Abogada de profesión pero dedicada a la música y el baile, formó una comunidad de mujeres
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Male Schefer (45) lleva la música en su sangre y a pesar de haber estudiado derecho, el baile es su motor y su escuela su cable a tierra. Pero con una particularidad: a su escuela solo asisten mujeres entre 38 y 80 años.
Casada hace 16 años con quien fue su amigo de la facultad, y madre de cuatro hijos, Male creció en una familia llena de música y arte, “todos cantan o se dedican a la fotografía o el cine. Crecí con una mamá que bailaba, cantaba y sigue haciéndolo a los 75 años. Es de las que agarran la guitarra y sacan las canciones de oído sin siquiera saber el nombre de las notas”, cuenta Male.
Sin embargo, estudió y se recibió de abogada. Sus padres le incentivaron que tuviera un título de alguna carrera importante. La facultad le dio un grupo de amigos con el que, para distender en las horas de estudios, practicaban coreografías y bailaban en el baño de la UCA mientras esperaban su turno para dar el examen final.
En sus años de estudiante Male vivía en la casa de sus padres y con sus ahorros viajaba en el verano a Nueva York para tomar clases de baile. Cuando se recibió sus padres le regalaron un viaje más largo: dos meses en la Gran Manzana viviendo en la casa de su mejor amiga, “tomé como cincuenta clases de baile, ese fue mi regalo de abogada: tomar clases de baile”, cuenta entre risas.
“Le pedí a mis hermanas y amigas que actuaran de alumnas”
Male baila desde que tiene uso de razón, iba a clases de tap y bailaba en los musicales del colegio. A los 16 años se empezó a dedicar más seriamente. “A partir de ahí jamás paré, sabía que mi camino era ese. Sentía un fuego y una felicidad al bailar que no sentía con nada más. Pero jamás pensé lo que vino después, que superó toda expectativa y me sigue sorprendiendo año a año”, confiesa.
En el año 2001, con 21 años, Male y una amiga empezaron a armar un sueño en común: formar una escuela de baile. Les prestaron una casa en Las Lomas de San Isidro. “Era una casa que no se vendía, la dueña necesitaba darle alegría y nos la ofreció pagando solo los gastos. Le pusimos espejos, mucha garra, compramos un buen equipo de música y nos lanzamos a la única posibilidad de publicitar que teníamos en esa época: panfletos en fotocopias”, recuerda Male de cómo nació On Stage, la escuela de baile que le posibilitó los viajes a Nueva York mientras estudiaba derecho.
“La primera clase estaba tan nerviosa que le pedí a dos amigas y a mis hermanas que vengan a la clase y actuaran de alumnas”, confiesa Male. Para su sorpresa ese fin de año tuvieron un show a sala llena y nadie lo podía creer.
Dos años después su amiga decidió seguir otro camino y Male continuó con la escuela. “¿Por qué On Stage? Porque la magia que se siente en el escenario es única. Porque ese nombre resume lo que a uno le pasa ahí arriba, donde las luces se encienden, pero el alma también, donde se expresa de manera multiplicada y aliviana cualquier cosa que estemos viviendo, porque la energía del público se percibe en la piel, en el cuerpo y te vibran hasta los huesos”, dice Male emocionada.
¿Por qué solo para mayores de 40 años? Porque la edad de sus alumnas fue aumentando a la par de su propia edad, y así fue limitando el ingreso para crear un espacio de mujeres en la misma sintonía que ella y que entre ellas.
Más que una escuela de baile
Male siente que todos nos merecemos sentir ese fuego y cuenta que ese fuego empezó a propagarse entre mujeres que son madres, que trabajan, que hacen los pooles escolares, malabares entre el trabajo, su rol de madre, amiga y esposa. Algunas saben bailar, otras no coordinan los pasos, pero todas están ahí con el mismo propósito: “Son mujeres que toman la decisión de ser felices. Lo que pasa en las clases es mágico, es como una caja de reciclaje donde todo se transforma. Elijo la música con cuidado, hay momentos que saltamos como locas y hay otros momentos que conectamos con una linda canción que te hace llorar”, explica.
