Decía Einstein que la vida es como andar en bicicleta y que para mantener el equilibrio hay que seguir avanzando. Para pasar los cambios de forma segura, entre otras cosas, también.
De cadencia y cambios livianos
La cadencia es la cantidad de ciclos de pedaleada que se realizan en un minuto. Hay dispositivos que los miden de forma exacta, pero también podemos hacerlo nosotros mismos: basta con contar cuántas veces estiramos la pierna hábil por minuto. Cada vez que extendemos el cuádriceps se cumple un giro completo de la rueda. Podríamos también contar las vueltas en 15 segundos y multiplicar por 4, o en 30 y multiplicar por 2. El resultado siempre será la cadencia por minuto. Es bueno poder llevar una cadencia alta (por encima de 85 o 90 en llano) y, para esto, hay que arrancar usando cambios livianos. A medida que sumemos fuerza y nuestro cuerpo se adapte, con la misma cadencia podremos aplicar mayor resistencia (cambios más pesados) y, por consiguiente, ir más rápido. Como vimos en la edición pasada, los cambios resultan muy útiles para optimizar el desempeño según las circunstancias: para arranques, subidas, viento en contra (o simplemente para cuando no queremos hacer mucha fuerza), convienen los cambios livianos (platos chicos y piñones grandes; números bajos en los shifters). Para bajadas, viento a favor, sprints, los más pesados (platos grandes y piñones chicos; números altos en los shifters). Es importante tener claro que los cambios hay que pasarlos con antelación a la situación que los requiere, y siempre en movimiento (rodando). Si vamos a encarar una cuesta, por ejemplo, no hay que esperar a la subida para cambiar. Estaríamos forzando mucho la cadena, además de arriesgarnos a no llegar con tiempo a la relación que precisa la trepada, lo que puede concluir en bajarnos de la bici y caminar porque las piernas no aguantan.
La ventaja de una cadencia alta es que para cada ciclo de pedal no se debe aplicar tanta fuerza para producir la misma potencia. Para volvernos más eficientes arriba de la bici, debemos apuntar a mejorar nuestra cadencia. Para esto, lo mejor es arrancar con cambios livianos y entrenar mucho “la cadencia”: pedalear ágil, rápido y liviano.
La seguridad ante todo
Usar casco es obligatorio e imprescindible. Puede resultar incómodo, o quizás pensemos que no hace falta llevarlo si vamos cerca, andamos despacio o el circuito es seguro. Pero en cada cuadra y a cada minuto existe la posibilidad de accidente. Siempre debemos recordar que no estamos solos en la calle, no sabemos qué van a hacer los demás. Y frente a una caída, un casco puede ser la diferencia entre infortunio y fatalidad.
Usar casco es obligatorio e imprescindible. Frente a una caída, puede ser la diferencia entre infortunio y fatalidad.
Usar luces es otro punto clave. Las hay para el casco y para la bicicleta. Titilantes o fijas. Lo recomendable es usarlas incluso de día si está muy nublado o hay neblina, y obligatoriamente de noche. Para atrás, de color rojo y para adelante, blanco.
Otra medida importante de seguridad al salir de a dos o más ciclistas es ir siempre uno detrás del otro, y no al lado. El de adelante es quien da aviso de los obstáculos para anticipar al resto y el último puede ser quien informa cuando se acerca un vehículo.
Bajo ningún concepto se deben utilizar auriculares en bici. Ni celular. Si querés pedalear escuchando música, lo ideal es hacerlo con algún parlante externo. Los auriculares y el celu tapan los sonidos exteriores y desvían la atención, que debe centrarse en el manejo.
