Los calores fuertes quedaron atrás y el otoño es el momento justo para ubicarlos en el que será su sitio definitivo, sin que sufran daños con el trasplante.
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El otoño es el momento ideal para plantar árboles, porque ya han mermado los grandes calores (que producen estrés hídrico) y porque durante los meses fríos sus raíces se seguirán desarrollando para que se establezca bien el ejemplar.
Todos los seres vivos tienen necesidades específicas y los árboles nativos no son la excepción, ya que su buen desarrollo depende de varios factores. Por otro lado, si la ciudad es el lugar donde se los va a plantar, es importante tener en cuenta algunas de sus características, como qué altura adquieren con el tiempo, cuál es el tamaño de sus raíces y qué impacto paisajístico tendrá el despliegue de sus copas.
Cuatro árboles para grandes parques
Ombú
(Phytolacca dioica)
Es un emblema vegetal en gran parte del campo bonaerense, pero no tan visto en plazas y paseos públicos. Cuando pierde su follaje en invierno y queda a la vista la bella desnudez de su ramaje, de su tronco y sus raíces tortuosas es el momento cuando más se luce. Su copa es bien globosa y puede superar los 15 metros de altura y los 20 metros de diámetro.
Pacará
(Enterolobium contortisiliquum)
De copa y ramaje imponentes, en Buenos Aires tienen una altura de 10 a 15 metros (30 en Misiones), y su copa más de 20 metros de diámetro. De corteza grisácea, sus frutos con forma de oreja, color oscuro, cubren su copa durante gran parte del invierno. Sus hojas son compuestas, bipinnadas y caen bien entrada la estación fría, cuando vemos su ramaje majestuoso.
Ibapoí
(Ficus luschnathiana): Los ejemplares más añosos superan holgadamente los 20 metros de altura, 20 metros de diámetro de copa y 2 de tronco. De follaje perenne o caduco tardío. Es habitual que crezca como planta epífita, sobre otros árboles (no es parásito), abrazándolos con sus raíces hasta matarlos. Pero es un proceso muy lento, y sus raíces estrangulador as toman extrañas y hermosas formas; son verdaderas esculturas vivientes. Sus pequeños higos constituyen una de las más importantes fuentes de alimento para muchísimas especies de animales de la selva durante casi todo el año.
Laurel criollo
(Ocotea acutifolia)
Hermosa especie de follaje perenne, hojas verdes oscuras y muy lustrosas, brillan cuando sus ramas se mecen con el viento, y sobre todo cuando llueve. Puede llegar a los 25 metros de altura, 20 de diámetro de copa, y un tronco cercano a los 2 metros. En otoño maduran sus pequeños frutos, consumidos por varias especies de aves y de mamíferos (como el zorro gris, el zorro de monte y el aguará popé), que dispersan sus semillas a largas distancias con sus deyecciones.
Árboles para veredas angostas
En estos espacios, lo más racional es plantar árboles pequeños o arbustos, para evitar daños colaterales, como roturas de baldosas, de cañerías, etc. Se recomiendan especies como:
- Murta, de frutos “multicolores”, tan necesarios para la avifauna;
- acacia mansa, con sus hermosas flores anaranjadas;
- barba de chivo, con sus flores amarillo pálido con estambres rojos, elixir de polillas y picaflores;
- sauco (Sambucus australis), de grandes inflorescencias blancas y perfumadas;
- el sen del campo, con sus flores amarillo intenso y su follaje invalorable para las orugas de varias especies de mariposas y para el celestino, hermosa y colorida ave.
Hasta hace pocos años, en la ciudad de Adrogué, había un enorme ejemplar de pacará, al que Jorge Luis Borges le dedicó un poema. A pesar de la existencia de una ordenanza que lo protegía, fue extraído para construir allí un complejo de departamentos.
Arbolado para anchas veredas
El seibo es la especie ideal, por perder las hojas en el momento justo, por tener una altura y anchura de copa suficientemente grande como para hacer sombra a los autos estacionados y sin perturbar el tendido de cables. También por su hermosa floración y por la cantidad de fauna silvestre que se beneficia de él. Sin embargo, es despreciada por los municipios, probablemente por la presencia de espinas en su follaje y ramas jóvenes, las cuales no son un problema grave en realidad.
Hay muchas otras especies autóctonas sin espinas que se podrían plantar; en orden descendente, las más recomendables:
- azota caballo (Luehea divaricata);
- chal-chal(Allophylus edulis);
- blanquillo (Sebastiania brasiliensis);
- palo cruz (Guettarda urugüensis);
- curupí (Sapium haematospermum);
- yerba del bugre (Lonchocarpus nitidus);
- anacahuita (Blepharocalyx salicifolius);
- guayabo blanco (Eugenia uruguayensis);
- ingá colorado (Inga vera).
Árboles para sombra y refugio
Las especies del bosque xerófilo, como en el caso de las del talar, tienen en su inmensa mayoría el ramaje más flexible y resistente, y forman un bosque achaparrado que cumple más efectivamente su rol como barrera cortavientos. Y se estará favoreciendo, además, la conservación de la biodiversidad.
Las especies más recomendables por su rápido desarrollo y rusticidad son:
- algarrobo blanco (Prosopis alba);
- molle incienso (Schinus longifolius);
- espinillo (Acacia caven);
- tala (Celtis tala).
Será fundamental plantarlos en los sitios más elevados del campo, debido a que tan solo el molle y el espinillo prosperan también en suelos anegadizos. Plantándolos cada 4 metros, en un período de 10 años, se podrá obtener un monte compacto y denso de entre 4 a 6 metros de altura, según la especie.
Para un desarrollo óptimo, usar un buen sustrato e hidrogel (poliacrilato de potasio) al momento de su plantación, ya que este producto tiene la propiedad de retener el agua hasta que la planta la necesite en los momentos de mayor escasez.