamoramiento fotográfico".
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