Algún despistado podría presentarla, simplemente, como la mujer de Eduardo Novillo Astrada (47), presidente de la Asociación Argentina de Polo y ex jugador de alto handicap. Pero los fanáticos de la moda de los 90 saben muy bien que antes de convertirse en una "mujer del polo", Astrid Muñoz (45) fue una de las grandes modelos de su generación. Amiga íntima de Mario Testino, con quien hizo infinidad de campañas y editoriales de moda, y de Carine Roitfeld, su otra gran mentora en la escena parisina, esta puertorriqueña determinada y amable, que logró convertirse en una de las primeras supermodelos latinoamericanas, se estaba despidiendo de una gran carrera internacional cuando conoció al polista en una boîte de Londres, en 2008.
Son las 5 de la tarde de un miércoles primaveral y estamos en la mitad de su primera sesión fotográfica desde que se convirtió en madre. Falta que el sol caiga un poco más para las últimas fotos y Astrid propone hacer un recreo. Tristán, su hijo de un año y diez meses, se portó de maravillas durante el shooting. Mientras él juega con Naty, su niñera, en el living de La Aguada (el campo de los Novillo Astrada en Open Door), surge el primer tema de esta entrevista, que continuará días después en el café del Malba.
El embarazo no fue el idilio que imaginaba. Más bien fue un remolino, sentí que me sacaban el piso de los pies. El trabajo interno que hacés es muy grande
MISS SUPERMODEL
Se le ilumina la mirada cuando rememora sus comienzos en París. Era 1996, tenía 22 años y poco tiempo que perder cuando aterrizó en la cuna de la alta costura: sus padres no aprobaban que se dedicara al modelaje y su presupuesto era acotado. Enfocada en hacerse un nombre pronto, estudió el trabajo de los fotógrafos de las revistas más prestigiosas, hizo un short-list de los que podrían estar interesados en su perfil y se la pasó a su booker en la agencia Metropolitan. Era la primera vez, en la historia de Ingrid, su representante, que una mannequin mostraba ese nivel de compromiso con su carrera. "A mí no me descubrieron en una disco como a Claudia Schiffer. Tuve que trabajar para forjar mi destino", confía.
Si bien Testino dijo haberla descubierto alguna vez, lo cierto es que el boom de Astrid se dio por mérito propio. Si sus compañeras hacían un casting por jornada, ella hacía siete. Así fue como en una prueba en Daylight Studios, vio que el famoso fotógrafo peruano tenía reservados un par de días para hacer un editorial de moda. "¡Conseguime un meeting con Testino! ¡Decile que una modelo caribeña quiere conocerlo!", le dijo a su agente. La reunión se dio. Y Mario enloqueció con Astrid, quien inmediatamente se convirtió en su musa.
Tras haber construido los cimientos de su carrera en la Ciudad Luz, Miss Muñoz empezó a viajar a Manhattan. "En París uno hace su carrera y en Nueva York, la plata", explica. Astrid fue una de las primeras latinoamericanas en subirse a la pasarela de Victoria’s Secret (su amistad con el productor de desfiles Alexandre de Betak, marido de Chufy Sánchez, se remonta a aquella época) y en hacer las impactantes tapas de Sports Illustrated.
La maternidad me enseñó a ser humilde y a soltar. Pensé que iba a ser una madre relajada y me descubrí como una mamá que pone límites
NACEN LA FOTÓGRAFA… Y UN GRAN AMOR
Su éxito duró una década. Fue desenganchándose de la moda tras cumplir su último sueño, que era trabajar con Peter Lindbergh. Unas vacaciones fortuitas en Tulum, donde aterrizó con su primera cámara fotográfica, se transformaron en cuatro años en tierras mayas. Y pasó largas temporadas en distintas regiones mexicanas, mientras sacaba fotos en completa sintonía con la naturaleza. Si bien seguía viajando a París (donde montó su primer taller de revelado en un ático) y Nueva York para cumplir con compromisos laborales, nacía la fotógrafa y atrás quedaba la mannequin.
Llegamos a 2008. Dedicada de lleno a la fotografía, Astrid conoció a Eduardo Novillo Astrada en una disco en Londres, donde se había instalado por amor. "Venía del mejor baby shower de mi vida. Mi amiga había reservado una suite en un hotel y había contratado maquilladoras, un bar de pestañas y una barra de cócteles. A las 11 de la noche se quería ir a dormir y un par de nosotras estábamos para seguir, entonces llamé a un amigo, que es dueño de la mejor discoteca de la ciudad, y nos fuimos a bailar. Al final de la noche, cuando nos íbamos, alguien me agarró de la muñeca. Asustada, pensé que era un inglés borracho, pero bajé la guardia cuando vi la sonrisa de Eduardo y oí su acento extranjero", cuenta.
Esa noche, Astrid y Eduardo intercambiaron teléfonos y, aunque salieron un par de veces en Londres, se enamoraron definitivamente unas semanas después, cuando ella lo visitó en Sotogrande, durante la temporada española de polo. Divorciados los dos,esperaron cuatro años para pasar por el Registro Civil –su boda fue el 4 de mayo de 2012, en Buenos Aires– y otros años más para convertirse en padres de Tristán, que nació el 6 de enero, el día de Reyes, la festividad católica preferida de Astrid.
–¿Cómo describirías estos once años junto a Eduardo?
