Aston Hall: el tenebroso hospital psiquiátrico que experimentaba con niños vulnerables
Allí, muchos pacientes fueron sometidos a crueles pruebas, como inyectarles un “suero de la verdad”; quién era el médico que se escondía detrás de estas atrocidades
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A simple vista, Aston Hall no es más que un imponente, y aparentemente tranquilo complejo residencial ubicado en la ciudad de Derby, Reino Unido. Desafortunadamente, para los ciudadanos ingleses, la comunidad científica y las decenas de niños que vivieron en carne propia el terror detrás de sus barrotes, esto no siempre fue así.
Su majestuosa fachada, venerables cimientos, increíbles paisajes y envolvente ambiente de serenidad fueron elementos que durante mucho tiempo engañaron a todos los pobladores de la zona, pero no lo hacen más: Aston Hall, lejos de ser el hospital psiquiátrico modelo al que acudían niños y adolescentes vulnerables de todo el país, era el epicentro de los más crueles, aterradores y macabros experimentos.
“La verdad es que éramos juguetes humanos. Éramos un pedazo de carne con quien jugar, a puertas cerradas. Y este hombre, este monstruo, se suponía que nos estaba protegiendo”, relató Bárbara O’Hare, en declaraciones para el periódico británico Daily Mail en 2018. La mujer fue una de las innumerables pacientes que denunció haber sido víctima de los experimentos de este lugar.
No todo lo que brilla es oro y, para demostrar esta frase, está Aston Hall, un prometedor hospital psiquiátrico que sucumbió ante un reinado de terror y una lista incalculable de abusos disfrazados de buenas intenciones.
Un hospital del terror
En 1930, el hospital Aston Hall, ubicado en el condado de Derbyshire, Reino Unido, abrió sus puertas al público con un aparentemente benévolo propósito: tratar a niños y adolescentes con problemas mentales. Las autoridades locales pusieron allí a los niños bajo cuidado de todo el país, tanto para el tratamiento a largo plazo como para el cuidado los fines de semana, según lo citado por el diario británico The Guardian.
Hasta su clausura, en 1993, a nadie -excepto a los directos implicados- se le cruzaba por la cabeza que dentro de los imponentes muros y los desgastados barrotes del prestigioso centro psiquiátrico tenía lugar una espantosa pesadilla.
De no ser por un grupo de personas que fotografió el hospital justo antes de su derrumbamiento, tal vez las historias de los pacientes hubiesen quedado enterradas en el olvido, junto con las montañas de ilusión, esperanza y confianza que depositaron -en vano- en el centro psiquiátrico británico.
De la mano de las imágenes, los primeros atisbos de verdad comenzaron a salir a la luz. Decenas de personas denunciaron haber sido víctimas de macabros, ilegales e inhumanos experimentos por parte de Kenneth Milner, el superintendente médico en Aston Hall desde 1954 hasta la década de 1970. Tras las arduas investigaciones por parte de las autoridades británicas, se logró establecer que al menos 65 niños fueron abusados mientras Milner fungía como superintendente del hospital.
A todos, sin excepción, los sometía a un tratamiento tan escalofriante como desconcertante: “Desnudarse, bañarse, administrar medicamentos mediante inyección (amital de sodio) antes de vestirse con una chaqueta pesada descrita como similar a una camisa de fuerza”, de acuerdo con un informe de la Policía de Derbyshire citado por The Guardian.
Cuando, por fin, quedó al descubierto el verdadero “infierno” al que eran sometidos los pacientes, la Policía recopiló 115 declaraciones de testigos y registró 77 delitos -incluidos 33 casos de abuso físico y 40 sexuales- que daban cuenta de que Aston Hall no había sido un centro psiquiátrico común y corriente, había sido un hospital del terror.
”Planeábamos escaparnos. Pero cada noche, ir a la cama con barrotes en las ventanas y saber que no había escapatoria, era aterrador. Y ese miedo está conmigo, incluso ahora”, fueron las palabras de Carol Minto al relatar al periódico británico The Mirror su perturbadora estadía en Aston Hall.
