Arte polémico ante la crisis de los refugiados
El Centro para la Belleza Política tiene en vilo a la dirigencia alemana con sus performances extremas que provocan reacciones de todo tipo
BERLÍN
Son las 10 de la mañana en el cementerio musulmán de Gatow, un distrito del sudeste de esta capital en el que densas áreas boscosas se mezclan sin solución de continuidad con el trazado urbano.
La atmósfera no puede ser más solemne: está por realizarse un funeral. Tal vez sea incluso un funeral de Estado, pues hay una amplia afluencia de periodistas, ubicaciones especiales para altos funcionarios y banderas de los 28 países socios de la Unión Europea. Pero no deja de inquietar la presencia de cuatro hombres con la cara manchada de negro, que pone una nota muy discordante.
La intriga crece si se tiene en cuenta que estas personas son miembros del Centro para la Belleza Política (Zentrum für Politische Schönheit o ZPS, por sus siglas en alemán), lo que permite entrever que lo que está por ocurrir en Gatow no tiene precedentes en el mundo. Estos artistas tienen en vilo a la clase dirigente alemana gracias a sus contundentes performances de arte político (o humanismo radical, en su propia jerga) para llamar la atención sobre problemas que consideran acuciantes.
¿Se trata realmente de un funeral de Estado? Al menos así lo quisieran estos cuatro hombres, que se manchan la cara de negro para expresar disconformidad sobre el futuro sombrío que, a su juicio, se perfila en Europa, según declarará más tarde uno de ellos a La Nación revista.
Por eso han invitado formalmente a la canciller Angela Merkel, al presidente Joachim Gauck y al ministro del Interior Thomas de Maizière, entre otros. Pero las sillas en las que debían ubicarse permanecen vacías, al igual que las reservadas para otros altos dignatarios del Estado alemán. Los que sí han llegado en gran número son periodistas locales y extranjeros que no quieren perderse lo que está por suceder. Estamos a mediados de junio de 2015, presenciando en el cementerio musulmán nada menos que el primer entierro de una refugiada en el corazón de Europa. Esta mujer de origen sirio es apenas una de las miles de personas que mueren en el mar cada año al intentar cruzar en embarcaciones precarias al Viejo Continente.
El ZPS afirma que los cementerios en Italia y Grecia están saturados, y no pueden ofrecerles a las víctimas un entierro digno. Por eso, la organización quiere darles sepultura apropiada en Berlín. Eso se nota inmediatamente: el cortejo fúnebre trae dos ataúdes blancos, cubiertos con un lienzo rojo y un delicado arreglo floral. Posteriormente nos dirán que el segundo ataúd, el más chico, está vacío y no será ubicado en la tumba. Es sólo para homenajear a la pequeña hija de la mujer fallecida, para que de alguna manera esté presente. Su cuerpo no pudo ser recuperado tras el naufragio.
La idea no es sólo darles digna sepultura a quienes fallecen en su periplo desesperado hacia Europa. También se procura otorgarles visibilidad y confrontar a la clase política de la principal potencia del continente con las consecuencias de un accionar ineficaz.
Es sólo el principio. "Hemos abierto diez tumbas indignas junto con los deudos de los fallecidos y exhumado los cuerpos. Ahora están en camino a Alemania", había dicho días antes el líder del grupo, Philipp Ruch, al presentar la nueva acción del ZPS que lleva un nombre contundente e inequívoco: Llegan los muertos.
¿Es esto posible? ¿Es verdadero? ¿O un golpe bajo, una escenificación de puro humor negro? Los activistas invierten el argumento: dicen que lo shockeante no es la performance en sí, sino que sea necesario hacerla para que los políticos tomen conciencia. "Hemos venido aquí a despedirnos de una víctima de la lucha de exclusión europea contra los inmigrantes", dice Stefan Pelzer, el comisionado de escalada del ZPS al inaugurar la ceremonia. Y sigue: "Esta mujer fue obligada a subir a ese barco. No por los traficantes de personas, sino por los responsables políticos en Europa. Esto no es teatro. Es realidad".
