Aquella medicina de prueba y error
El doctor Stanley Burns es el historiador detrás de The Knick, la serie de Steven Soderbergh donde un quirófano con anfiteatro es el escenario de tratamientos increíbles. "La clase media alta nunca iba a los hospitales", asegura el experto
"La única razón por la cual estás hablando conmigo es porque no nos enfermamos de viruela ni nos contagiamos de peste bubónica. En 1900 había una larga lista de enfermedades que te mataban. Y lo hacían rápido", advierte por teléfono el doctor Stanley Burns, el hombre que le enseñó a Clive Owen a manejar con destreza el bisturí y pedía más y más sangre en el set de la serie de HBO The Knick, cuya resonante segunda temporada finalizará el viernes próximo (hoy en los Estados Unidos).
Dirigida por Steven Soderbergh (Erin Brockovich, Traffic, La gran estafa), The Knick sumerge al espectador en un universo lúgubre, opresivo y sanguinario: un hospital de Nueva York a comienzos del siglo XX, donde un puñado de cirujanos se esmera en lograr nuevas hazañas quirúrgicas y, de paso, revolucionar la medicina. Eran otros tiempos: la expectativa de vida era de 47 años, las medidas antisépticas al menos cuestionables y la palabra antibióticos aún una incógnita. Valientes, brillantes y mortalmente intrépidos, los cirujanos del Hospital Knickerbocker avanzaban en sus hallazgos dejando atrás una pila de cuerpos. Por cada invento, por cada descubrimiento aplicado con éxito en el quirófano, había una fúnebre lista de errores. A comienzos del siglo XX, avanzaban blandiendo un bisturí afilado a base de prueba y error.
"Los médicos de esa época eran tan inteligentes como los que tenemos ahora, sólo que trabajaban en condiciones inferiores en cuanto al conocimiento y la tecnología. Dentro de cien años, los médicos de ahora se verán como los que aparecen en The Knick. Lo primero que aprendemos en medicina es que lo que hoy es verdad dentro de diez años puede no serlo", distingue Burns, el asesor que elevó la calidad de la serie dotándola de un valor documental único a partir de su mirada ilustrada. Él colecciona y vive entre un millón de fotografías históricas en su departamento de Manhattan, desde donde mantiene esta charla con La Nación revista. Pasa al menos cuatro horas por día observando el blanco y negro de estas imágenes y cada una es un pedazo de historia en sus manos. Esta valiosa colección ilumina el lado oscuro de la vida: guerra, racismo, muerte, crimen, locura y los orígenes de la medicina. "Desde que era un adolescente siempre me interesó la historia. En 1977 entendí que una fotografía original es un documento histórico que provee una exacta descripción de lo acontecido en un determinado momento. Hay que tener una fotografía para ver lo sucedido."
El doctor Burns es el secreto detrás del realismo logrado en cada escena que tiene lugar dentro del quirófano con anfiteatro del elegante hospital victoriano Knickerbocker. Su labor permitió que cada cirugía que muestra la serie fuera auténtica y correspondiera a la época. Un manual de cirugía de principios del siglo XX ilustrado con imágenes en 3D estereoscópicas llamado The Stereo Clinic les sirvió de fuente para recrear las operaciones. Allí se explica paso a paso cómo se operaba en el 1900. Así aprendían los cirujanos de esa época y así lo hacen los doctores John Thackery (Clive Owen), Algernon Edwards (André Holland) y Bertie (Michael Angarano) en The Knick.
Muchos de los detalles históricos que se aprecian en la serie surgen de imágenes de su monumental archivo: The Burns Archive. Cada pieza de instrumental quirúrgico y artefacto de iluminación de las salas de operación, los atomizadores antisépticos, la primera máquina de rayos X, la prótesis de nariz que lleva una enferma de sífilis, entre muchísimos otros, son fieles a la época. El archivo del doctor Burns, que también colaboró como asesor en películas como Los otros, Pandillas de Nueva York y El silencio de los inocentes, muestra que con la correcta evidencia fotográfica la historia tiene mucho para contar.
Hazañas quirúrgicas
¿Cuántas fotografías de su archivo fueron utilizadas para inspirar situaciones o personajes para la serie?
Cientos de ellas. Y lo que hicimos fue elegir cuál de los casos y cirugías se verían mejor.
En uno de los episodios a una mujer le extirpan toda su dentadura como parte de un tratamiento psiquiátrico. ¿Era algo aconsejado por la comunidad científica de esa época?
