El arma calibre 45 de fabricación nacional que fue la reglamentaria del Ejército Argentino durante dos décadas estuvo presente en la resistencia inglesa contra los nazis y carga con el mito de que fue realizada con acero del Graf Spee
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Durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill, primer ministro de Inglaterra, creó una fuerza de comandos especiales para realizar operativos secretos contra las fuerzas del Eje. Esta unidad se llamó Special Operations Executive, fue conocida como SOE y tuvo en su haber una serie de acciones altamente riesgosas, casi siempre realizadas en territorio ocupado por el enemigo.
Años después de finalizar la contienda mundial, Gran Bretaña dio a conocer la existencia de este grupo, que de este modo dejó de ser secreto. Pero existe un dato poco conocido respecto de esa fuerza que tiene que ver con nuestro país: muchos de los hombres del SOE utilizaron en sus misiones un arma diseñada y fabricada en la Argentina: la pistola Ballester Molina.
Con respecto de esta arma semiautomática, que también fue usada oficialmente durante años por el ejército y muchas fuerzas de seguridad de la Argentina, existe también un mito. Es el que dice que, para la fabricación específica de las pistolas que fueron a Gran Bretaña, se utilizó acero extraído del Admiral Graf Spee, el buque de guerra alemán que terminó hundido en el río de la Plata en diciembre de 1939.
Una fábrica de autos, motores y armas en Caballito
La historia de la pistola Ballester Molina, que además de haber participado en la Segunda Guerra Mundial es una de las armas más emblemáticas de la industria armamentista argentina -quienes tuvieron contacto con ella en el servicio militar la recuerdan con respeto y admiración- arranca a comienzos de la década del ‘20 del siglo pasado. Entonces, dos españoles que también eran cuñados, Carlos Ballester y Eugenio Molina, abren en Buenos Aires una compañía que, en principio, importaba autos en representación de una firma europea, la Hispano-Suiza.
Ballester y Molina empiezan poco después a fabricar sus propios motores de automóviles y vehículos más pesados -como camiones y tractores de uso civil y militar- y entonces crean Hispano Argentina fábrica de Automóviles S.A. (Hafdasa), para lo cual inauguran una planta de 5000 metros cuadrados con la más moderna tecnología, ubicada en Campichuelo 250, en pleno barrio de Caballito. Producían también motores diésel y a nafta, de diferentes potencias y a finales de los ‘30 llegaron a crear varios prototipos de automóvil, como el PBT, cuyo desarrollo no pudo prosperar por el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la imposibilidad de conseguir los insumos básicos para ello.
Hafdasa fabricó también camiones con motor diésel Criollo para el Ejército Argentino. El “Grande”, de 150 HP y el “Chico”, de 95 HP. Pero más allá de todos estos productos relacionados con la mecánica automotor, la firma pasaría a la historia por la creación de armas de fuego. Se abocaron a la confección de semiautomáticas, realizadas con los permisos obtenidos de dos compañías españolas Star y Llama.
Nace la Ballester Molina
A mediados de la década del ‘30, la Dirección General de Material del Ejército Argentino (DGME) encarga a Hafdasa la provisión de camiones, obuses y máquinas. Poco más tarde llega desde la misma oficina castrense otro pedido a la fábrica de Caballito: la elaboración de armas portátiles. En 1936, entonces, la compañía de Ballester y Molina comienza con el diseño de dos carabinas semiautomáticas, basadas en la Beretta M1918/30. A continuación, el ejército solicita la producción de una pistola calibre .45, para reemplazar la Colt M1911 A1, el arma de puño que usaban hasta entonces las fuerzas armadas y la policía. Así se pone en marcha la hechura de la que luego sería conocida como la pistola Ballester Molina.
En ese entonces, Hafdasa estaba bajo la dirección del ingeniero francés Rorice Rigaud, en la parte de diseño y Carlos Ballester Molina (hijo de Carlos Ballester y sobrino de Eugenio Molina), en la gerencia. Así, desde 1938 a 1942, el modelo de pistola que fue realizado para el Ejército Argentino se llamó Ballester Rigaud. Tiempo después, por motivos que se desconocen, el francés abandonó la fábrica y entonces las armas pasaron a tener el nombre con el que se hicieron célebres: Ballester Molina.
Esta pistola semiautomática calibre .45 APC (Automatic Colt Pistol) -11,25 mm- completamente realizada en la Argentina se basaba en diseños de las mencionadas compañías españolas Llama y Star de los años 20 pero tenía similitudes con la pistola Colt M1911A1. De hecho, tal como lo había solicitado la DGME, los cargadores y los cañones de estas armas eran compatibles e intercambiables con esta última pistola. Estas piezas del arma nacional tenían como rasgo distintivo un rombo grabado con las letras HA (de Hispano Argentina) en su la base del cargador.
La Ballester Molina, considerada un elemento de gran calidad por los especialistas, fue, entre 1938 y 1953, la pistola oficial suministrada a varias fuerzas de seguridad de la Argentina. Entre ellas, el Ejército, la Policía Federal, la Policía Aduanera, la Gendarmería Nacional, la Armada Argentina y la Aeronáutica Argentina. Además, Ecuador, Perú, Colombia y Venezuela realizaron compras de esta arma de fuego, aunque, en general, en pocas cantidades.
