Austeridad del lujo
Cuando tus propias iniciales son suficientes y no importan los logos ni las marcas
Cuando la marca italiana Bottega Veneta lanzó su campaña Cuando tus propias iniciales son suficientes promoviendo su filosofía, muchas cabezas se dieron vuelta, y algunos escépticos se rieron. Probablemente este sea el mejor aforismo para referirse a la austeridad del lujo, que a su vez me hace pensar que esta denominación que se aplica a los bienes que exceden lo necesario está volviendo a sus raíces, aunque sea para unos pocos.
A pesar de que pareciera que cada vez más marcas lanzan productos cubiertos en logos, y cada vez más personas caminan por la calle cubiertas en iniciales ajenas, creo que hay un nicho que está renaciendo, donde lo que importa y vale es el alto nivel de calidad, la manufactura y la creatividad.
La prensa habla de la it bag (cartera del momento), pero yo creo que ese concepto es efímero e irrelevante para quienes tienen una opinión. Las tendencias son temporales y, por desgracia, las carteras son muy costosas para una vida útil tan corta. Sólo unas pocas mujeres en el mundo rotan bolsos todos los días, el resto intentamos ser prácticas y no perder nuestros esenciales entre tanto cambio y bolsillito, ya que nunca logramos hacer del traspaso algo positivo.
Además de las razones poco prácticas que conlleva el tener muchas carteras, existe una realidad estética y social: la cartera es el objeto que más usamos, por lo que termina diciendo mucho de nosotros. Ya sea porque es nueva, porque está cayéndose a pedazos, porque es de la marca del momento, o porque funciona de día y de noche. Querramos o no, es un objeto que puede llegar a describir por sí solo quiénes somos. Por eso, yo prefiero que hable de mí, y no de una marca fundada en París, diseñada en Italia y producida en China.
Veo muy seguido mujeres que, engañadas por el sistema, gastan su primer sueldo en carteras de poca calidad, sólo porque creen que estas dirán algo de ellas. Marcas como Michael Kors, Coach o Tory Burch apuntan a ese mercado, donde la consumidora quiere comprar un objeto de lujo, pero no tiene lo suficiente para hacerlo.
Cuando me mudé a la gran manzana y comencé a trabajar en moda, mi ropa era de la Argentina, y siempre recibía muchos halagos. Me atraían las piezas simples con una vuelta de rosca, tenían que tener algo especial y diferente. No buscaba algo parecido a lo que estaba de moda en NY, sino lo opuesto, algo que allá nadie tuviera y nadie conociera. A los pocos años, decidí invertir en una buena cartera de cuero, una que funcionara de día y de noche, que me sirviera tanto para viajar como para salir a bailar, que combinara con la mayor parte de mi placard, que no estuviera de moda, y que estuviera dentro de mi presupuesto. Una difícil tarea, lo sé, pero lo logré, y hoy, sin logos ni monogramas esta sigue siendo, cinco años después, mi cartera preferida. A pesar de ser mi compañera de viajes y aventuras, nadie nunca me la ponderó, ni me preguntó dónde compré mi cartera de cuero negra… pero no me importa, porque a mí me gusta, me resulta práctica, elegante, simple y personal. El hecho de ser casi anónima (sólo la conocen unos pocos entendidos), deja que transpire mi personalidad, y no me juzguen ni cataloguen inmediatamente. Cuando uno está cómodo, ¿quién necesita halagos?
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