Samuel Doe gobernó por 10 años Liberia y tuvo una presidencia brutal y corrupta, hasta que un estallido rebelde lo derrocó en septiembre de 1990; los tremendas imágenes previas a su ejecución fueron difundidas al mundo
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El presidente de la Repúbica de Liberia, Samuel Kanyon Doe, llora y suplica por su vida. Está arrodillado, semidesnudo y con sus dos manos atadas a la espalda. Los soldados enemigos que lo rodean, al mando del jefe rebelde Prince Johnson, no se apiadan de él ni por un segundo. Se burlan, lo torturan y lo graban en un VHS que luego sacudirá al mundo.
Es el 9 de septiembre de 1990 y Doe sabe que su hora final ha llegado. Durante los últimos diez años fue el amo y señor de su país. Un dictador brutal y corrupto que comenzó su liderazgo de la misma manera en que terminaría: con derramamiento de sangre, crueldad y muerte. En este caso, la suya.
Ubicada sobre las costas del Atlántico, al norte del Golfo de Guinea, Liberia cuenta con una historia singular, ya que es la única nación de África que no fue en algún momento colonia de un país Europeo. Sin embargo, su pasado no carece de una dominación proveniente del extranjero. Es que el origen de Liberia tiene que ver con la repatriación a África de un grupo de esclavos liberados en los Estados Unidos y sus descendientes. Por ello su nombre significa “Tierra de los Libres”.
“Tierra de los libres”
A partir de 1822, y con distintas idas y vueltas, los grupos de afroamericanos fueron instalándose en un territorio que originalmente fue comprado a Sierra Leona. En 1824 se eligió el nombre del país y se llamó a su capital Monrovia, en honor al presidente estadounidense de entonces, James Monroe. En los primeros años, Liberia fue colonia de un organismo creado en Estados Unidos llamado Sociedad Colonizadora Americana (ACS), pero en 1842 se independizó de este ente y se transformó en la segunda república gobernada por negros después de Haití.
Su primer presidente fue Joseph Jenkins Roberts, un millonario estadounidense del estado de Virginia que vivía en África desde 1829. Los inmigrantes conservaban en el nuevo país el idioma inglés, parte de las costumbres estadounidenses, como la vestimenta y la arquitectura y hasta la bandera era similar a la de los Estados Unidos
Desde ese entonces, la minoría de afroamericanos o ‘américo-liberianos’, que había llegado a esta tierra -y que seguía llegando en diversas oleadas- fue la que ocupó los lugares de poder en la nueva nación, gobernando sin mostrar interés por las necesidades y los derechos de las diversas etnias y tribus que habitaban originariamente el territorio. También se manejaban apelando fraude electoral cuando lo necesitaban y con actos de corrupción ya casi instituidos.
Estados Unidos, además, seguía teniendo influencia sobre la política local y sobre todo en su economía. Por caso, en 1926, la compañía Firestone se instala en el país y siembra árboles de caucho en ese territorio para dotar de ese material a toda la industria del neumático estadounidense.
El golpe de Estado de Doe
El dominio de esta elite de los descendientes de los que regresaron al continente negro duró por décadas. Fue justamente Samuel Doe el que puso fin al ciclo estos gobiernos minoritarios. Lo hizo a través de un golpe de Estado que se caracterizó por su ferocidad. Fue el 12 de abril de 1980. El gobierno del entonces presidente William Tolbert atravesaba una crisis económica por la caídas del valor del caucho a nivel internacional.
Parte de la población descontenta con la situación se volcó a las armas. Entre ellos estaba el joven sargento Doe, de entonces 29 años y de la etnia krhan, que encabezó con sus hombres un ataque nocturno a la residencia presidencial, una lujosa mansión con vista al océano Atlántico. Sin contemplaciones, los hombres del líder rebelde asesinaron a Tolbert esa misma noche.
Tras tomar el poder y autoinvestirse presidente, Doe y su gente ejecutaron a 13 miembros del gabinete del presidente depuesto. Y lo hicieron de una manera humillante. Primero, los pasearon desnudos por las calles de Monrovia y luego los fusilaron en la playa. El resto de los miembros del gobierno depuesto sufrió persecuciones y los que no pudieron huir del país, terminaron en prisión.
