Amores, traiciones y discusiones, en medio de un experimento ambiental de supervivencia de dos años, que era básicamente un prototipo para futuras colonias en Marte o la luna
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“Este es un momento increíble. Él futuro ha llegado” dijo a una videocámara Jane Poynter, con una sonrisa nerviosa, al ingresar a Biósfera 2. Segundos después, las compuertas se cerraron y, de repente, ella y los otros siete jóvenes voluntarios del experimento dejaron de escuchar los saludos eufóricos y los aplausos de la multitud que se había congregado a despedirlos. “¿No parece como si estuvieran yéndose a la luna?”, comentó una reportera, en vivo, desde afuera de aquel extenso y completamente sellado invernadero de 1,27 hectáreas. “Pues sí, o sea, estoy esperando que despegue o algo así”, le contestó, entre risas, su colega del canal de noticias.
Las fotografías y los videos del día 1 del experimento Biósfera 2 muestran a los participantes entusiasmados, nerviosos, pero, sobre todo, felices. Sabían que pasarían los siguientes dos años allí, en esa especie de terrario de cristal, en la mitad del desierto de Arizona. Pero seguramente pensaron que la experiencia sería más fácil. “Nunca se sabe lo que puede pasar cuando te encerrás a convivir durante dos años con otras siete personas”, recuerda, 21 años después, el participante Mark Nelson en el reciente documental “Spaceship Earth”, de Matt Wolf. El largometraje resume la experiencia de las cuatro mujeres y los cuatro hombres que convivieron en Biósfera 2.
Biósfera 2 no era un experimento social, pero, sin buscarlo, lo terminó siendo. En este ensayo ambiental, básicamente un prototipo para futuras colonias en Marte o la luna, se inspiró, años después, el holandés John de Mol para crear el primer Gran Hermano (1999), el programa de reality televisivo que fue un éxito rotundo en su país y no tardó en replicarse por todo el mundo, inclusive en la Argentina.
De proyecto ambicioso al fracaso total
Según el director de Biósfera 2, el ingeniero y ambientalista John Polk Allen, el objetivo del proyecto era comprobar si los humanos serían capaces, en un futuro, de mudarse a otro planeta llevándose consigo una especie de “Tierra en miniatura”. El proyecto fue diseñado de tal manera que quienes vivieran allí pudieran autoabastecerse en todo sentido. “Teníamos una selva tropical en miniatura, una playa y un pequeño océano con arrecifes de corales, una sabana, un desierto, un pequeño campo para agricultura y un hábitat humano, que era donde vivíamos”, detalla Poynter, devenida en ejecutiva aeroespacial, en una charla TED que dio años atrás.
La estructura de Biósfera 2 estaba totalmente sellada, por lo que la producción de oxígeno dependía de la flora instalada en el lugar. El piso era de acero y la estructura de las paredes y el techo de acero y vidrio. La empresa a cargo del experimento, Space Biosphere Ventures, también había seleccionado cuidadosamente la fauna que fue introducida. Había, entre esta, peces, cabras, gallinas y una gran variedad de insectos. “Era como crear una especie de Jardín del Edén en interiores”, rememoró en el documental Linda Leigh, una de las científicas confinadas.
Los problemas, sin embargo, no tardaron en aparecer. La producción de comida no era suficiente para las ocho personas. El grupo comía principalmente batata, la verdura que mejor crecía allí. “Comimos tantas batatas que me puse naranja”, comenta Poynter, entre risas. Ella y sus compañeros tardaron cuatro meses en hacer un pizza. La videocámara que llevaba consigo el biosferano Roy Walford, médico de profesión, retrató films y fotografías de sus compañeros cosechando el trigo para hacer la harina y alimentando y ordeñando a las cabras con cuya leche hicieron el queso de la pizza.
A la falta de alimentos, que hizo que los participantes perdieran peso, se sumó la falta de oxígeno. Biósfera 2 perdió 7 toneladas de oxígeno en 16 meses y sus humanos no lograban entender a dónde se había ido ni cómo recuperarlo. El oxígeno de Biósfera 2 bajó de 21% a 14.2%. “Subía un par de escalones y me detenía para volver a tomar aliento. Respirábamos el aire del otro, estábamos sofocados y muertos de hambre”, recordó Leigh hace dos años.
