El Banco Nacional de Datos Genéticos, la institución que unió a científicos con organizaciones de derechos humanos y facilitó la recuperación de 122 nietos, cumple 30 años.
Por Leandro Africano
Con mirada cálida y atenta, la recepcionista del Banco Nacional de Datos Genéticos pregunta: “¿Venís para una extracción?”. La amable empleada quería saber si yo era una de las 120 personas que cada mes se acerca a la institución porque tiene dudas sobre su verdadera identidad. Con una extracción de sangre y el posterior cotejo con el archivo de material genético y muestras biológicas de familiares de personas que han sido secuestradas y desaparecidas durante la dictadura militar argentina, se puede saber si es uno de los nietos que buscan las Abuelas de Plaza de Mayo.
No era el caso. El motivo era conocer cómo es el día a día de una institución pionera en el mundo. El Banco fue creado en 1987 con el objetivo de garantizar la obtención, el almacenamiento y el análisis de la información genética necesaria como prueba para el esclarecimiento de delitos de lesa humanidad y cuya ejecución se inició en el ámbito del Estado Nacional hasta el 10 de diciembre de 1983.
En 1982 las Abuelas de Plaza de Mayo a través del doctor Víctor Penchaszadeh, genetista argentino exiliado en Estados Unidos, recurrieron a la científica norteamericana Mary-Claire King para solicitarle ayuda en el reconocimiento de desaparecidos. La especialista en genética aplicó por primera vez sus conocimientos al trabajo de derechos humanos en 1984, cuando ella y su laboratorio desarrollaron una técnica de identificación reconocido como “índice de abuelitud”, utilizando ADN mitocondrial y HLA, marcadores genéticos tomados de muestras dentales. Debido a las expectativas que generó esa técnica, en 1987 se creó el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNGD) como necesidad de contar con un espacio de obtención, almacenamiento y análisis de las muestras genéticas necesarias para el esclarecimiento de delitos de lesa humanidad en Argentina.
“Esta institución es un gran ejemplo de la visión que tenemos de la ciencia. Porque creemos que no podemos estar apartados y desprendidos de la historia del país”, explica Mariana Herrera, doctora en Ciencias Biológicas y especialista en genética forense y molecular, hoy titular del BNDG. “En todos estos años, el Banco ha sido una institución viva que ha incorporado nuevas tecnologías: comenzó con la histocompatibilidad y hoy contamos con diversos marcadores genéticos que nos permiten llegar con más posibilidades al 99,9% de certeza”.
La nueva sede de esta institución, creada especialmente para la investigación, cuenta con laboratorios de última generación que permiten trabajar con mayor comodidad y rapidez. De esta manera, entre 15 días y dos meses después de una extracción, se puede contar con los resultados precisos sobre el vínculo con víctimas de la dictadura. En la actualidad, alberga unas 9.000 muestras de material genético de familiares de personas que fueron secuestradas y desaparecidas durante la dictadura militar argentina, posee 295 grupos familiares en comparación y ha colaborado en 74 de las 122 restituciones que resolvieron las Abuelas de Plaza de Mayo hasta la fecha.
Diez años antes de la fundación del BNDG, las Abuelas iniciaban su larga marcha y le pedían ayuda al mundo científico para identificar a sus nietos. Desde ese momento hasta 1983 todos los centros de investigación en prácticamente todo el mundo les decían lo mismo: que no había manera de ayudarlas. Según los especialistas en genética, hasta mediados de los 80 era muy poco lo que se podía hacer en términos de estudios forenses, por una cuestión tecnológica y limitaciones informáticas. Sin embargo, en 1984 se desarrolla el cálculo estadístico que hoy denominamos “índice de abuelitud”, que es central para este trabajo. “Hasta ese momento se hacían análisis de paternidad que son relativamente fáciles porque el hijo comparte un 50% de información genética con los padres y, en el caso de los abuelos, solo el 25%. Si la generación de los padres estaba desaparecida y se moría un abuelo, no podíamos armar el 100% del genoma, es decir, no había marcadores genéticos para construir la hipótesis de abuelitud de un caso. Además, si bien la técnica de extracción de ADN ya existía, no había métodos de aplicación a la genética forense, que llegarían recién en 1985”, explica Herrera.
Mediante la muestra sanguínea, el BNDG analiza estudios genéticos que permiten identificar vínculos biológicos entre personas que sospechan ser hijos de desaparecidos durante la última dictadura militar. Para ello, compara material genético de estas personas que tienen dudas sobre su identidad con muestras que contiene el Banco, principalmente hijos de personas desaparecidas. El análisis de ADN estudia las secuencias de nucleótidos (unidades que constituyen el ADN) en diversos sitios del genoma, llamados marcadores, y que se encuentran en los cromosomas humanos, incluso los cromosomas sexuales X e Y y las mitocondrias. Estudiando un número estandarizado de marcadores de ADN en cromosomas no sexuales, cromosomas sexuales y mitocondrias, pueden obtenerse probabilidades de paternidad, hermandad y abuelidad lo suficientemente altas como para prácticamente confirmar o descartar un vínculo genético.
En los 30 años de historia del Banco, hay una técnica que fue revolucionaria y que cambió la forma de trabajar en genética molecular: la reacción en cadena de la polimerasa. Es una metodología que permite duplicar el ADN y obtener millones de copias del fragmento que se necesita. La aparición de esta tecnología también permitió agregar el perfil genético de personas que ya estaban fallecidas a los grupos familiares que tenía el Banco. Antes, la cantidad de ADN que se extraía de los restos óseos era ínfima y no servía. En cambio, ahora es posible, a partir de una cantidad mínima de ADN, obtener miles de millones de copias y hacer los respectivos análisis. En el Banco, se comenzó a usar esta técnica a partir de 1991 y alrededor de 1995 empezó a extraerse el ADN de restos óseos. En la década del 2000 comenzaron a usar secuenciadores automáticos, lo que hizo posible que se redujeran de manera importante los errores humanos.
El caso de BNDG, que desde 2009 trabaja bajo la órbita del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, es particular también por la dimensión que alcanzó. Se estima que en España durante la guerra civil española hubo 40.000 casos de niños desplazados de las familias republicanas y entregados a otros padres. En la actualidad, los nietos de esos chicos son quienes quieren saber su verdadera identidad y el Estado español no tiene ninguna institución que les dé soporte desde la ciencia para conocer la verdad.
Más allá de la tarea científica en la identificación de cada nieto recuperado, como entidad autónoma y autárquica, el BNDG es el organismo responsable de administrar y custodiar el archivo nacional de datos genéticos a fin de mantener la información actualizada y resguardar la reserva de la información disponible. Asimismo, sus autoridades actúan como peritos oficiales exclusivos ante la Justicia en las causas que tengan por objeto la identificación de personas desaparecidas. La experiencia y el conocimiento generado en el BNDG llegó hasta países como Bosnia, El Salvador o Nigeria, donde solicitaron la metodología usada para la identificación de personas en casos en que la guerra civil o el poder del Estado cometieron crímenes de lesa humanidad. “Además de trabajar hasta que aparezca el último nieto, estamos enfocados en la formación de profesionales desde el Instituto Nacional de Capacitación en Ciencias Forenses y también el Archivo General de la Memoria”, puntualiza Herrera.
LA NACION