Arquitextura: cuestión de piel
La muestra de pinturas de la suiza Catherine Bolle en la estancia urbana del arquitecto Ignacio Dahl Rocha revela cómo el arte puede transformar los edificios en el tercer milenio y hacer de la belleza un recurso sustentable
Fue como el rayo que cambió el destino de San Pablo camino de Damasco. Una terrible pérdida familiar determinó un giro copernicano en la vida de Catherine Bolle. Química de profesión, disciplinada en el estudio de los materiales, acostumbrada a vivir entre fórmulas y certezas, tomó el futuro en sus manos para hacer suya la estética de la incertidumbre. La vida era demasiado corta como para no pintar, pensó Catherine, y desde entonces fue corriendo los límites del formato. Desde el grabado pequeño, heredero de la Melancolía, de Durero, hasta los edificios como soporte, la última aventura en la que está embarcada con el arquitecto Ignacio Dahl Rocha, con quien forma una dupla perfecta en la estrategia multidisciplinaria por la que ambos transitan.
Formado en la UBA, con un máster en Yale donde fue alumno de César Pelli, y recibió el Premio a la Excelencia en Arquitectura, Dahl Rocha define a la arquitectura como "la hermana menor de las artes visuales", pero también como un campo de experimentación en el terreno de lo sustentable cuando el planeta está diciendo basta.
Repensar los volúmenes, las fachadas, las aberturas… lo que viene son las pieles, enormes superficies que cubren y aíslan los frentes de los edificios para ahorrar energía al ganar en aislamiento. Esas pieles son el nuevo soporte para la pintura de Catherine Bolle.
Su obra sale del ámbito del taller y de la galería para ser parte del espacio público. Un desafío de grandes dimensiones que ha dado sus frutos.
En Lausanne trabajaron juntos en el pabellón de estudiantes de la École Polytechnique en una piel de 400 paneles de fibrocemento que serán intervenidos con el trazo de Catherine Bolle. La artista y la química se dan la mano y cruzan información para sacar partido del conocimiento de los materiales y de sus reacciones. Óxidos, ocres y tierras cambian la textura y la condición industrial del soporte de tal forma que lo cotidiano deviene excepcional. De material industrial a obra de arte.
En Buenos Aires, la alianza culminó en una exquisita y asombrosa muestra en la estancia urbana de los Dahl Rocha. Un PH en el corazón de Recoleta, con patio pompeyano, dameros en el piso, doble altura y una biblioteca transparente tocada por el pincel de Catherine Bolle que llamó a la enorme pieza la Biblioteca de Arenales . En el rellano de la escalera, la artista suiza instaló una caja acrílica que aprisiona el verde-amarillento del Delta. El agua, las piedras, los árboles, las hojas y la tierra forman parte de su equipaje visual, son la memoria de una infancia en contacto con la naturaleza sin el corsé que impone el límite del formato. Por eso en las telas de grandes dimensiones el gesto se vuelve un grafismo informalista, aunque, por momentos, se descubra la forma de una figura. Es casi una azarosa asociación. Importa más la paleta de colores tratados con sordina, los pasteles que amaba Morandi derivan al intenso rojo Marte, el naranja turco, los azules índigo, en algunos casos impresos sobre la chapa en la que ejercita su oficio de grabadora bien aprendido con Raymond Meyer.
El hallazgo más sorprendente de esta muestra es la sala consagrada a la práctica conjunta, va como ejemplo, la incorporación de pigmentos a la superficie del vitral de 300 metros cuadrados que será la fachada de la futura Sala de Congresos de la Universidad de Lausanne. El pigmento actúa como una inesperada e impensada fuente de energía a través de células coloreadas llamadas Graetzel en un proceso comparable a la fotosíntesis. Ver para creer.
Arquitectura sustentable
El embajador Johannes Matyassy cerró con la muestra de Catherine Bolle la primera edición de Eco Suiza, una semana de conferencias y debates consagrados a la arquitectura sustentable con la participación de arquitectos, biólogos, ingenieros y ambientalistas en un rally que abarcó Córdoba, Rosario y Buenos Aires. En perfecto español y con mucha gracia, el diplomático suizo recordó que la imagen de su país en el imaginario colectivo está asociada con el cuidado del medio ambiente. Eco Suiza será la respuesta a este desafío con un programa anual centrado en diversas disciplinas. Este año fue la arquitectura sustentable, "que no está reñida con la belleza, sino todo lo contario".
Bancos, laboratorios, chocolates, arte contemporáneo, relojes, el mejor tenis y ahora Suiza suma la preocupación por el medio ambiente. Cuidar el planeta y hacer mejores y más bellos edificios para vivir mejor. De eso se trata. El estudio suizo argentino Richter.Dahl Rocha y Associés, con la coordinación del arquitecto Santiago Pagés, trabajó como soporte teórico de una semana intensa dedicada a reflexionar sobre estos temas en el marco de la plataforma Eco Suiza montada por la embajada. El estudio ha proyectado la nueva sede de la Universidad Di Tella en Buenos Aires, en Núñez, y en Suiza, entre otras obras, el Campus IMD, el Hotel Beau Rivage de Lausanne, la ampliación de la Clínica La Prairie, en Clarens, y la renovación de la sede mundial de Nestlé y WellNes en Vevey.