Un espacio único que promete poner a la provincia mediterránea a la vanguardia mundial en materia de wellness y centros de bienestar
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Para los antiguos romanos (los que tenían la suerte de no ser esclavos) ir a una pileta pública después de una larga jornada de trabajo era un ritual semejante al happy hour de nuestro siglo XXI: era el momento para relajar y socializar, antes de volver a casa. Cuentan los historiadores que aquellas fastuosas edificaciones abastecidas por el agua de los acueductos- entre otras, las termas de Caracalla y las de Diocleciano, cuyas ruinas siguen el pie- fueron verdaderos complejos para el ocio donde hombres y mujeres sin distinción de clase iban a darse chapuzones, masajes o a cortarse el pelo, entre otros cuidados, mientras charlaban con amigos, hacían negocios y planes para la cena. Los problemas del día quedaban diluidos en esos piletones en los que podían caber hasta 3000 personas juntas. Estos templos dedicados al culto del cuerpo y la mente dieron origen a lo que siglos más tarde conoceríamos como spa, aunque la mayoría de los ejemplos contemporáneos no representan su evolución.
Técnicamente las iniciales de la palabra significan “Salute Per l´Acqua”, lo que alude a técnicas curativas basadas en el agua. Retomando el principio original de ese concepto milenario cultivado por griegos, romanos y musulmanes, en diciembre último Azur Real Hotel Boutique inauguró el primer circuito de baños de la ciudad de Córdoba, un espacio único que promete poner a la provincia mediterránea a la vanguardia mundial en materia de wellness y centros de bienestar.
Ubicado en pleno casco histórico y desarrollado en el subsuelo del edificio de 1913 donde actualmente funciona el hotel - señalado por el diario The Guardian entre los más encantadores de Latinoamérica - la propuesta demandó cerca de cuatro años de obra y es todo un homenaje a la identidad cordobesa. El proyecto del Estudio Ubino Laguinge Arquitectura, especializado en conservación del patrimonio, supo aprovechar los techos de bovedilla originales de la propiedad para recrear la tipología de los antiguos baños romanos y fusionarla con rasgos de la arquitectura jesuítica, haciendo guiños a la fantasía local de que todo el centro de la “Docta” está conectado por túneles y criptas misteriosas.
Esos secretos alimentan la atmósfera, escaleras abajo. A lo largo y ancho de una planta de 400 metros cuadrados se desarrolla un recorrido por varios recintos donde fluyen aguas a distintas temperaturas y presiones, y donde se aprecian en detalle elementos constructivos típicos de la orden religiosa, como el cañón corrido y los arcos de medio punto, aquí logrados con ladrillos provenientes de la demolición de una vivienda centenaria.
Tanto el piso como el revestimiento de las piletas son de mármol blanco de Córdoba. Para la iluminación, que es bien poca, se empotraron tacos de madera de quebracho; y el mobiliario -camastros, bancos y bañaderas de estilo minimalista -son de piedra maciza tallada por artesanos de la provincia.
Un estudiado diagrama de circulación introduce al usuario en las bondades del agua fría (frigidarium), templada (templarium) y caliente (caldarium), intercaladas con sesiones de vapor, hielo en escamas, ozono, sales y barros, entre otras técnicas que emplean productos de la región 100% orgánicos. Una instalación artística remata la experiencia que dura no más de dos horas y que, por el momento, se realiza solo en grupos “burbuja”. “En 2009, cuando abrimos, no teníamos spa. Lo armamos después, por demanda de los pasajeros, en un espacio chico, muy lindo. Pero al haber pocos en la ciudad, los huéspedes empezaron a quejarse porque los turnos estaban siempre tomados por clientes que no estaban alojados. Dábamos turnos a dos meses, así que decidimos rescatar el subsuelo donde había funcionado el taller de la vieja talabartería Crespo, la familia que construyó la casa a principios del siglo pasado” recuerda Ramiro Rodríguez, propietario del hotel junto a sus dos hermanos. “Cuando planeamos el proyecto decidimos no repetir la fórmula de lo que suele entenderse por spa, que siempre se confunde con un centro de estética. Durante un viaje por los paradores de España descubrimos ejemplos enfocados en la salud y en la experiencia del agua. Quisimos traer ese concepto al hotel, para que lo disfruten los turistas, y sobre todo los cordobeses” agrega.
ELEMENTO VITAL El agua ha sido desde siempre símbolo de purificación y salud para casi todas las civilizaciones, pero especialmente romanos y musulmanes llegaron a conocer a la perfección sus cualidades para aplicarlas en baños, termas y hamanes construídos en espacios que en su época resultaban auténticas gestas de ingeniería, no solo por el suministro del líquido sino también por las soluciones para su calefacción y refrigeración.
Con el paso del tiempo, y a medida que las aguas empezaron a contaminarse por su mal uso, esa significación se fue evaporando, valga el eufemismo, de ahí la aparición del perfume y otras costumbres de higiene en la Edad Media. Fue muchísimo después cuando Vincent Priessnitz, agricultor y naturópata alemán, comprobó los poderes curativos del agua fría y de la hidroterapia como parte de una técnica de sanación natural alternativa a la medicina clásica. Las crónicas recuerdan que en el siglo XIX fundó en la localidad de Gräfenberg lo que quizá haya sido el primer spa de la historia, un centro famoso al que concurrían pacientes de toda Europa.
Como complemento de la terapia, aplicaba otros recursos que también consideraba importantes para vivir con salud, como la alimentación, el descanso, el aire puro y el ejercicio físico, hábitos que pandemia mediante ahora reivindicamos. Y a esa manera tan esencial de cuidarnos apuestan los flamantes baños de Azur...
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