Avi Loeb, el científico que afirma que hay vida más allá de la Tierra
Salvo quien viva en otro planeta (metáfora irresistible dado el contexto de esta nota), nadie ha dejado de escuchar, en los últimos días, sobre el científico de Harvard que habría encontrado pruebas de vida extraterrestre.
Se trata de Abraham "Avi" Loeb, director del Departamento de Astronomía de la universidad, quien escribió un paper en el que sostiene que una especie de cigarro llamado Óumuamua, que fue visto flotando por el sistema solar, podría ser parte de los restos de una civilización inteligente. De pronto, Loeb, acostumbrado a la discreta vida del académico –es una eminencia en el tema de las primeras estrellas en el temprano universo–, estaba en todos los matutinos, la televisión, la charla de café y la discusión científica. Ya tuvo varias ofertas para hacer un documental sobre su trabajo y su vida. Y su teoría, sus admiradores y (a menudo virulentos) detractores están en boca de todos.
"Fue muy inesperado –dijo–. Pero quiero usar esta atención del público para traer la búsqueda de la vida extraterrestre al mainstream de la astrofísica, que deje de ser tabú". Porque, como dijo a LA NACION revista, los humanos muy probablemente no seamos los "únicos chicos en el barrio".
–¿No estamos solos entonces?
–Sabemos por la información obtenida por el satélite Kepler que aproximadamente un cuarto de todas las estrellas tienen un planeta más o menos del tamaño de la Tierra. Estos tienen, además, una temperatura similar a la nuestra, que permitiría que existan el agua y la química de la vida de la manera que la conocemos. Y hay decenas de miles de millones de estrellas solamente en la Vía Láctea. La existencia de vida extraterrestre no es especulación: si uno reproduce las condiciones de la Tierra tantas, pero tantas millones de veces, puede conseguir un resultado similar. Si tirás y tirás los dados…
–¿Los gobiernos ya encontraron pruebas de esa vida extraterrestre y nos las están ocultando?
–No, no creo que los gobiernos sean lo suficientemente competentes como para guardar ese tipo de secretos por un tiempo prolongado.
–Pero si existe una forma de vida extraterrestre y los gobiernos no nos la ocultaron, ¿por qué nunca se contactaron de una forma directa? Leí que usted decía que si son inteligentes los terrícolas los debemos de haber espantado. ¿Realmente lo cree así?
–Si no se contactaron probablemente sea porque esas civilizaciones están muertas o porque no les resultamos de interés. También podría ser porque no son muy avanzadas. En el caso de que sean avanzadas y, por lo tanto, que hayan desarrollado tecnología, muy probablemente su tiempo de vida haya sido corto. Esto es porque una civilización avanzada produce los instrumentos para su propia destrucción, como las armas nucleares o el cambio climático.
–¿Entonces estamos destinados a la destrucción?
–Hay mucho de qué preocuparse, pero también mucho por lo cual ser optimista. Una de las áreas que yo promuevo es la arqueología espacial, que básicamente consiste en la búsqueda de reliquias de civilizaciones que ya no están. Es hacer en el espacio lo mismo que hacemos en la Tierra. Mi esperanza es que estas reliquias sirvan para enseñarnos a dejar de hacer estupideces, tratar a nuestro planeta mejor, tratar a la otra gente mejor, y así poder evitar ese destino.
–¿Por qué cree que su propuesta de que justamente Óumuamua sean restos tecnológicos generó tal controversia?
–Es evidente que la posibilidad de vida extraterrestre enfrenta una cultura mainstream hostil en la astronomía y por eso la mera propuesta de que Óumuamua sean restos tecnológicos como explicación de sus propiedades inusuales generó esa controversia en los medios sociales. La razón de fondo es que la vida extraterrestre acarrea todo tipo de asociaciones con aspectos que no son realistas tomados de la ciencia ficción o de avistajes de ovnis que no fueron comprobados. Pero, aun así, sería un error estratégico para los observadores restringir la interpretación de información que les dan los telescopios y no buscar si no hay "otros chicos en el barrio" solo por este bagaje cultural. La existencia de vida extraterrestre no tiene nada que ver con la credibilidad de las historias de ciencia ficción o los avistajes de ovnis de la misma forma que la existencia de "otros chicos en el barrio" no depende de lo que se diga en casa. El problema con adoptar una actitud cerrada es que demora el progreso científico. Si limitamos la posibilidades, se hace más difícil descubrir lo inesperado.
–¿Qué siente respecto de las críticas?
–La mayor parte de la gente que me critica no leyó el paper original (puede encontrarse en www.cfa.harvard.edu/~loeb/Oumuamua.html). Lo que muestran es prejuicio. Algunos de ellos dicen: "Nunca se trata de extraterrestres". Pero si no permiten la posibilidad de descubrir algo nuevo, nunca van a descubrir algo nuevo. Es el típico ejemplo de profecía autocumplida. Yo prefiero mantener una mente abierta.
Rojizo y extraño
En el otoño de 2017, los astrónomos de Hawái descubrieron algo extraño que estaba moviéndose por el sistema solar. Se trataba del ahora ya famoso cigarro rojizo, que no era como un asteroide ni como un cometa conocidos. Concluyeron que venía de las estrellas y lo llamaron Óumuamua, que quiere decir "primer mensajero" en el lenguaje de las islas.