Pero quienes son alumnas de la escuela de Male no solo hacen nuevas amistades y catarsis a través del baile, sino que tienen otras actividades que las unen, por ejemplo a mitad de año se realizan los sports donde por grupos, divididos en colores, compiten por la copa, y la elección de la canción principal que se hará en el show abierto al público y en un teatro a fin de año. Este año hicieron dos funciones con 200 alumnas para 1500 espectadores. “Nunca es tarde para bailar, hay grupos de mujeres de 60 a 80 años que este año fue difícil bajarlas del escenario. Subirse es exponerse también y nos enseña muchas cosas, muchos estaban emocionados hasta las lágrimas al ver a sus madres o abuelas disfrutar así”, cuenta Male que se le ponía la piel de gallina, a ella y a las profesoras que la acompañan: Mariu Vazquez y Angie Bustillo que son las encargadas de llenar de vida con la música y el baile a mujeres mayores que el camino recorrido y la historia vivida son la luz que las hace especiales y únicas.
Luego del show se organiza una fiesta de fin de año con entrega de premios, música y una despedida a lo grande con alfombra roja.
Como si esto fuera poco Male organiza para sus alumnas viajes grupales a Nueva York y a Londres. ¿El plan? Tener clases con bailarines de broadway que les enseñan las coreografías que después verán en los musicales a los que asisten. “Son todas clases super adaptadas para el nivel y la edad, nada muy profesional pero es sentirse en Broadway a esta edad, no tiene precio, es volver a soñar y que nunca es tarde para cumplir sueños”, asegura Male. Además de la experiencia, los viajes al ser grupales y de habitaciones compartidas, tienen un precio menor de lo que saldría yendo solas, lo cual también ayuda para que la preventa se agote enseguida porque todas las alumnas desean ser parte de una experiencia única.
Male asegura que en su escuela el ego se esfuma, la crítica desaparece, “tenemos remeras que dicen: ACTITUD MATA TALENTO, que es nuestro lema, porque la actitud es todo. No es lo que nos pasa sino lo que hacemos con lo que nos pasa”, concluye.
“La vejez es linda y nosotras también tenemos algo para mostrar”
Magdalena tiene 74 años y es alumna de On Stage. Asegura que ha descubierto que después de los 70 empieza una vida nueva: “las mayores ya no estamos ni con el rodete, ni con el vestido negro, ni zapatos bajos, sino que nos subimos a los tacos, nos ponemos colores y nos soltamos el pelo. Sentimos que en este lugar podemos trasmitir esa alegría que tal vez por timidez, por estructuras, por creencias no se podían y acá tenemos la oportunidad de expresarnos y divertirnos. Ni hablar cuando nos subimos al escenario, eso es ya el poder ser, poder expresarnos y demostrar a nuestros nietos que la vejez es muy linda y que nosotras también tenemos algo para mostrar, amén de ir a todos los concerts de ellos y todas las fiestas de fin de año, nosotras también podemos subirnos y que ellos nos aplaudan”, asegura Magdalena que confiesa que encuentra en la escuela de baile un sitio con un alma propia que es difícil de explicar.
Caro Beltran (47) es alumna hace ocho años y se declara fan del espacio. El baile era una asignatura pendiente y con Male encontró una propuesta que le cuadraba a la perfección con su dinámica familiar, el trabajo y la logística diaria. “Encontré algo más que el baile. Una llega a las clases con miles de temas, a las corridas de la vida diaria, pero salís renovada, transformada física y emocionalmente. Estamos todas en la misma sintonía, siendo madres, trabajando independiente pero priorizando estos espacios donde te encontrás con personas afines con las que disfrutas de las mismas cosas y a veces esas clases terminan en un café, una salida al teatro, un encuentro de mujeres siendo amigas”, cuenta Caro. Admite que llegó aquel primer día con cierta timidez buscando conocer de qué se trataba todo eso y encontró un espacio que la hace feliz.
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