Arte y vino, un maridaje cultural
En Mendoza, las bodegas no sólo se ocupan de sus mejores cosechas; también les dan espacio a obras, pinturas, esculturas e instalaciones
El vino y el arte son dos expresiones de la cultura, y en tierras mendocinas se combinan para dejar sus huellas en los sentidos de los visitantes. Además de labrar la tierra, cosechar la vid y ofrecer exquisitos sabores, muchas bodegas dedican tiempo y espacio a otras manifestaciones artísticas.
En pleno centro de la ciudad, el hotel Sheraton sugiere paseos personalizados por los lugares donde la uva y la pintura forman una dupla ideal. La propuesta comienza no bien el huésped ingresa en el lobby: variedad de obras de artistas cuyanos decoran las paredes del hall de recepción. Se pueden ver diferentes muestras de esculturas, pinturas e instalaciones que van cambiando durante el año.
A 20 minutos de allí, en Maipú, quien recibe a los invitados es Emma, la mujer de José Alberto Zuccardi, fundador de la bodega que lleva su apellido. Esta encantadora mujer, de 82 años, se encarga hasta del último detalle de la galería de arte de la Casa del Visitante, un lugar donde los sabores del malbec conviven con obras de autores locales.
"Tenemos muchos jóvenes que son una proeza mendocina", se enorgullece Emma, mientras indica a uno de sus colaboradores dónde colocar uno de los cuadros.
Desde hace cuatro años, organizan el encuentro Cosecha de Artistas, una experiencia inspiradora para un grupo de pintores mendocinos que participa de una jornada de recolección de uvas para luego plasmarla en un lienzo. ¿El resultado? La reproducción de la obra en etiquetas de vino como recuerdo.
"Nosotros pensamos que el vino es un buen vehículo para comunicar otras expresiones culturales de la región, como la pintura o la música. Nos permite llegar a nuestros visitantes de una forma más completa ", explica José Zuccardi.
Piedra libre
En Finca La Anita, las esculturas del artista chileno Lorenzo Domínguez impactan por sus detalles, tamaño y expresiones. La razón por la cual los hermanos Mas, propietarios de la bodega, exhiben las obras se remonta a una historia familiar. "Mi padre era amigo de Lorenzo Domínguez. Cuando murió, en 1962, su viuda, Clara, tomó toda su obra, la guardó y decidió conservarla en su casa. No se podía caminar por la cantidad de dibujos y esculturas que había. Ella murió hace algunos años y los hijos decidieron dar a conocer las producciones de su padre", explica Manuel Mas.
El artista, que estudió en Europa, fue el creador de la cátedra de Escultura en la carrera de Bellas Artes de la Universidad de Cuyo. Entre sus obras, la que más llama la atención es la que realizó luego de haber vivido e investigado la cultura de la isla de Pascua.
Además, en la sala de degustación, unas vitrinas lucen un centenar de santos tallados en madera.
El salón de visitas de la Bodega Benegas atesora varios ponchos que datan de siglo XIX. Cada uno de ellos está valuado en 40 mil dólares, aproximadamente. "El arte de tejer buenos ponchos está desapareciendo", sentencia Federico Benegas Lynch, propietario de la bodega.
Con el fin de que la indumentaria gauchesca no se extinga, desde hace unos años Benegas Lynch recorre el país para mantener viva esta vieja tradición. "Compro ponchos a excelentes tejedoras. No lucro con eso, sino que es una manera de mantener este oficio", aclara.
La familia conserva el poncho del cacique Catriel, un regalo de Julio Argentino Roca a Tiburcio Benegas, luego de la Campaña del Desierto.
En el valle de Uco, a casi una hora de la ciudad, la bodega Salentein impacta por su arquitectura. Los visitantes pueden almorzar al pie de la cordillera de los Andes, hacer un recorrido puertas adentro del lugar y visitar el Museo de Arte
Killka, un espacio que combina pinturas holandesas de los siglos XIX y XX con obras nacionales y producciones contemporáneas de talentos de la región.