Entre noviembre y abril, el principado se llena de argentinos -principalmente mendocinos- que van a trabajar en la industria del turismo, alrededor de los centros de esquí
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Andorra, el sexto país más pequeño de Europa y también uno de los más bellos paraísos de invierno, representa una oportunidad única de trabajo para miles de argentinos. Sin necesidad de sacar una visa y con sueldos que promedian los 1400/1600 euros al mes, este estado independiente situado en el centro de los Pirineos, entre España y Francia, es hoy una tentación para los jóvenes del país que buscan emigrar y progresar fuera del país.
Aunque no existen cifras oficiales, la avalancha de argentinos que se instaló en este centro de turismo de montaña tiene una particularidad: su gran mayoría proviene de la provincia de Mendoza.
Agustin Ozorio, oriundo de de San Rafael, hizo temporada en Las Leñas antes de instalarse en Andorra, donde trabaja en el sector de las telesillas. En Mendoza conoció a compañeros de trabajo que fluctuaban entre Argentina y Andorra y así fue que le propusieron hacer lo mismo.
Hoy se desempeña en el centro de esquí Vallnord, de martes a sábado, de 8 a 15 horas. Su sueldo básico es de 1287 euros, aunque suele ganar más cuando trabaja algún día franco. A la noche, suma algunas horas extra en una pizzería, donde obtiene 500 euros más. En total su ingreso es de casi 1800 euros.
“En mi lugar de trabajo hay seis compañeros de San Rafael, Mendoza. Está repleto de compatriotas y creo que tiene que ver con que entre Las Leñas y Andorra hay mucha relación. Hay quienes van y vienen todos los años en la temporada”, dice.
En abril, anticipó, regresará a Mendoza y cuando finalice el invierno, retornará a Andorra, porque ya tiene un lugar asegurado en Vallnord.
Camila Comesaña (24), mendocina de Luján de Cuyo y técnica en Gestión de Emprendimientos Turísticos y Hoteleros, hoy en Andorra, sostuvo que los empleadores de ese país son conscientes de que existe buena mano de obra y experiencia en Las Leñas.
“Incluso hay quienes van y vienen una vez al año para ocupar cargos en las pistas, telesillas, hoteles, restaurantes y comercios”, expresó.
Para Camila, Andorra es el lugar ideal para asentarse en Europa. Ella trabaja en Refugi Alpi, un restaurante con cocina franco-alpina con una amplia carta de ensaladas y entrantes, especializado en fondues de quesos, raclettes, carnes a la brasa y a la piedra y gana lo suficiente para pagar un “piso” o departamento compartido e incluso ahorrar.
“Mendoza es relativamente chico y quienes se mueven en el rubro de la alta montaña y el esquí se conocen y saben que existe un intercambio con Andorra. Claro que hay otros motivos que alientan a los jóvenes a emigrar, siempre y cuando se cumplan los requisitos, que no son imposibles de asumir”, sostuvo, para hacer referencia a un mínimo de dos años de experiencia en tareas similares al puesto al cual se quiere aplicar, presentar una o más cartas de recomendación de ex empleadores y no tener antecedentes penales. Quienes tengan una doble nacionalidad europea, solo se les exige un año de experiencia y no tener antecedentes penales del país de su ciudadanía europea.
Como todo trabajador de temporada, Camila cuenta con su “tarjeta verde” expedida por la misma empresa que la contrató y que la autoriza a trabajar y residir en el país por el lapso que dure ese empleo.
“Pero si por algún motivo el temporero renuncia, esa tarjeta verde sigue en vigencia y, por ende, estás en carrera para conseguir otro empleo, aunque debe ser relacionado con ese rubro”, advirtió.
Hoy, según dice, lo más complicado es conseguir un “piso” adecuado y a buen precio. “Hay muy poco disponible y carísimo”, dijo.
Manuela Bustos, también mendocina de Capital y licenciada en Relaciones Internacionales de la Universidad Champagnat, estuvo en Girona, España, antes de decidirse a emigrar a Andorra.
Junto a su novio Julián Roig, también mendocino, llegaron el 11 de noviembre de 2022 y el 23 de diciembre ya tenía trabajo en el rubro ventas. La ayudó el hecho de hablar tres idiomas a la perfección: inglés, francés y catalán.
