Mini encontró la receta buscada por siglos por alquimistas: tiene bajo siete llaves la fórmula para no envejecer. El Mini, un símbolo británico por excelencia (aunque ahora esté bajo poder de la alemana BMW), creado hace 60 años como un citycar popular, sigue siendo un auto moderno que cautiva principalmente a los jóvenes, sin perder lazos con el pequeño original de mediados del siglo pasado.
La versión manejada en esta prueba, la John Cooper Works (JCW, en homenaje al preparador inglés que lo hizo exitoso en el mundo deportivo), realza estos atributos, con detalles estéticos pisteros que, además, lo vuelven más provocador. Pero también con un motor potente que, gracias a algunas calibraciones especiales, lo convierten en un modelo divertido a la hora de manejar.
Este Mini JCW es un modelo de nicho, pero que tiene sus adeptos: el de los deportivos premium tamaño pocket. Por lo tanto, nadie debería juzgarlo en función de variantes del tipo "espacio para ocupantes traseros", porque apuntaría a otro blanco. Ya en el diseño es una pieza de colección, con rasgos inconfundibles. Rupturista aunque tenga líneas retro. Y esta versión JCW, solo en tres puertas, llama más la atención. Llantas 18 pulgadas que dejan entrever los grandes cálipers, las insignias JCW enfrente, dorso y laterales, techo rojo con carrocería oscura, alerón, doble salida de escape, tomas de aire prominentes y los dos listones que atraviesan el capot son algunos diferenciales respecto de variantes estándares del Mini. En el interior, los detalles en cuero, aluminio y símil fibra de carbono con un excelente grado de terminación están a tono con el universo premium.
La tecla tipo switcher para encender y apagar el vehículo (y sus semejantes para desconectar el control de estabilidad o el Start&Stop) se hallan entre los puntos más originales, si bien el panel está dominado por la pantalla táctil con navegador enmarcado por el enorme círculo luminoso. El tablero concentra la información más importante: cuentavueltas, velocímetro, temperatura y combustible. La computadora de a bordo es básica.
JCW es deportividad no solo visual. El motor 2.0 de 231 CV acoplado a caja automática de 8 marchas le da una aceleración fabulosa. Más allá de la velocidad, que la tiene (0 a 100 km/h en 6 segundos, 245 km/h de velocidad de punta). Se trata de la sensación que transmite, ya no solo al volante, sino al cuerpo. El ronquido del propulsor (en especial en modo Sport, que pone el auto más nervioso de lo que ya es), las butacas deportivas, los pedales de competición, las levas detrás del volante con costuras artesanales y la posibilidad de configurar la pantalla con visualización de parámetros deportivos son evolventes. Como también lo son la combinación de suspensiones duras y neumáticos de perfil bajo (pensados para los asfaltos europeos), que llevan a ciertas asperezas alejadas del confort en la ciudad, pero que en ruta, autopistas o circuitos le calzan con justeza.
ADN
:: Motor: 2.0 turbo de 231 CV
:: Transmisión: automática de 8 marchas
:: Aceleración 0-100 km/h: 6 segundos
:: Velocidad final: 245 km/h
:: Consumo mixto: 8 litros cada 100 km/h
:: Precio: US$59.900.
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