La salud de los participantes era monitoreada por el doctor Walford. Pero hubo un día en que el mismo médico dijo basta: no podía escribir ni tampoco entender lo que leía. Fue entonces que los encargados externos del experimento se vieron obligados a introducir extractores de dióxido de carbono y bombas de oxígeno desde afuera. También, en numerosas oportunidades, llevaron alimentos.
Cuatro mujeres y cuatro hombres encerrados por dos años
Hoy, los participantes cuentan hasta los minutos extra que permanecieron confinados dentro del inmenso invernadero. “Fueron dos años y veinte minutos”, dijo en una charla el astrofísico Taber MacCallum, ex biosferano. Al igual que puede observarse en cualquier edición de Gran Hermano, dentro de Biósfera 2 hubo romances apasionados y también discusiones acaloradas.
MacCallum y Poynter, hoy marido y mujer, se conocieron allí y se enamoraron. “Él era atractivo, pero fue su mente lo que me fascinó. Él, astrofísico americano, era excepcionalmente inteligente y amable. Taber fue mi mejor amigo y mi amante”, recordó su actual esposa durante una entrevista.
Las discusiones y los rencores crecieron al calor del hambre y la falta de oxígeno. Los participantes del experimento terminaron divididos en dos bandos y se acusaban unos a otros de robar y acumular alimento. Todo mientras continuaban trabajando a la par, intentando solucionar el faltante de oxígeno, cosechando alimento y criando animales.
“Me sorprendí de lo difícil que fue estar encerrada dos años. El desafío primordial es aprender sobre uno mismo, en el contexto de las otras siete personas con las que estás allí. Estar encerrado es una forma de estrés, un estrés subyacente, porque no puedes salir de esa situación -relata Poyter-. Hay toda una constelación de síntomas que ocurren cuando uno está encerrado. El estrés subyacente produce comportamientos con otros que no son necesariamente buenos. Una cosa que aprendí fue que las relaciones con las otras personas eran la clave. En el momento que las relaciones empiezan a ir mal, eso te destruye”.
El experimento concluyó en septiembre de 1993 y los medios no tardaron en catalogar a Biósfera 2 como un intento fallido, una inversión inútil. El argumento era que no fue posible contener el oxígeno y que en reiteradas ocasiones debieron introducir alimentos. Pero los investigadores a cargo y los mismos participantes consideran que se aprendió de cada uno de estos errores, lo cual era, básicamente, la idea del experimento. “Pudimos solucionarlo todo. Y no surgió ningún otro imprevisto. Las personas, en cambio, creo que no eramos tan arreglables. Nos volvimos un poco locos, creo”, contó, años más tarde, una de las participantes.
El regreso a la realidad, más difícil de lo imaginado
El día en que por fin volvieron a respirar el oxígeno de Biósfera 1 -la Tierra- los ocho participantes se llevaron grandes sorpresas. “El día que salí, estaba feliz de que iba a ver a toda mi familia, mis amigos. Por dos años había estado viendo a personas a través del vidrio. Todo el mundo vino a abrazarme, pero me alejé enseguida. Apestaban. Las personas apestan a desodorante y productos para el pelo. Nosotros teníamos productos para mantenernos limpios en Biósfera 2 , pero nada con perfume. No solo eso: perdí el contacto de dónde venía mi comida. La miraba y no reconocía de qué estaba hecha. Pasaba horas en los pasillos de los supermercados leyendo los componentes de los productos sin entender nada. La gente debe haber pensado que estaba loca”, contó, entre risas, Poynter en su charla TED.
El experimento volvió a repetirse pocos años después, con un nuevo grupo de participantes. Pero, al mes, Abigail Alling y Mark Van Thillo, dos miembros del grupo original, irrumpieron en el lugar a la madrugada y forzaron las puertas, hasta romper el aislamiento de la esfera. Fueron arrestados por unas horas y, luego, afirmaron a los medios que lo hicieron por el bien de los participantes. La compañía Space Biospheres Ventures fue disuelta el 1 de junio. La misión acabó de manera prematura el 6 de septiembre de 1994, luego de que algunos de sus miembros decidieran abandonar el proyecto antes de tiempo.
Hoy, la estructura de Biósfera 2 se mantiene y forma parte de la Universidad de Arizona. Sus diferentes ecosistemas se utilizan con fines académicos, a la vez que su pequeño océano es utilizado para dar cursos de buceo.
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