De este modo sangriento, Doe se transformaba en el primer mandatario originario que tenía Liberia en su historia, luego de 133 años de ser liderada por americo-liberianos. En un informe que sobre él realiza la Televisión Española señalan que, hasta ese momento, Doe era un perfecto desconocido que tocaba la corneta en la banda de música del ejército y apenas sabía escribir su nombre. Pero, como parte de esas costumbres narcisistas que tienen los dictadores, una vez instalado en el poder, él se autoproclamó general, y por decreto recibió el título de “doctor” de las dos Universidades que había entonces en el país.
Guerra fría y un presidente millonario
Hay que decir también que, en el contexto mundial de la Guerra Fría, la dictadura de Doe recibió el apoyo de los Estados Unidos, siempre temerosos de que el país pudiera caer bajo dominio político de los rusos. Mucho dinero de Norteamérica fue inyectado en la nación africana, que también fue una base para que agentes de la CIA realizaran tareas de espionaje para seguir los pasos de un enemigo de ese tiempo, el régimen de Muamar Gadafi, en Libia.
Por el dinero destinado a Liberia y la inversión en la explotación de materias primas, los analistas decían que durante el gobierno de Doe, Liberia era “una multinacional de los Estados Unidos”. A su vez, corrupción administrativa mediante, el dictador liberiano se convirtió en una de las personas más ricas del continente, con participación accionaria en todas las compañías madereras y mineras del país. En 1982, el líder de Liberia emprende una gira internacional, que incluye ser recibido por el mismísimo presidente Ronald Reagan en la Casa Blanca.
Mientras se convertía en el presidente mimado por los estadounidenses, Doe mantenía su lugar en la cumbre del poder mediante la eliminación de cualquier posible competencia o funcionario que pudiera hacerle sombra. En términos legales, luego de disolver la Constitución del país al arribar al mando, en 1984 el líder hace una nueva Carta Magna e invita a elecciones. El dictador resulta vencedor, aunque el supuesto sufragio democrático está plagado de dudas y acusaciones de fraude.
En 1985, un grupo de rebeldes intenta dar un golpe contra el gobierno de Doe. Pero la sublevación fracasa y la respuesta del dictador es pavorosa: no solo que ejecuta a los líderes de la confabulación, si no que también son asesinados miles de ciudadanos. Los cadáveres quedan esparcidos por las calles de Monravia, como testimonio de la crueldad del líder.
Estalla el conflicto: principio del fin de Doe
En 1989 la situación internacional cambia. La caída del muro de Berlín y el comienzo de la disolución de la Unión Soviética producen que los Estados Unidos deje de sostener el régimen de Doe. De este modo, cuando en diciembre de 1989 estalla un fuerte conflicto con vistas a destituir al dictador, Doe se encuentra bastante desprotegido.
Son principalmente dos las fuerzas de ejércitos populares que emprenden la tarea de derrocar al tirano. Una de ellas, el Frente Patriótico Nacional de Liberia (NPFL), liderado por Charles Taylor, un exfuncionario de Doe que se encontraba en el exilio. La otra, el Frente Patriótico Nacional Independiente (Inpfl) que, liderado por Prince Johnson, es un desprendimiento de la organización anterior.
Todo se inicia cuando las fuerzas de Taylor realizan un ataque contra la tropa oficialista en Nimba, un condado de noreste liberiano. Esta ofensiva es respondida de modo brutal por las fuerzas de Doe, que matan indiscriminadamente civiles, incendian pueblos, saquean poblaciones y violan a sus habitantes. Las víctimas, en la mayoría de los casos, son de las etnias mano y gio, por lo que el conflicto también toma un cariz racial que no deja de ser importante.
Como otro acto que muestra la atrocidad del régimen, el 29 de julio de 1990, unos 30 soldados de Doe cometen una masacre en la iglesia luterana de San Pedro, en Monrovia. Los uniformados asesinan a unos 600 feligreses que se encontraban dentro del templo. Otra vez, los ejecutados eran de las tribus mano o gio. Tanto Taylor como Johnson estaban alineados a esta última etnia.