Luego, cuanto más se lo estudió en todo el mundo, más crecía el misterio. Escribiendo en el Astrophysical Journal Letters el año último, Loeb y su colega de Harvard Shmuel Bialy calcularon las alternativas de lo que podía ser. Una de ellas era que Óumuamua fueran restos tecnológicos, y el tema se volvió viral.
Desde entonces, Loeb (57 años, casado, dos hijas), que tiene en la universidad el récord de haber trabajado por más tiempo a la cabeza del Departamento de Astrofísica, está en cada televisor que se prende en los Estados Unidos, incluso en los de los taxis neoyorquinos. Siempre lleva impecable traje gris de Canali y usa el último modelo de reloj Apple. Según reportó The Wall Street Journal, recientemente perdió 60 libras en una dieta low-carb que incluye una barra de chocolate diaria. Con sus anteojos sin marco y enorme sonrisa, ya es una figura inmediatamente identificable que el público general siente cercana por su voluntad de explicar de manera accesible, aunque una parte considerable del establishment científico cuestione sus conclusiones.
–Usted declaró que siguió la máxima de Sherlock Holmes "cuando se ha excluido lo imposible, sea lo que sea que queda, por más improbable que sea, debe ser la verdad" para llegar a la conclusión de los extraterrestres en Óumuamua. ¿También se inspira en la ciencia ficción?
–La investigación científica es muy parecida al trabajo de un detective. En cambio, no me gusta la ciencia ficción, porque a menudo viola las leyes de la física y, estéticamente, eso me impide disfrutarla.
–¿Qué se viene ahora?
–El próximo paso debe ser buscar otros objetos similares y juntar más información con los telescopios existentes y los del futuro, como el Large Synoptic Survey Telescope (LSST), que estará operacional en unos pocos años. Este va a ser mucho más sensible que el telescopio que descubrió a Óumuamua. Debería poder encontrar muchos objetos interestelares que podremos estudiar en mucho mayor detalle para descifrar mejor sus orígenes. Óumuamua no compartía las propiedades de los asteroides o cometas conocidos del sistema solar, así que si es de origen natural, su criadero debe ser muy distinto de los conocidos en nuestro barrio.
–¿Qué pasaría con nuestras creencias si se probara que hay, o hubo, extraterrestres?
–Cambiaría nuestra tendencia natural a pensar que los humanos somos el centro de atención. Si hay otros chicos inteligentes en el barrio, o en la manzana, quizás entonces no seamos tan especiales. Esto tendría profundos efectos sobre muchas creencias religiosas, pero yo creo en la humildad cósmica, en que es arrogante pensar que estamos solos en el universo o que somos tan únicos.
–Usted fue tan rápido y flexible para concretar esta entrevista cuando está, obviamente, con tanta demanda mediática. ¿Por qué? ¿Y qué se siente ser el hombre del momento?
–Voy a estar muy contento cuando todo regrese a la normalidad, así puedo volver a concentrarme en mi trabajo. La investigación científica es lo que más disfruto. Pero toda esta atención mediática, para mí, es una plataforma para comunicar lo fascinante que es ser científico, y la estoy aprovechando en ese sentido. Ser científico es la forma de tener un trabajo que continúe nuestra curiosidad infantil por el mundo que nos rodea. No hay mejor sensación que encontrar alguna explicación a lo que pasa, y ojalá sirva para atraer más gente hacia estas disciplinas.
–¿Algo que sepa de la Argentina, o alguna recomendación para sus científicos jóvenes?
–Me gustan la comida y el vino de la Argentina, así como la gente que conocí de allí, pero, sobre todo, soy fan del fútbol. Y para toda la gente joven es la misma recomendación: manténganse fieles a su curiosidad infantil y a su inocencia en vez de al ego, y la vida les dará muchas satisfacciones.
–¿Usted siempre quiso dedicarse al espacio?
–Cuando era chico yo vivía en una granja en Israel. A la tarde ayudaba a juntar huevos y en mi tiempo libre manejaba el tractor hasta las colinas de mi aldea y leía sobre existencialismo. A los 18 años entré en el servicio militar. Como me gustaba el trabajo intelectual, conseguí un arreglo por el cual logré hacer la física que le interesaba al ejército en vez de otro tipo de ejercicios. Esto eventualmente me trajo a una oferta posdoctoral, bajo la condición de que me pasara a la investigación en astrofísica. Y esto, tiempo después, me llevó a una posición en Harvard. En ese momento me di cuenta de que la astrofísica ofrece cuestiones filosóficas fascinantes. Es una situación similar a entrar en un matrimonio arreglado para luego darse cuenta de que uno terminó casándose con el amor de su vida.
–¿Y hace trabajos específicamente de filosofía?
–Ahora soy el director fundador de la Iniciativa Agujero Negro, el único centro del mundo que se enfoca en agujeros negros. Este centro es también único porque junta a científicos y filósofos. Estoy por publicar un trabajo para un journal de filosofía, algo que nunca había hecho. De esta manera, siento que cerré el círculo y he vuelto a mi primer amor.
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