Matías Soriano lleva la audacia en el ADN. Si su abuelo Lorenzo Soriano pudo venir desde Baeza (Jaén, Andalucía), en 1917, crear el fijador para el cabello Malvik, viajar a Chubut a los 52 años para buscar un nuevo gelificante, y descubrir que el negocio de las algas era mejor que el de la gomina, ¿por qué él no va a poder dar una vuelta de página en la historia de Bahía Bustamante?
Ya lo hizo en 2005, cuando decidió abrir las puertas del pueblito alguero al turismo. Ese enclave olvidado 180 km al norte de Comodoro Rivadavia –que llegó a albergar 600 almas durante su época de apogeo–, pasó entonces a recibir turistas en dos versiones: la más all inclusive en lo que eran las casas de los gerentes (dos habitaciones dobles, pequeña cocina y baño privado), con vista al mar y que incluyen navegación, otras excursiones y comidas), y una más familiar, en las casas de empleados casados, que fueron recicladas para darles características similares (capacidad para tres personas, un baño y cocina equipada), pero con vista a la estepa. En ellas, los turistas pueden cocinarse y contratar las excursiones aparte.
Todo esto ocurrió mucho antes de que los 180 km lineales de costa –desde el sur de Camarones hasta la isla Quintano– fueran declarados Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral en 2009. Antes de que el New York Times mentara a Bahía Bustamante como la Galápagos de la Patagonia. El titular pegó y el mundo entero puso sus ojos en él.
La estancia tiene 44.000 hectáreas, varios kilómetros de costa y un archipiélago propio, el Vernacci, que consta de doce islas, en las que anida el ave emblema del Parque: el pato vapor. Se llama así porque no vuela sino que "carretea" con las alas levantando pequeñas olitas, como el movimiento de los viejos barcos de aspas, que se movían a vapor. En las navegaciones de Bahía Bustamante es fácil verlos con sus pichones nadar de un lado al otro, entre lobos marinos, cormoranes, gaviotas y pingüinos. Nada se parece más a un documental de la National Geographic que el momento en que el skua se acerca, marrón y amenazante, a llevarse alguno para el almuerzo.
Una nueva etapa
La del vino es una apuesta nueva. Pero él y Astrid Perkins, su mujer, están tranquilos. El proyecto tiene el respaldo de socios y amigos expertos: Matías Michelini (de la bodega SuperUco de Mendoza) y el conocido bartender Tato Giovannoni. Todos esperan con confianza, y una sana dosis de ansiedad, este vino atlántico y patagónico con el que soñaron al implantar dos mil plantas de Pinot Noir y Semillón en octubre de 2018.
Estiman que las primeras botellas saldrán hacia finales de 2020, y la producción se estabilizará en 2021. La apuesta cambió mucho más que la vista de las ventanas del living de su hotel de mar. Allí donde había algas ahora hay viñedos –los más australes del país–, y planes para construir una destilería que produzca aguardiente de algas en el ex Bar de López, hoy abandonado.
Mientras tanto, una nueva temporada toma lugar hasta el 30 de abril. Este año estrenan nuevos paneles solares, Astrid cuida de la huerta biodinámica que provee la cocina, Ramiro –guía que lleva su tercera temporada en el lugar– continúa viento en popa reconstruyendo esqueletos de animales y dioramas para el centro de interpretación que están montando en un gran galpón al que ya todos llaman "Museo". Durante diciembre, enero y febrero no le queda mucho tiempo. Debe ocuparse de las salidas de los turistas, ya sean al bosque petrificado, al cañadón de piedra o al Cabo Aristizábal. Allí, junto al esqueleto de una enorme ballena minke que varó dos años antes, el artista Christian Liberté Boltanski instaló en 2017 tres conos metálicos que ululan con el viento. La obra se llama Misterios y formó parte de la Bienalsur de la Untref.
Vino, arte, ecología, viento, buena mesa y atardeceres patagónicos soberbios hacen los días de Bahía Bustamante. La historia aporta su encanto. Las calles se llaman Gracilaria, Lessonia, Gigartina. Son los nombres de las algas que fueron la razón de ser del lugar. Las que justificaron que el sitio tuviera iglesia, escuela, casa para la maestra, taller mecánico, estafeta de correo y panadería.
Zunilda quiere ser parte de la historia, pero esta temporada aún es presente. Sonríe detrás del mostrador del que fue almacén de ramos generales, y hoy es restaurante. Ella, que llegó a trabajar con don Lorenzo, se casó, tuvo hijos, enviudó y volvió a casar en Bahía Bustamante, fue la primera encargada de los recorridos históricos cuando el turismo comenzó a llegar. Era como mostrar su casa. Hace tiempo que dice que quiere jubilarse, pero Bahía Bustamante tira. Una cosa es segura: el brindis con vino del lugar no se lo pierde.
Bahía Bustamante. T: 011 4156-7788. Cuenta con 6 casas de mar y 5 de estepa. La temporada va del 1 de octubre al 30 de abril. Casas de estepa desde $4.620 para 2/3 personas (sin comida ni actividades). Las estadías de 4 noches cuentan con una actividad de regalo (sujeto a disponibilidad). Casas de Mar $21.280 (all inclusive) para dos personas.
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