Pero el cerco se cierra alrededor de Doe cuando los insurgentes llegan a la capital de Liberia y se acercan a su fortificada mansión presidencial, que se encuentra fuertemente custodiada. El desenlace del dictador se produce cuando él abandona su residencia para dirigirse a una reunión con Arnold Quainoo, general a cargo del Grupo de Monitoreo de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Ecomog). Se cree que el presidente iba allí, a hablar con un organismo neutral, a buscar un salvoconducto para salir del país.
La caída del dictador
Pero el encuentro nunca se produjo. Doe y sus custodios tienen un cruce con las fuerzas de Johnson y se produce una batalla que aproximadamente dura una hora. Al finalizar, el dictador es capturado. Tiene las dos piernas heridas de bala de ametralladora. A partir de ese momento, comenzaría su tormento final.
Sentado frente a un escritorio en la residencia que fuera el hogar de Doe por 10 años, Princie Yomie Johnson miraba a su prisionero ilustre, que se encontraba en paños menores, con las manos atadas a sus espaldas y absolutamente desesperado. Poco tiempo antes, el ganador de la contienda en el seno del poder liberiano se había proclamado presidente del país. El nuevo líder presenciaba cómo sus hombres golpeaban y escarnecían a su enemigo con un walkie talkie en una mano y una lata de cerveza estadounidense en la otra. Tomaba sin preocupaciones y no mostraba una pizca de compasión.
Alguien graba con una cámara para VHS alternativamente al nuevo líder disfrutando de la bebida y al expresidente en sus últimos momentos, en medio de la humillación. Los rebeldes lo acosan con un micrófono, quieren que les diga dónde ha depositado los millones de dólares que se “perdieron” mientras él gobernaba. El exhombre fuerte de Liberia llora. Hace un último pedido de clemencia: “Yomie, dos personas se pelean, una gana. Perdóname, por favor”. La respuesta de Johnson es negativa.
En un momento, los rebeldes echan a su prisionero contra el piso y le cortan la oreja derecha con un cuchillo militar. También cortan sus dedos. Un rato más tarde, lo ejecutan a balazos. Al día siguiente, sin embargo, el vocero oficial del nuevo presidente, Marcus Dahn, atribuye la muerte del dictador a la pérdida de sangre. Niega que Johnson haya asesinado al exlíder. “De hecho, la muerte de Doe es un pesar -señala el vocero-. Porque hemos mantenido que no utilizaríamos los mismos medios brutales con los que ese hombre gobernó el país”.
Muertos y desplazados
Pero los medios brutales continuarían mucho tiempo más. El cuerpo del líder asesinado, que al momento de morir tenía 39 años, es cargado desnudo y en camilla en un paseo morboso por las calles de Monrovia, donde continúan los combates para terminar con lo que queda de las tropas del expresidente. El odio racial se lleva en esos días las vidas de unos 5000 liberianos, entre los pertenecientes a las etnicas krahn, gio y mano.
En noviembre de 1990 asume la presidencia del país Amos Sawyer, que fue elegido en Gambia por diferentes partidos políticos y grupos de interés de Liberia. Johnson pasaría a ser senador nacional. En cuanto a Taylor, tuvo la oportunidad de ser presidente en 1997, pero sus políticas dictatoriales y sus negocios turbios con la guerrilla de Sierra Leona -vendía armas a cambio de diamantes- van a provocar la llamada “segunda guerra civil en Liberia”, que se extendió entre 1999 y 2003.
Años después, este expresidente fue juzgado por crímenes de guerra y también por otros once cargos, entre los que se encuentran asesinatos, violaciones, esclavismo, mutilaciones y uso de menores como soldados. Fue condenado a 50 años de prisión.
Según un informe realizado por la Fundacion Solidaridat de la Universidad de Barcelona, en total, entre el comienzo del conflicto civil liberiano, en 1989, y hasta el final del mismo, en 2003, hubo unos 150.000 muertos. Y miles de desplazados. El crimen de Samuel Doe fue apenas una mojón de una escalada de violencia que tiñó de sangre un país nacido, paradójicamente, para ser una tierra de libertad.
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