A esta altura, muchos de los que estamos en el cementerio de Gatow no damos crédito a nuestros ojos y nos preguntamos eso: ¿es real lo que está ocurriendo o una simple escenificación? ¿O es más real que nunca precisamente por estar siendo escenificado?
Abdallah Hajjir, imán del barrio Moabit, nos saca de nuestras cavilaciones. "Un entierro digno es lo mínimo que podemos ofrecerles a estas personas. Así como ellos se ahogan en el Mediterráneo, nosotros nos ahogamos en la injusticia", enfatiza, antes de invitar a los dolientes a dar su último adiós arrojando tierra al ataúd.
La emoción se apodera de los presentes, que a esta altura superan las cien personas. Muchos periodistas dejan por un momento sus micrófonos, cámaras, libretas o lapiceras y se animan también a despedirse de la fallecida.
Según los activistas, la ceremonia se realizó con apoyo total de los deudos, que no estuvieron presentes porque las leyes alemanas los obligan a permanecer en el estado federado que los alberga hasta que se decida si su petición de asilo es procedente o no. Sus nombres se mantuvieron en secreto para que la familia no quedara expuesta ante las autoridades, agregó el ZPS.
El Muro de Europa
¿Quién es el cerebro detrás de esta iniciativa tan audaz, polémica y provocativa? Ruch, el líder del ZPS, es un director de teatro nacido en la antigua Alemania comunista que, además, se graduó en Filosofía Política. "Si se acopla la palabra belleza a la palabra política se obtiene la chispa de una revolución", ha dicho, al explicar el porqué del nombre de su organización, a la que fundó en 2008.
Si bien Llegan los muertos carece de precedentes, Ruch es considerado aquí el nuevo Schlingensief, por aquel inolvidable y polémico director de cine y de teatro alemán que murió prematuramente en 2010. Y que en 2000, en plena Austria cogobernada por el partido del ultraderechista Jörg Haider, creó un grupo de artistas contra los derechos humanos e instaló a doce peticionantes de asilo en un estudio similar al de Gran Hermano. La única diferencia con el popular formato televisivo era que los espectadores votaban quiénes debían dejar el país, no la casa.
Claro que aquella performance –un golpe muy contundente al poder político en esos años– parece un juego de niños en comparación con las que ahora lleva adelante su discípulo más aventajado. Ruch –que no se cansa de decir que "el arte debe doler"– parece un personaje salido de una novela del inglés J. G. Ballard, el genial distopista. Quizá de la última, Milenio negro, en el que un grupo de clase media londinense se vuelve paradójica y repentinamente el agente de cambio revolucionario que Marx había visualizado en el proletariado.
Pero existe algo muy alemán (incluso berlinés) en este hombre de 34 años, delgado y de calvicie incipiente. No por nada el lema de las últimas acciones del ZPS es Derribar el Muro de Europa, una consigna que despierta muchas adhesiones en esta capital porque la caída de la pared en 1989 fue el origen de las amplias libertades de las que ahora disfrutan sus ciudadanos.
El Estado alemán –tradicionalmente implacable al hacer respetar las reglas– ha sido bastante tolerante con las acciones de este grupo, que, en otra polémica iniciativa, se atrevió a robar las cruces que homenajeaban en esta ciudad a quienes murieron durante la Guerra Fría al intentar escapar a Berlín Occidental. Y las llevó a las fronteras externas de la Unión Europea, donde varios refugiados se sacaron fotos con ellas. Como las cruces fueron finalmente devueltas a su lugar de origen, la Justicia canceló un proceso en contra del ZPS en abril pasado. "Ruch asusta a la clase política con acciones hiperrealistas –escribió el diario Die Welt–. Utiliza los medios del teatro para inspeccionar y luego obligar a negociar al Berlín político. Pero no le alcanza la sala de teatro. Su escenario es todo Berlín."
