Bag in box
Hay muchas maneras de comercializar el vino, y si bien estamos más acostumbrados a pensar en botellas, hay otros envases posibles. Uno de ellos es el bag in box.
La Argentina supo tener un consumo anual de 96 litros por persona por año, mientras que hoy arañamos los 26.
Claro que antes las botellas eran las que escaseaban: en las casas siempre había una damajuana o vino en cartón accesible. Cualquiera de estas opciones traería hoy el recuerdo de aquella época, claramente positiva para la economía del vino.
En la actualidad, muchos países productores ofrecen como alternativa un envase que contiene una bolsa interior de polietileno y otra exterior multicapas que se contrae a medida que se vacía, impidiendo que el oxígeno entre en contacto con el vino.
La elección de consumidores alrededor del mundo pasa por disponer de un vino honesto, que mediante un dispenser incorporado al envase se vuelve tremendamente tentador; también incluirlo en una reunión de mucha gente, donde se resuelve manipular botellas, encontrar el sacacorchos, controlar la temperatura (ya que pueden conservarse en la heladera y contar con ¡5 litros juntos!, aunque hay envases de menor y mayor contenido).
El desafío estaría en catarlo en comparación con otros de vinos del mercado de precios similares y optar por una propuesta u otra.
En algunos casos la relación calidad-precio es atractiva, dado que hay un costo inferior respecto a la botella, corcho, cápsula, etiqueta y otros insumos.
Tal vez el problema mayor radica en el traslado, ya que tiene un límite de acopio y puede complicar la logística para el sector comercial.
De cualquier forma y recordando la diferencia en el hábito de consumo de los argentinos, habría que considerar el bag in box dando crédito a productores más que valientes por ofrecerlos.
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