–Como una gran historia de amor y de aprendizaje. Al ser el segundo matrimonio de ambos, los dos encaramos nuestra relación con madurez y eso hizo que funcionáramos. Suena demasiado romántico, pero es cierto: tantos años después de nuestro flechazo, seguimos creciendo a la par. Hay que apostarle al amor siempre.
–¿Qué te enamora de él?
–Sigue siendo lo mismo que me encantó desde un principio: Eduardo es el mejor padre que conozco. Cuando empezamos a salir, él ya era papá [el ex polista tiene tres hijos, los mellizos Justo y Cruz (20) y Lucio (13), fruto de un primer matrimonio] y todos los días, no importaba en qué parte del mundo estuviéramos, él llamaba a sus hijos. Eduardo es una persona en la que se puede confiar, por algo siempre fue capitán de sus equipos. Es una persona querida y muy atenta.
–En alguna charla anterior, contaste que te resultó fácil conectar con sus hijos.
–Viajé a Sotogrande con quince libros que había comprado en Amazon sobre los hijos de padres divorciados. Yo misma soy hija de padres divorciados y sabía de ese dolor. Era importante para mí que los chicos supieran que yo venía a sumar y no a quitarles a su padre. Volé a España con todo ese material y lo leímos juntos. Los hijos de Eduardo son divinos. Y hoy tenemos una linda amistad.
LA MAMÁ DE TRISTÁN
–Tristán se hizo esperar: llegó a tus 42 años.
–Así es. Fue un hijo muy deseado y llegó en el momento en que tenía que llegar. Yo no sé si hubiera sido la madre que soy hoy si Tristán hubiera nacido antes.
–¿Cómo viviste el embarazo?
–No fue el idilio que imaginaba. Más bien fue un remolino, sentí que me sacaban el piso de los pies. El trabajo interno que hacés cuando estás embarazada es muy grande y, cuando nace tu hijo, tenés que poner el cuerpo aún más. Lamentablemente, las mujeres de ahora no contamos con la ayuda de las tías, las abuelas y esa red de contención a la que podíamos recurrir antes. En ese sentido, creo que la maternidad, hoy, es más difícil porque ya no existe esa contención durante el posparto.
–¿Ayudó que tu marido ya tuviera experiencia?
–Absolutamente. Al ser primeriza, yo le tenía miedo a todo. La maternidad me enseñó a ser humilde y lo más importante de todo: a soltar.
–¿Cómo viviste el parto?
–Me preparé "a lo Astrid": hice ejercicios de visualización, elegí música y cuando llegó el momento no me acordé de nada y fui a cesárea. En estos años entendí que los hijos vienen a enseñarte. En mi caso, Tristán me enseña a vivir el momento, una lección difícil para mí.
–¿Qué tipo de madre pensabas que ibas a ser y cómo sos en realidad?
–Pensé que iba a ser una madre libre, relajada, y me descubrí como una mamá que da estructura y pone límites.
–¿Cómo es Tristán?
–Nació superalerta, con los ojos bien abiertos. Es un observador feliz. Eso me da tranquilidad porque significa que le estamos dando cosas buenas. Es un chiquito relajado y desenvuelto. Le encantan los taquitos de polo y las pelotas de fútbol. Y se perfila habilidoso en ese sentido.
–¿Te gustaría que fuera deportista como su padre?
–Lo voy a acompañar en lo que él quiera hacer y voy a poner todo de mí para que sea una buena persona.
–¿Te gustaría darle hermanos a Tristán?
–No. Cerramos la fábrica. Somos una familia grande, Tristán ya tiene tres hermanos mayores.
LOS OJOS EN EL HORIZONTE
–Antes resultabas algo distante y ahora se te ve más cercana, más dada. ¿Qué cambió?
–Con la maternidad estoy cerrando un círculo. Convertirme en mamá era mi última meta y la más importante. Ahora que Tristán está por cumplir 2, siento que empieza otra gran etapa de mi vida. Es tiempo de arremangarme y ver qué puedo aportar. Hace unas semanas puse un proyecto en marcha, que volvió a darme un propósito y me hizo sentir cosas que hacía tiempo que no sentía, como la adrenalina de crear algo. Ver el mundo desde un nuevo punto de vista me está dando una energía increíble.
–¿De qué se trata el proyecto?
–Estoy armando un concept store con arte, muebles, ropa y accesorios de artistas y diseñadores argentinos. Se llama Curatoria Objetos Únicos y abrió el 23 de noviembre, durante el Abierto de Palermo. Ya tenemos un lugar en el Museo de Remonta y Veterinaria [detrás de la Cancha 2] y, si todo sale bien, la idea es llevar el diseño argentino al exterior.
–¿Es tu manera de acompañar la gestión de tu marido como presidente de la Asociación Argentina de Palermo?
–Eduardo me pidió que acercara el diseño y el arte argentino al polo. Además, estoy a cargo de la remodelación del castillo de la asociación en Pilar. Me hace mucha ilusión.
–¿Extrañabas trabajar?
–Claro, ¡si trabajé toda mi vida! Volver al ruedo me encendió. Estoy con la energía renovada y con muchísimas ganas de hacer y conectar personas.
–Ahora que lograste cumplir tu sueño de ser madre, ¿qué te queda?
–De Argentina no me voy. Ya está: es el lugar donde elegí echar mis raíces.
Producción: Sergio Bárbaro. Maquillaje y pelo: Sofía Carnevale para Estudio Novillo con productos L’Oréal Paris. Agradecimientos: Arandú, Minerva Littles y Graciela Zito
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