Polémica mediática
Aunque el entierro de Gatow generó el ruido mediático esperado –y más–, lo cierto es que estuvo lejos de suscitar apoyo unánime. "¿Realmente estos artistas actúan en el nombre de quienes mencionan? ¿O se ponen en el centro de la escena con ayuda de la provocación? El que hace a los muertos testigos de su mensaje, los utiliza. Los vuelve objetos", escribió Korbinian Frenzel, redactor especializado en temas europeos de la Radio Alemania en Berlín.
Sonja Zekri, del diario Süddeutsche Zeitung, escribió que Llegan los muertos roza la "pornografía política" y que lo único que hace es "quitarles a las víctimas lo último que tienen". El periodista George Diez le contestó desde Spiegel, la principal revista política de Alemania: "Querido Süddeutsche, si ella encontró en Berlín su tumba, ¿cómo es que perdió lo último que tenía? ¿El problema no será más bien que el periodismo en Alemania (…) se muestra indiferente por lo que conmociona al mundo?"
"Este proyecto no es cínico. La sociedad es cínica: tiene que tropezarse con un cadáver para entender que los refugiados no son un número estadístico, sino personas que tienen el derecho de tener nuestro apoyo", escribió el diario izquierdista TAZ.
"Europa se muestra como defensora de las libertades y los derechos humanos hasta tanto se le pida que realmente ejerza este rol", le dice Pelzer, del ZPS, a la nacion revista, antes de despedirse de este cronista en castellano, con un acento porteño que suena irreal por lo extemporáneo. Otros medios sugirieron que se trató de una completa manipulación, un falso entierro. Esa duda ofende a Pelzer. "El que crea que este acontecimiento es un cuento tiene un mal gusto insuperable", afirma el comisionado justo con una fórmula que muchos críticos usan para describir el accionar del grupo.
La marcha de los decididos
Después del intenso debate, cualquiera hubiese pensado que el ZPS dejaría para más adelante sus ganas de intervenir en el espacio público de manera crítica. Pero eso es lo opuesto a lo que hicieron los activistas, determinados en transformar a Europa en un continente totalmente abierto a la inmigración. Tal vez eso explique en qué consiste la escalada de la que se ocupa Pelzer en el grupo. Pues bien, tres días después enterraron a otro refugiado en un cementerio evangélico del barrio berlinés de Schöneberg que admite funerales musulmanes. En otra derivación extraña, el ZPS anunció que el mandatario alemán Joachim Gauck había confirmado su asistencia al funeral, lo que fue desmentido inmediatamente por Presidencia.
Los presentes eran tres veces más que en el cementerio de Gatow, lo que demostraba que, más allá del intenso debate sobre sus acciones, las cosas iban sobre ruedas para el ZPS, alimentadas por su alta exposición en los medios y las redes sociales. A esa altura habían recaudado de donantes anónimos unos 50.000 euros para entierros adicionales mediante una colecta realizada en la Web. Mientras tanto aparecían tumbas simbólicas de refugiados en los lugares más disímiles de Berlín, que eran posteriormente removidas por la policía. Lo mismo empezó a ocurrir en Mannheim, Duisburgo, Colonia, Hamburgo, Stuttgart y Leipzig. También en ciudades de Suecia y los Países Bajos.
Mientras los países de la Unión Europea no se ponían de acuerdo en la distribución de los refugiados que el bloque tiene previsto recibir en los próximos dos años, el ZPS preparaba su acción más provocativa para el domingo siguiente al entierro en Gatow: la llamada Marcha de los decididos que tenía por objetivo inaugurar el cementerio del refugiado desconocido enfrente de la Cancillería alemana.
A medida que se acercaba la fecha subía el tono de las advertencias. La policía prohibió que la marcha llevara cuerpos sin vida cerca de la Cancillería y determinó que cada ataúd o similar, y cada vehículo que se planeara movilizar debían contar con una verificación sanitaria previa a participar de la columna. Como respuesta, el ZPS jugó su última carta. Convocó a una Marcha de los indecisos en la que realizaría entierros simbólicos y no reales. Y pidió a sus militantes que se acercaran con flores en vez de traer "ataúdes, taladros neumáticos, palas o excavadoras". Más allá de algunos altercados menores, el encuentro terminó en paz.