Bicho toro: la dura vida del escarabajo más popular del verano argentino
Quién no lo ha querido ayudar, viéndolo tirado por ahí, abrasado por el sol más fuerte del año, patas para arriba. Cascarudo épico, creemos que merece otra oportunidad y lo ayudamos, pero es en vano. La fiesta terminó y su muerte lenta ha sido decretada ya por las leyes de la naturaleza.
Las calles de los pueblos y los barrios de la Argentina suelen ser testigos de la aparición repentina pero momentánea de los bichos toro o candado, el auténtico escarabajo rinoceronte argentino, sobre todo durante los veranos más calientes y lluviosos.
Como consignan los entomólogos, cuando hay un calor propio de la canícula, ellos aparecen caminando solitarios, con muchas dificultades, entre la hierba y el cemento.
El cuerno del cascarudo macho: el bicho toro
El macho se distingue por su cuerno que es, a la vez, un gancho con cierre perfecto: su única arma para trenzarse en duras batallas por amor. Va en busca de una compañera y nada parece detenerlo.
Las hembras no tienen cuerno o, dicho en términos más precisos, cornucopia, pero en cambio pueden volar y desplazarse amplias distancias. Los machos no.
Ellas aterrizan donde es debido, después de un vuelo manso e inestable, zumbando como si fueran el motor gasolero de los coleópteros; quizá encandiladas por un farol, suelen ensayar aterrizajes más bien accidentados.
Durante su corta vida de cascarudos, no comen nada, pues nacieron satisfechos. Han pasado todo un año bajo tierra comiendo y ahora emergen a la superficie para aparearse y morir. Tienen solo cuatro días para hacerlo.
Así es la dura vida del escarabajo rinoceronte argentino, bicho toro o candado (Diloboderus abderus de acuerdo con la taxonomía científica): corta, aventurera y algo fantasiosa para quienes los observan, generalmente los más pequeños, en un recuerdo vigente de viejas vacaciones.
Una auténtica larva popular
Su estado larvario es casi tan popular como su fase cascaruda, y aún cuando a los humanos desprevenidos les resulte difícil vincular al gusano blanco que vive bajo tierra con el auténtico cascarudo veraniego argentino, la realidad es que son el mismo insecto atravesando estadios diferentes.
Su ciclo es el siguiente: de febrero a marzo ocurren las oviposiciones de las hembras, quienes durante noviembre, diciembre y enero se han apareado con los machos. Ellas colocan más o menos 30 huevos debajo de la tierra a unos diez centímetros de profundidad.
De estos huevos nacen los gusanos, conocidos como gallinitas ciegas o simplemente gusano blanco. Algunos suelen emplearlos como buena carnada para la pesca, principalmente para hacerlo en lagunas o ríos. Las llaman sencillamente isocas o gallinitas ciegas y son el manjar de las profundidades.
La guerra en el campo
A este cascarudo, en el campo, más específicamente dentro del sistema de producción agroindustrial, lo consideran una plaga y le dan pelea.
En realidad, la batalla es contra el gusano, que se alimenta de las raíces de los cultivos, especialmente de los esenciales como el trigo o el maíz, dañándolos gravemente si la población subterránea se sale de control.
Cuando hay más de diez gusanos por metro cuadrado de tierra, de acuerdo con las consideraciones del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el agricultor debe tomar medidas.
Pero si hay más de 40 isocas por metro cuadrado, estiman los especialistas, el agricultor no tiene más nada que hacer. Su dura lucha empleando armas químicas ha fracasado.
En el INTA son más que claros: cuando esto pasa, hay que resignarse hasta la próxima siembra, ya que seguir empleando insecticidas podría ser un remedio mucho peor que la "enfermedad".
En estos momentos es cuando el cascarudo toro puede considerarse victorioso. Su reproducción en el campo argentino ha sido garantizada.
Fertilizante natural
Quienes tienen huertas también combaten su estado larvario pero de maneras algo más amables: con trampas de comida, como por ejemplo una papa cruda cortada a la mitad. Con esto los atraen, los retiran del cultivo y los depositan en composteras. Dicen que son ideales para fertilizar naturalmente la tierra.
Luego de poner sus huevos en la tierra, las hembras pasan a otro plano. La fiesta terminó y su muerte lenta ha sido decretada ya por las leyes de la naturaleza.
En cambio los machos, el género fuerte de la especie que puede levantar hasta 80 veces su propio peso, terminan por ahí, volcados al costado del camino; y, tras el voraz paso de las hormigas coloradas, vacíos por dentro, más cascarudos que nunca.
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