“Estuve también en Barcelona y si bien siempre se ven argentinos, en Andorra quedé sorprendida. Y los mendocinos somos mayoría”, contó Manu, que trabaja en la estación de esquí Grandvalira, al igual que su novio.
“Vivimos seis mendocinos en el departamento. Pero, ojo, en mi trabajo hay otros compañeros de Mendoza y nos cruzamos con muchísimos otros a cada rato. Creo que la familiaridad con Las Leñas es clave. La gran cantidad de cupos que se abrieron sobre fines de 2022 hizo que todo colapsara, realmente estaba repleto de trabajadores argentinos”, insistió.
Si bien los alquileres resultan costosos, alrededor de 2100 euros por mes, los sueldos son muy diferentes a los que se perciben en la Argentina.
El promedio, comentó Manuela, es de 1400 euros al mes por cinco días de trabajo de ocho horas cada uno y media hora de descanso y dos de franco o “fiesta”. “Es un sueldo que permite alquilar entre varios, comer, vivir y, al menos en mi caso, ahorrar. Siempre conviene, sobre todo si se lo compara con los salarios argentinos”, insiste.
Una nueva norma que preocupa a los argentinos
Un PDF que da cuenta de nuevas normas provenientes del gobierno de Andorra circula entre los trabajadores temporeros o anuales y ponen en riesgo su continuidad laboral.
“Un fuerte trascendido, algo que no fue publicado en el Boletín Oficial local, indica que habrá nuevas exigencias para quienes se encuentran en mi situación. Es decir, obligarían a dejar pasar cinco meses entre temporada y temporada y también a tener dos o tres años de aporte en la AFIP, para el caso de los argentinos”, indicó Manuela.
Camila, a quien también le llegó por escrito un borrador de esta norma, aún no sancionada, suma un detalle: los temporeros deben contar con, por lo menos, tres temporadas de esquí en su currículum. “Es que fue un caos la cantidad de gente de afuera que llegó en los últimos tiempos. De concretarse esta reglamentación, me voy a tener que ir. Pero no está en mis planes volver a la Argentina, voy a buscar otro lugar más apropiado para trabajar y desarrollarme”, indicó.
Camila, de novia con Antonino Estévez, mendocino, programador y también radicado en Andorra, asegura que el precio del desarraigo es alto y que extraña mucho a sus padres Patricia y Silvio, y a sus hermanos, Franco y Agustín.
“Pero, claro, mi lugar de trabajo está a dos kilómetros de mi casa y salgo caminando de noche sin el más mínimo temor. Acá se vive tranquilo y seguro, muy distinto a la Argentina donde, como contrapartida, la gente es mucho más cálida y abierta”, relató.
Según Manuela, la razón de la gran cantidad de argentinos en Andorra se relaciona con un plan piloto realizado el año pasado que permitía a los temporales continuar trabajando desde el verano al invierno. “Fue impresionante, por eso creo que tienen que empezar a controlarlo”, opinó.
Julián Roig conserva intacto su acento cuyano. “Emigramos más que nada para salir de nuestra zona de confort, nos sentíamos anclados y con deseos de probar suerte y hallar nuevos horizontes de progreso”, contó.
En Andorra, donde recalaron luego de un fugaz paso por España, ambos encontraron trabajo casi de inmediato. “Manuela y yo somos empleados del principal centro de esquí de Andorra, ambos como agentes de ventas, por lo tanto estamos inmersos en la temporada invernal con todo lo que eso implica. Es una experiencia muy enriquecedora, casi todos nuestros compañeros son argentinos y el clima es muy lindo, todos somos conscientes de lo que atravesó el otro para poder estar allí”, sostuvo.
“Vivir en Andorra es caro, se gana bien pero también se debe invertir mucho en alquileres, por ejemplo. Los salarios permiten ahorrar y también disfrutar de paseos y recorridas por el maravilloso paisaje, ríos, lagos y montañas”, indicó.
Destino de referencia
Considerado un destino de referencia y un paraíso de turismo de montaña, con más de 300 kilómetros de pistas, Andorra posee abundante nieve y presente durante todo el invierno. Es, además, uno de los destinos de nieve con más días de sol gracias a la orientación mediterránea del territorio.
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