Balance: cómo sanar las heridas de la infancia para prosperar en la vida adulta
Las personas somos "historia": lo que nos sucedió; pero también somos "proyectos": lo que anhelamos lograr. No somos solo historia, no todo tiene que ver con el pasado; también somos futuro, sueños y metas. Es por ello que mantener un balance entre el pasado y el presente es fundamental.
Te invito a observar siete maneras de las que disponemos para sanar nuestra historia:
- Supongamos que en mi pasado hay cosas lindas y otras que son tristes. Ahora bien, ¿qué puedo hacer con mi pasado? A) Repetirlo o fotocopiarlo. Entonces, si me pegaban, yo ahora también pego; si no me quisieron, hoy yo no quiero a nadie; si me abandonaron, yo abandono a otros; si me descalificaron, yo soy un descalificador. B) Hacer todo lo contrario. Si en mi casa todos eran avaros, ahora yo soy derrochador. Haciendo lo opuesto, obtengo el mismo resultado que los que, anteriormente, se condujeron así. C) Construir mi "propia historia". Todos tenemos la libertad o posibilidad de crear nuestra propia historia, de forjarnos una vida propia.
Por supuesto que el pasado importa, pero no es determinante. Muchas personas que crecieron en maltrato y pobreza, hoy disfrutan de una vida extraordinaria, porque hicieron uso de su libertad para crear una nueva historia personal. No somos responsables por aquellas creencias que nos inculcaron, pero somos responsables de lo que haremos con dichos pensamientos. Como adultos, la responsabilidad es solo nuestra. Si no sanamos el pasado, estaremos en condiciones de repetirlo.
- Al recordar las cosas lindas que vivimos, las reexperimentamos. Por ejemplo, si conservás un recuerdo hermoso de un viaje en familia, al recordarlo, volverás a experimentar las mismas emociones ante ese acontecimiento. Cuando uno se gradúa, cuando nace el primer hijo, cuando nos casamos… Es importante quedarnos con las cosas agradables que vivimos, para ser capaces de dirigirnos hacia el futuro. ¿Y qué hacemos con los recuerdos tristes? Los transformamos en experiencia para no revivir las mismas emociones negativas en el presente. La pregunta por formularnos sería: "¿Qué aprendí de esta situación?". Si, por ejemplo, presté dinero y no me lo devolvieron, ¿qué aprendí de ello? Es decir, vamos a recordar, pero sin impregnar de emoción al recuerdo, porque lo hemos transformado en aprendizaje y madurez.
- Nuestras fortalezas nacen a partir de una carencia. Todos tenemos puntos fuertes, tales como perseverancia, buen humor, lealtad, solidaridad, empatía, compasión, etc. Estas fortalezas, muy probablemente, nacieron a partir de un dolor. Borys Cyrulnik (psiquiatra y psicoanalista) es el experto mundial en el tema de resiliencia. Ser "resiliente" no implica que mi papá me pegaba y, gracias a ello, hoy soy una buena persona; sino más bien que, a partir de esa carencia y ese dolor, pude construir una fortaleza que hoy me acompaña. Siempre que experimentamos hechos traumáticos y dolorosos, accionamos. Nuestro ser reacciona instintivamente.
- Nos sanamos hablando. La escucha se construye hablando. Procuremos acercarnos a personas que nos escuchen con el corazón para compartirles nuestras historias tristes. Porque lo que la boca calla lo gritará el cuerpo. La palabra es sanadora. Es fundamental soltar los hechos que nos han paralizado. Y si somos tímidos, podemos escribir todo lo que venga a nuestra mente, lo cual resulta terapéutico. Evitar hablar de los recuerdos tristes es una forma de potenciarlos.
- Hagamos con los demás lo que nos habría gustado que hicieran con nosotros. Si me pegaron, yo abrazo; si me insultaron, yo felicito; si me maltrataron, yo trato bien. Nunca es tarde para disfrutar de una infancia feliz. Si fuiste abandonado, cuidá a alguien y, cada vez que lo hagas, se sanará algo de tu historia.
- Si tenemos un recuerdo triste, como por ejemplo la muerte de un ser querido, ¿qué deberíamos hacer? Permitirnos ese recuerdo, pero colocarle al lado un recuerdo positivo. No negamos lo sucedido ni nos quedamos con el recuerdo triste, sino que le sumamos un recuerdo que nos genera bienestar. A esta combinación, la llamamos "transformación".
- No somos la historia que nos contaron. ¡Somos miles de historias! Cuando uno expresa: "Mi pasado fue triste, padecí bullying en la escuela", eso es verdad; pero uno no es solamente eso porque contamos con muchas otras historias. Todos tenemos historias de amistad, de cuidado, de diversión, de momentos felices. Y dichas historias también son importantes en nuestra vida. Lo aconsejable es ampliar las historias que son positivas y no perder de vista que estas también forman parte de nuestra vida.
Un vínculo sano, con gente nutritiva que nos acaricia el alma, sana nuestros vínculos malos. Todos nos curamos construyendo relaciones sanas.
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