Atravesaba una etapa desoladora hasta que conoció a alguien a lo "mujer bonita"
Con cierta timidez Micaela pide disculpas si su historia de amor ofende a alguien. Decidió abrir su corazón y contar su historia para demostrar que con una oportunidad y sin prejuicios se puede levantar a una persona desde sus cenizas, más aún si hay predisposición de ambas partes.
Micaela (30) vivía en Villa Gesell. Como toda ciudad que vive del turismo no es fácil llevar adelante la temporada baja. En ese momento sus dos hijos eran muy chiquitos, con su ex pareja tenían una muy mala relación, "el me trataba como a una zorra sin serlo antes, sin haber conocido las mañas de una mujer experimentada", cuenta Micaela. El padre de sus hijos nunca quiso formar parte de la vida de ellos ni hacerse cargo. La solución era hacer una demanda por alimentos pero requería de un abogado y plata para costearlo, algo difícil de conseguir para ella.
El día a día se le hizo difícil, no le alcanzaba el dinero para dar de comer a sus hijos asi que cualquier trabajo que apareciera era bienvenido: trabajó vendiendo productos de belleza, como empleada doméstica y de vez en cuando como camarera en algún que otro boliche nocturno de fin de semana.
Pero un día las cosas se complicaron, las ventas de productos de belleza bajaron y el boliche cerró. Micaela no tenía a quién recurrir y empezó a pensar en cómo generar un ingreso rápido y poder pagar el alquiler todos los meses.
Un aviso por sus servicios
La solución más rápida a sus problemas económicos no era de su agrado, pero sentía que no le quedaba otra opción, necesitaba plata y la necesitaba ya.
Con cierto dolor publicó un aviso ofreciendo sus servicios sexuales, era en una página de servicios de acompañantes, "no se especificaba el sexo, yo no era guaranga para decir hago esto o aquello, mi mensaje era más del estilo ofrecer una compañía dulce", cuenta Micaela. Para su sorpresa los resultados no tardaron en llegar. Empezó a trabajar como acompañante pero desde un primer momento supo que no quería quedarse solo con eso, así fue que mientras tanto seguía buscando trabajo incansablemente, "buscaba trabajo decente de cajera, limpieza o camarera, pero al ser una ciudad que vive del turismo y estábamos en temporada bajísima, no me quedaba otra". Se sentía triste, abatida y vencida. Pasaban un fin de semana tras otro pero ella se resignaba a que su vida estuviera marcada por esa situación que la sentía sin salida.
Empezó a flaquear y sentía el pecho oprimido. Habían pasado dos meses y la situación no mejoraba, aún no le alcanzaba la plata para prescindir de aquel trabajo secreto que la hacía sentirse un objeto. Estaba completamente desesperanzada.
Una nueva cita para pagar las cuentas
Micaela no puede olvidar aquel sábado que resultó diferente. Eran cerca de las tres de la tarde y se dirigía, sin ganas, a una de esas citas que le pagaban las cuentas, no quedaba otra que aceptar.
Pero estaba vez no llegó a lo pautado, en el camino le sonó el teléfono, era un hombre que quería una cita para esa misma tarde.
"El chico que me hablaba no me preguntó por las lolas, ni por el "cabus" o por mis labios, ni fotos me pidió. Él quería una guía turística, accedí a ir a esta cita y no a la otra que me daba mala espina", recuerda Micaela que aún ignoraba que este día sería el principio de un nuevo capítulo en su vida.
Lo segundo que le llamó la atención era que su aviso "no era explícito y él usó su imaginación a la hora de abordarme lo cual a mí ya me pareció bastante humano ya que sabía que de algún u otra forma terminaríamos a lo que publicaba la imagen. Pero no se dio esa noche sino horas antes de despedirlo", adelanta Micaela.
Pero volvamos al momento en el que se conocieron: ella canceló su cita prevista y fue al hotel céntrico para encontrarse con su nueva opción.
En el hall la recibió un muchacho alto, esbelto con una sonrisa de oreja a oreja que la saludó y se presentó como "el turista", Micaela quedó deslumbrada. Se presentaron y acordaron los gastos por hora. El plan era recorrer durante seis horas.
Pasearon, comieron, hablaron de música, películas, conspiraciones de extraterrestres, disfrutaban el tiempo juntos. El turista le preguntó si podía quedarse a pasar la noche con él, Micaela llamó a su casa para avisar que volvería al día siguiente.
Se fueron a un bar rockero que a ella le gustaba mucho, tomaron algo y siguieron hablando como si ambos hubieran estado esperando todo este tiempo para hablar de todo aquello que tenían que soltar.
Él se llamaba Mariano, diez años mayor y trabajaba en Buenos Aires. Estaba rodeado de familia y amigos y sin embargo se sentía solo. Al día siguiente tenía que volver a su realidad.
Esa noche durmieron juntos y recién de madrugada tuvieron intimidad. Fue tanto el acercamiento real que sintió Micaela que hizo lo que ella considera una tontería: se sacó la gomita del pelo y le prometió que el día de su cumpleaños ella iba a ir a su casa a buscarla, siempre y cuando él estuviera de acuerdo.
A Mariano se le iluminó la cara, la idea le pareció de lo más encantadora, la guardó en su billetera y esperaría ansioso a que llegara el día.
Se despidieron y Mariano, cumpliendo con su parte, le pagó las horas acumuladas que fueron 31 horas en total.
"Él se fue a su ciudad y yo me quedé liviana y hasta con esperanzas, no veía una relación pero sí me sentía un poco más sana de todo ese dolor que me oprimía últimamente", cuenta Micaela que empezó esa noche su proceso de sanación.
Meses después un nuevo encuentro
Siguieron hablando por mensajes y video llamada.
Unos meses después llegó el día de cumplir la promesa: Micaela consiguió quien le cuide a sus hijos y viajó a Buenos Aires para el cumpleaños de Mariano. Él la esperaba con los brazos abiertos y su enorme sonrisa.
En plan de amigos festejaron el cumple con la familia de él. Hubo risas, comida, miradas cómplices y antes de volver a Villa Gesell Mariano le pidió que se mudara con él, quería formar una relación y que Micaela se tomara el año sabático y descansara de todo aquello.
A Micaela la idea le pareció prometedora, por fin iba a poder terminar con la vida que no le era de su agrado, y encima para empezar una historia de amor. Se mudó a Buenos Aires con sus dos hijos, probaron convivir y resultó mejor de lo esperado. Ella consiguió varias ofertas de trabajo, se enamoró de la ciudad con su bullicio, su cultura e historia. Llevan siete años juntos y tuvieron un hijo que se suma a la familia de cinco.
"Todavía hay algo de él que me sorprende y es que nunca me trató como tal durante aquella primera cita. Él es un caballero como ninguno, después de ese tormentoso pasado lo único que hice fue empezar a sanar y empezar de cero a creer nuevamente en el amor y a disfrutar un poco más de esta vida", dice emocionada Micaela.
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