Bajar un cambio
¿Cómo regulamos las emociones para ser más eficientes?
La regulación de las emociones o de cómo influye el estrés a la hora de decidir, es uno de los dominios estudiados por el neuroliderazgo. Las emociones humanas son bastantes complejas e involucran varias partes del cerebro como el córtex frontal orbital, la ínsula, el giro cingulado, la amígdala y el hipocampo. La red que conecta todas estas áreas es conocida como el sistema límbico. Este sistema escanea toda la información que entra en tu cerebro y decide a qué prestarle atención y de qué manera hacerlo. Es decir, determina cómo te sentís frente al mundo minuto a minuto conduciendo tu comportamiento, muchas veces sin que te des cuenta. Cuando este sistema está muy activo (como subir el volumen del control remoto) o sobreestimulado (mucha tristeza, enojo, frustración, desilusión, temor, etc.) se reduce tu habilidad de vivir y entender el momento presente, tendés a responder mucho más negativo a todo, aumentan tus niveles de cortisol y adrenalina provocando un sentido de amenaza permanente, mueren neuronas del hipocampo, responsable entre otras cosas de tu aprendizaje y memoria, y empezás a hacer conexiones y asociaciones inexistentes entre las cosas (mala interpretación de datos). Aprender a regular las emociones negativas (bajar el volumen) es clave para una mayor eficiencia y productividad no sólo en lo laboral, sino también en lo personal.
Según estudios del Dr. James Gross, de Stanford University, entre otros, el proceso de generación de una emoción comienza cuando estás presente frente a una situación que incluye varios tipos de estímulos. Por ejemplo, estás por dar una charla frente a tus colegas, los estímulos pueden incluir el sonido de la máquina de café, el olor a pegamento de las alfombras nuevas, la cara de los participantes, lo que hacen mientras te escuchan, etc. Allí vas a usar una atención selectiva, y te quedás mirando al que está bostezando mientras vos hablás. Luego evaluás ese bostezo en el contexto de tus objetivos, necesidades y deseos más inmediatos: entusiasmar al resto de la compañía con tu proyecto. Si el resultado de esa evaluación significa que el bostezo los aburre, entonces cambia como te sentís –mayor ansiedad–, tus comportamientos – empezás a moverte inquieto de un lado a otro y a trabarte cuando hablás–, y fisiológicos –te transpiran la frente, la nuca y las manos–
¿Cómo regular esto para ser más productivo y eficiente? La primera estrategia es la selección de la situación. Si dar la charla puede causarte ansiedad, podés elegir no darla. Evitar algo a corto plazo puede hacerte sentir más tranquilo, pero no será nada beneficioso a largo plazo: si nunca das las charlas, nadie te conocerá en la empresa y nunca serás promovido. La segunda es la modificación de la situación. Si la charla que vas a dar está llena de números, gráficos y datos aburridos, incorporale elementos de humor, historias o efectos visuales para que no sea un plomo. La tercera es el desvío atencional. Desviando la atención del estímulo que te hace sentir mal –el bostezo– podés decrecer la respuesta emocional de manera temporaria. La cuarta tiene la gran ventaja de que podés usarla en cualquier tipo de situación: revaluar. Involucra reinterpretar el significado de los estímulos de manera tal que cambien el impacto emocional que tienen sobre vos: reinterpretá la situación mirando el lado bueno de las cosas –si bosteza quiere decir que debo mejorar mi presentación–. Aceptá desde otra perspectiva que tus emociones son eventos mentales fugaces –es normal que a ciertas personas los aburra mi proyecto y está OK que yo me ponga ansioso frente a mis colegas–. La neurociencia nos permite entender que tus emociones están definidas por la forma que interpretás el significado de las situaciones o estímulos que las generan. Y es esta habilidad de revaluar los eventos de tu vida la que te permitirá un mayor bienestar físico y mental a largo plazo logrando así tomar mejores decisiones.
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