La Ballester Molina en el SOE
Pero, sin dudas, el destino más relevante, por su contexto histórico, que tuvieron estas pistolas semiautomáticas originadas en Caballito fue el de la unidad secreta británica conocida como SOE, que tenía como objetivos básicos, a veces en misiones suicidas, generar actos de propaganda y sabotaje contra los nazis en los países que habían sido ocupados por los alemanes.
Los historiadores de armas de fuego como el estadounidense Ian McCollum estiman que un total de entre 8.000 y 10.000 Ballester Molina fueron destinadas a esta unidad secreta británica entre los años 1942 y 1944. Estas pistolas se reconocen aún hoy porque tienen grabada una letra B con un número de serie en el marco del arma, sobre el gatillo. Esta numeración es específica de los británicos, ya que el arma tiene de por sí número de serie original ubicado en el lateral izquierdo de la empuñadura.
Según un informe realizado por National Geographic, fueron 13.000 los agentes que llegaron a formar parte del SOE, que tenían un altísimo riesgo de vida, ya que si eran descubiertos, podían padecer torturas, detenciones en campos de concentración o una ejecución sumaria. Además, en esos casos, Inglaterra no respondía por ellos. En estos términos, donde además los agentes tenían que trabajar de incógnito, se entiende que estos hombres requirieran el uso de pistolas que no los identificaran como británicos. Y mucho mejor si se trataba de armas provenientes de un país neutral como la Argentina.
La leyenda del Graf Spee
Una cuestión en la que la mayoría de los especialistas en armas utilizadas en la conflagración bélica mundial coinciden es que, como parte de pago, Inglaterra entregó el acero para la hechura de las Ballester Molina. En relación con este hecho se generó una teoría, que es más bien parecida a una leyenda, que dice que el metal para realizar las armas fue extraído del blindaje del Graf Spee, el buque de guerra alemán que había sido hundido el 17 de diciembre de 1939 por su propio capitán, Hans Langsdorff, unos días después de haber enfrentado a naves inglesas en la llamada Batalla del Río de la Plata.
Uno de los que más ha gustado de propagar esta versión fue Samuel Cummings, un comerciante internacional de armas que creó la compañía Interarms. En su versión, una empresa uruguaya de desguace ofreció a la embajada alemana en Montevideo comprar los restos del Graf Spee para chatarra. Los alemanes accedieron, pensando que la nave estaba completamente destruida. Muchos años después, en 1977, se supo que la compañía uruguaya estaba en realidad conformada por agentes del servicio de inteligencia británico, que se encontraban interesados en los radares que todavía permanecían en buen estado en el acorazado hundido.
Como una cosa llevaba a la otra, se rumoreaba entonces que parte de las 12.000 toneladas de acero Krupp del buque fue cortado y enviado a Hafdasa. El relato supuestamente cierra en el hecho de que fueron los mismos británicos que proveyeron este acero los que encargarían y comprarían las armas.
El análisis de los metales
Pero, al parecer, las historias de Cummings solían mezclar la realidad con algunas dosis de fantasía. Así lo advierte un artículo en la revista de expertos en armas American Rifleman, de febrero de 2014. Allí, el especialista Michael J. Parker indagó más en la historia del Admiral Graf Spee y las Ballester Molina. Para ello realizó, incluso, un análisis comparado de la metalurgia del acorazado y del arma.
Para interiorizarse en el tema de los componentes del navío habló con especialistas en acero de Alemania y para ver de qué estaba hecha la pistola argentina fundió, en los Estados Unidos, una corredera de Ballester Molina. Se trataba de la de número de serie 19.924, para que nadie dudara de su rigurosidad.
Allí Parker descubrió que ambos aceros poseían algunos elementos en común -carbono, molibdeno, silicio, manganeso-, pero en distintas proporciones. Y también descubrió que el blindaje del barco poseía vanadio, níquel y cromo, metales que el acero de la pistola no contenía.
El origen del acero
La conclusión ambigua que sacó el experto luego de este estudio metalográfico fue que el mismo “no demostró que el acero procediera del Graf Spee, pero tampoco demostró que no fuera así”. El hombre aseguró que el buque contenía cantidades de diferentes tipos de acero, más allá de la chapa del blindaje, que fue con la que hizo la comparación. Pero, más allá de las falencias del análisis, al menos hasta que salgan a la luz más pruebas, la procedencia del metal de estas armas argentinas “sigue siendo un misterio”, aseveró.
Sin embargo, más allá de las vacilaciones planteadas por Parker, son muchos los investigadores que niegan de pleno la versión de la utilización del metal del Graf Spee para hacer estas pistolas. El especialista en armas argentino Alejandro Gherovici, por caso, es uno de los que desmienten fuertemente esa historia, y asegura que el metal fue suministrado a Hafdasa probablemente por los Estados Unidos bajo la Ley de Préstamo y Arriendo, que facilitaba los préstamos de alimentos, petróleo y distintos materiales de norteamérica al Reino Unido.
Más allá de las Ballester Molina que se realizaron para los británicos, entre 1938 y 1953, la empresa Hafdasa fabricó un total aproximado de 108.000 de estas pistolas semiautomáticas. Y fueron oficialmente el arma de puño del Ejército Argentino hasta ser reemplazadas a finales de la década del 50 por la FN browning GP -35. Hoy, la Ballester Molina continua vigente y es un objeto absolutamente valorado por los amantes de las armas, de la Argentina y de distintos lugares del mundo.