Se sentía un bicho raro. Hacía más de diez años que convivía con un intenso malestar que por momentos la obligaba a quedarse en cama. Su diagnóstico tardó en llegar y ello generó consecuencias emocionales, físicas y económicas en su vida. Y fue en 2000 que sintió que había tocado fondo. Aunque estaba recientemente casada con Juan José, quien es hoy su marido, sostén y motor, de pronto la felicidad por la unión se tornó sombría.
Sin motivo aparente, Patricia Espíndola comenzó a bajar de peso de forma abrupta. Tanto que llegó a perder 12 kilos en el transcurso de un mes. Su pelo se debilitó, sus uñas se volvieron frágiles y quebradizas y su estómago cada vez toleraba menos los alimentos. Consultó un médico clínico, y le realizaron un estudio de anticuerpos. "No sabíamos lo que pasaría tras el resultado. Lo cierto es que los anticuerpos dieron positivo para antiperoxidasas en la tiroides. Y me dijo, como por arriba, que existía la posibilidad de que tuviera una enfermedad autoinmune. Me derivó a un endocrinólogo. A partir de allí siguieron consultas, estudios, derivaciones (incluidos los psiquiatras ya que creían que mi problema no era físico sino psicológico) pero nunca llegaba un tratamiento ni diagnóstico certero. Pasaban los años, y yo cada día más deteriorada, sin ganas de nada".
En 2006, Patricia recurrió a un gastroenterólogo para investigar qué era lo que pasaba en su cuerpo. Se realizó entonces una endoscopía y colonoscopía y con los resultados del estudio supo que, producto de la enfermedad autoinmune, había generado una celiaquía. "Pero nadie me decía de qué enfermedad hablábamos, nadie me daba un diagnóstico. Comencé la dieta sin TACC y también con alimentos libres de lactosa. Parecía comenzar a mejorarme tras los días, pero pasados unos meses, yo seguía sintiéndome mal".
Una noticia inesperada
Y en medio de la incertidumbre, Patricia recibió una noticia inesperada. Aunque los médicos le habían dicho que no podría tener hijos, ese año supo que estaba embarazada de Paulina. Llevó adelante un embarazo saludable y a pesar de su delicada condición. Pero con el posparto los problemas no tardaron en reaparecer. "Nuevamente la delgadez extrema, sin ganas de nada. Los chequeos y las consultas determinaban que la depresión postparto y la lactancia eran los responsables de mi malestar. Pero al correr los meses, mi sensación de decaimiento era cada vez mayor, sobre todo a determinados horarios, por la tardecita, que me veía obligada a tirarme en la cama".
Una noche, mientras dormía, se despertó con vómitos. Su hija aún era una beba de pocos meses de vida y Patricia pensó que le había caído mal la sopa de arroz que había cenado horas antes. Los vómitos continuaron, y se tornaron cada vez más oscuros. Al amanecer, cuando su marido llegó del trabajo llamaron al médico pero les dijeron que tenían que esperar. Hasta que a media mañana ella sintió que no podía más: "sentía me moría, mi dolor físico era inexplicable, ya no podía moverme. Fue el único momento que nada me importó, ni mi hija - hasta hoy me lo reprocho-, pero honestamente no podía más...".
Decidió que ya no podía perder más tiempo. Su marido la llevó hasta el auto y manejó deprisa hasta la clínica. Allí, una vez más, le realizaron estudios completos. "Supuestamente todo estaba bien y mi medicación para tiroides regulada. Pero yo sentía por momentos que ya no estaba en mi cuerpo, sentía que me estaba muriendo". Le dijeron que volviera a su casa.
Asustados, llamaron al padre de Patricia quien sugirió viajar desde Rosario -donde entonces vivían- hasta la ciudad de Bell Ville en la provincia de Córdoba para ver a un nefrólogo que, a su vez, la derivó con una médica especialista en diabetología endocrinología. Luego de ver los estudios, dejó los papeles sobre el escritorio y dijo que creía saber lo que estaba pasando. "Me pidió hacer un estudio de cortisol, y allí confirmó su diagnóstico. Perdiste tu suprarrenal, que produce hormonas imprescindibles para la vida, incluyendo hormonas sexuales y cortisol, vamos a medicar ya, me dijo. Y me nombró por primera vez mi enfermedad: sindrome poliglandular autoinmune, una enfermedad rara en la que coexisten dos o más enfermedades del sistema endocrino asociadas a otras patologías de causa autoinmune".
Volver a empezar
Patricia tuvo que comenzar desde cero. Y necesitaba ayuda. Por eso se mudó con su familia a Saira, en Córdoba, su pueblo natal, y allí rearmó su vida. Poco a poco comenzó a notar una leve mejoría. Y, si bien había tenido que abandonar la actividad física por sus problemas de salud y el diagnóstico tardío había provocado secuelas cardíacas, mientras que algunos órganos ya no cumplían su función y otros estaban deteriorados, decidió darle una oportunidad a su instinto. Y, contra toda recomendación, sintió que era un buen momento para empezar a correr.
En enero de 2017 comenzó a entrenar y en marzo estaba planeando su primera carrera de montaña. Se anotó en la distancia de 5 km y logró cruzar la meta. "No podía creer lo que estaba haciendo: estaba corriendo, trotando, disfrutando en la montaña. Fue en el Durazno, provincia de Córdoba y marcó un antes y un después en mi vida. Volví enamorada de la experiencia y seguí entrenando para volver una y otra vez. La montaña me genera paz, me llena de energía, en ese momento somos ella y yo, todo eso que me brinda, aún el dolor o sufrimiento que puedo pasar durante las distancias que recorro, me hacen sentir plenamente feliz".
Hasta la fecha, Patricia lleva diez carreras de montaña. Asegura que encontró su lugar en el mundo. "Entendí que la vida es una y hay que vivirla, aprendiendo a disfrutar de los momentos, lugares y de la gente con quien disfruto estar. Lo único que no tiene solución es la muerte y siempre debemos ponernos en el lugar del otro. Saber de mi enfermedad en principio me llevó a preguntarme por qué a mí hasta que cambié la pregunta en para qué. Y así, con el tiempo, acepté y aprendí a convivir con la enfermedad. Y hoy sé que depende de uno hacer que cada día cuente. El cielo es el límite".
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