Detrás de todo gran hombre siempre hay una gran mujer", reza la famosa frase tantas veces enunciada. Pero en el caso de Berta Szpindler, nada más alejado, porque ella siempre estuvo a la par de su marido, el genial Tato Bores, acompañándolo desde su bajísimo perfil. Berta, el único y gran amor del actor, con quien tuvo tres hijos y cinco nietos, había sido operada de la cadera hacía veinte días. Murió el miércoles 12, en su departamento de la calle Godoy Cruz al 3000, en Palermo. Y al día siguiente, recibió el último adiós en el cementerio privado Jardín de Paz. Allí la despidieron unos pocos, por las restricciones de la pandemia, entre ellos, sus hijos, Alejandro y Marina Borensztein (también era mamá de Sebastián), su nieta Malena y su yerno, Oscar Martínez. "Mujer valiente, fuerte, indomable, hermosa, elegante. Gran madre, gran abuela, gran esposa. ¡Todos te vamos a extran~ar! Viviste una vida maravillosa. No te perdiste una. Tu cadera se gasto´ de tanto baile, paseos, viajes por todo el mundo. Te caminaste todo. Nada te detuvo. Tu presencia sera´ inmensa porque vos fuiste inmensa. Inolvidable". Con estas cálidas palabras la despidió Marina en su cuenta de Instagram, el mismo lugar al que solía invitarla para que Berta se luciera con esas recetas de familia que todos disfrutaban: los kneidalaj (típicos de la cocina judía), la sopa crema de arvejas, el guiso de lentejas y el arroz con pollo.
UNA VIDA JUNTOS
Tato y Berta se casaron el 12 de mayo de 1954 y estuvieron juntos durante cuarenta y dos años, hasta el día de la muerte de Tato, el 11 de enero de 1996. En 2002, ella –que siempre les había escapado a los medios– dio su primera entrevista y allí contó el comienzo de su gran historia de amor. "Yo conocí a Enrique, el hermano más chico de Tato–, un verano en Piriápolis. Y un día, acá en Buenos Aires, yo no andaba bien y pasé por la disquería que ellos tenían en la calle Córdoba, y Enrique me ofreció trabajar allí. Así lo conocí a Tato. Él ya estaba en el Maipo, con las vedettes. Al principio en casa lo recibieron muy bien, lo querían, pero cuando fue a pedir la mano, mi padre le dijo que no había ningún inconveniente siempre y cuando dejara el teatro. Y Tato, que estaba tan enamorado, dejaba el teatro, dejaba todo. Y yo, en un momento de lucidez, le dije ‘Vos no dejás nada’", le reveló a Página 12. Tiempo después –aun con la desaprobación de su padre– se casaron por Civil. Compañera incondicional ("Él quería que yo estuviera presente en todo), confidente y consejera de ley ("No hacía nada sin consultarme"), Berta supo encontrar su lugar junto a uno de los artistas más grandes y reconocidos del espectáculo nacional. Afuera, los reflectores, los flashes y los elogios eran sólo para Tato, pero puertas adentro, quien se llevaba los aplausos era su mujer. Hasta siempre, querida Berta.
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