Otra cuestión para considerar es la actitud que llevamos en la calle. Se hace hincapié todo el tiempo en que los autos respeten a los ciclistas, les den paso, mantengan distancia, etcétera. Pero pocas veces se alerta a los ciclistas a no confiarse, a extremar ellos mismos las medidas para su propio cuidado. El primero que debe cuidarse es uno: es mejor pecar de prudente y no pensar que el otro te va a ver, va a frenar o se mantendrá distante. La luz roja del semáforo aplica para todos, y es muy frecuente ver bicis que no la respetan. Cuando yo salgo a andar en bici, por ejemplo, jamás me creo dueña de la calle. Me mantengo lo más cerca posible del cordón o la banquina, siempre. Freno cada vez que tengo la mínima duda, no pienso que el otro me va a dejar pasar: paro yo. Por eso, de tan lenta nunca puedo andar en pelotón. Cuando entreno con alguien casi siempre quedo última. El 90% de la gente en la calle es más osada que yo. Pero jamás sufrí una caída o un mínimo accidente.
Y, como último punto de seguridad, ¿cómo posicionarse frente a una eventualidad? Si sufrís cualquier desperfecto en la bici, tenés que acomodarte algo o debés asistir a alguien, lo primero al detenerte en la calle es propiciar una situación segura. Si hay vereda, salí de la calle y ubicate en ella. Y, si no, ponete lo más lejos posible del tráfico. Recién después, procedé con lo que te hizo parar.
Cámara de repuesto, inflador, eslinga e hidratación
Es frustrante sufrir una pinchadura o alguna falla mecánica y no contar con las herramientas necesarias para salir del problema. Un kit básico debería tener:
- Palancas para desmontar cubiertas
- Parches y pegamento
- Cámara de repuesto
- Inflador portátil
- Juego de herramientas que incluya estirarrayos y cortacadenas
La caramagnola es otra pieza crucial. Para travesías largas se pueden llevar dos, y lo ideal es que una de ellas contenga bebida isotónica, especialmente con climas calurosos. La eslinga para atar la bici es otro infaltable. Aunque pienses que no la vas a usar porque no te vas a detener, nunca se sabe. Llevala siempre.
El cuidado de la bici
El mantenimiento de la bicicleta implica tenerla limpia, engrasada y en buen estado para garantizar un buen funcionamiento, además de seguridad, y prolongar su vida útil.
Para limpiar la bici alcanza con un trapo y un producto de limpieza antigrasa. Nunca se deben utilizar mangueras o hidrolavadoras. Una vez limpia y seca, hay que lubricar la transmisión. Debemos evitar los lubricantes en aerosol, ya que pueden contaminar los discos y las pastillas de freno.
Por último, antes de salir, siempre chequear que las ruedas estén infladas y con la presión adecuada.
Mecánica ligera: ¿cómo cambiar una cámara pinchada?
En caso de pinchar una rueda, lo ideal es cambiar la cámara por una nueva y dejar la reparación para la comodidad del hogar.
El primer paso es ubicarse en un lugar seguro, y quitar la rueda del cuadro o de la horquilla. Después, con ayuda de las palancas para desmontar, destalonamos la cubierta de la llanta para poder sacar la cámara pinchada.
Revisamos muy bien con los dedos el interior de la cubierta, que no haya ningún elemento clavado que pueda provocar otra pinchadura.
Una vez convencidos de que no quedó ningún elemento punzante, colocamos la cámara nueva en la rueda. Para que resulte más fácil hay que inflarla un poco, y ahí se empieza por poner la válvula en el agujero. La vamos colocando en el interior de la cubierta, talonando con las manos, la cubierta en la llanta. Llegará un momento en que serán necesarias las palanquitas para terminar de montarla o talonar, y hay que usarlas con cuidado para no pellizcar o morder la cámara. Por último, solo queda darle aire a la presión adecuada y volver a colocar la rueda.
Asesoró: Martín Leppera, triatleta y bicicletero en Garage di Ratto @MartinLeppera
* Entrenadora nacional de atletismo y corredora, coordinadora del Running Team FILA. www.carolinarossi.com.ar @CarolinaRossiFilaRt