La inyección de la verdad
Aunque los recuerdos de las víctimas de Milner varían, en algunos de ellos, existe un elemento en común que unifica sus relatos: se trata, nada más y nada menos, que del ‘suero de la verdad’.”Lo llamaba narco análisis, pero era amital de sodio”, contó al periódico británico Daily Express Trevol Bell, otro de los internos del hospital que se atrevió a sacar a la luz su historia después de décadas.
El narco análisis es una terapia psicológica que se emplea para hacer surgir recuerdos olvidados mediante el descenso del nivel de conciencia provocado por la inyección de un narcótico. En el caso de los internos, era el amital de sodio o también conocido como “el suero de la verdad”, llamado así por su capacidad de desencadenar recuerdos bloqueados.
Aunque difícil de creer, este tratamiento poco convencional fue usado, principalmente, durante la Segunda Guerra Mundial para tratar a los soldados que se encontraban en estado de shock. Las experiencias traumáticas de los combatientes, en muchas ocasiones, eran reprimidas y se reflejaban en parálisis física o depresión; por lo que, en vez de recurrir a la psicoterapia tradicional -que llevaba mucho tiempo-, los psiquiatras decidieron optar por el amital de sodio no solo para romper, sino también para curar, temporalmente, la represión que azotaba a los soldados.
“Una vez encontrado ese evento traumático y con el paciente capaz de expresarlo, puedes ‘drenar’ el trauma, la pena. Como un absceso físico, las emociones conectadas con el evento saldrán a la luz y los síntomas se resolverán”, aseguró Norman Poole, psiquiatra del Hospital de St. George en Londres, en diálogo con BBC Mundo.
Tras la finalización de la guerra y con el desarrollo de nuevos y mejorados tratamientos alternativos, el narco análisis pasó, rápidamente, de moda; pero se quedó, hasta finales de la década de 1970, en Ashton Hall, donde cientos de niños fueron inyectados con el suero paralizante en un intento de ‘curarlos’ de sus traumas pasados.
”Recuerdo que era como estar borracha. Le decía: ‘Siento como que me hubiera tomado una botella de gin, como si me hubiera tomado dos botellas’. Me acuerdo que le decía: ‘Feliz Navidad, doctor’, contó Marianne, otra de las pacientes del hospital psiquiátrico, al portal BBC Mundo, luego de relatar que, durante una sesión con Milner, había sido desvestida y obligada a usar una bata blanca.
A su crudo relato se suma el de Trevol, quien, al igual que Marianne, admitió haber sido sometido a confusos procedimientos mientras se encontraba internado en Ashton Hall: “Me desnudaron, me pusieron en una habitación acolchada, todo era blanco. Me dieron una inyección, a continuación, me pusieron una sábana sobre la cara, que cubría todo excepto mi nariz. Y luego vertieron éter en mi cara”.
No es solo el uso de la droga lo que está en cuestionamiento hoy, sino lo que Milner está acusado de haber hecho luego de que sus pacientes estuvieran bajo la influencia del amital de sodio. Abuso sexual, agresión indecente y crueldad infantil son solo algunas de las acusaciones que hubiese recaído sobre el antiguo superintendente de no haber sido porque murió, en el año 1976, mucho antes de poder rendir cuentas ante la justicia.
A las denuncias de abuso sexual, se sumaron declaraciones de una paciente que dice fue golpeada mientras intentaba resistir el tratamiento; mientras que a otra, presuntamente, le tiraron del pelo repetidamente para obligarla a tomar medicamentos.
Un informe de 2018 de la Junta de Protección de Niños de Derbyshire estableció que las afirmaciones hechas por docenas de expacientes eran genuinas y, entre otras cosas, afirmó que: “Teniendo en cuenta estas dificultades y la escala del presunto abuso físico y sexual que ha surgido en la evidencia, no consideramos que sea factible o apropiado para nosotros tratar de llegar a conclusiones firmes sobre cada caso específico”.
Entre mitos y realidades, el hospital psiquiátrico de Ashton Hall, ahora demolido y reemplazado por un complejo residencial, se sigue erigiendo como una de las grandes pesadillas de quienes fueron, en algún momento, presos de su crueldad.
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