Uno de mis temas favoritos... En 1900 la principal preocupación de la medicina eran las infecciones. El doctor Henry Cotton, director de un hospital psiquiátrico en Nueva Jersey, alegaba que las enfermedades mentales eran causadas por las zonas infectadas dentro del cuerpo. El foco más común de infección eran los dientes. Cuando los pacientes eran admitidos en su hospital lo primero que hacía era removerles la dentadura. Si no mejoraban, les extirpaba las amígadalas y adenoides. Después, si era mujer, seguía con una histerectomía (extracción del útero). Luego les sacaba el bazo; finalmente, el colon, donde la mayoría de las bacterias viven. Así los psiquiatras aprendieron a ser cirujanos. Hicieron todas estas terribles operaciones. Es el peor y más desastroso episodio de la historia de la psiquiatría de los Estados Unidos.
¿Cuál es la gran diferencia entre la medicina y cirugía que se practicaba en 1900 y la actual?
En 1910 desarrollamos los tratamientos especializados de las enfermedades. Aprendimos que habían determinados químicos y drogas que podían matar a una bacteria y curar una enfermedad. Hasta entonces no había tratamientos específicos. Las vacunas nos han salvado. Te tenés que preocupar por un infarto, por el cáncer, pero no por una infección, como en esa época. Ésa es realmente la gran diferencia. Lo que ves en The Knick es el establecimiento de las técnicas quirúrgicas modernas, cuando empiezan a practicarse operaciones de abdomen, de cerebro, de pecho. Ellos sabían que iban a revolucionar la expectativa de vida con los avances que estaban logrando y lo hicieron: al final del siglo XX, ese número (de 47 años) se elevó a 78, 80 años. Así que la medicina cumplió con su promesa.
¿Es cierto que hasta ese momento el hospital era visto como el lugar donde uno iba a morir?
Absolutamente. Los ricos era atendidos y operados en sus hogares. No fue hasta 1880 o 1890 cuando los hospitales empezaron a ser reconocidos como un lugar para curarse, porque nuevas técnicas empezaron a desarrollarse. Hay que imaginar esa época, antes de que comenzaran a aplicarse los criterios sanitarios, la gente se moría en los hospitales; sólo iban cuando estaban por morirse. Y la clase media alta nunca iba a los hospitales. Luego llega el cambio de siglo y comienzan a practicarse las increíbles hazañas quirúrgicas que vemos en The Knick. Los médicos de The Knick hacen todo lo posible por salvar vidas.
¿Era común en esa época que los médicos fueran adictos a la cocaína?
Cuando salía algo nuevo, una nueva droga, los médicos la probaban primero en ellos mismos. El famoso doctor William Halsted (en quien se basa el personaje de Clive Owen), fundador de los principios de la cirugía moderna en la prestigiosa John Hopkins, era adicto a la cocaína y, luego, a la heroína. Dos compañeros suyos murieron por esta adicción. Y él fue un adicto toda su vida. Los médicos experimentaban en ellos mismos. Era muy común. Algunos lo siguen haciendo actualmente.
¿Cómo era la relación médico paciente entonces? ¿Cuánto ha cambiado?
En esos días, no existía el consentimiento informado. Los médicos hacían lo que les parecía mejor, tomaban la decisiones por sus pacientes. Si eras parte de la clase trabajadora o indigente, estabas feliz sólo con tener cualquier tipo de asistencia médica. Hoy es otra historia. Seas indigente o no, el médico tiene que hacerte parte del proceso de toma de decisiones.
El doctor Edwards es un personaje importante dentro del Knickerbocker. ¿Habían cirujanos afroamericanos trabajando en los hospitales de Nueva York?
No. Sólo trabajaban en las enfermerías. Tengo fotografías de esa época de un cirujano de color en París. Ahí se ve dentro del quirófano que lo miran como a un maestro, por la manera en que reaccionan a su alrededor. Pero sin esa fotografía, no lo creerías. Ésa es la importancia de la fotografía. Ahí está, ahí lo ves, y después podés expandir la historia. Pero no, aquí no había afroamericanos cirujanos.
El doctor Burns sintió la experiencia de estar en el set de grabación de The Knick como la oportunidad de vivir por unas horas dentro de sus fotografías. Una puerta roja en la fachada de su departamento neoyorquino señala la entrada a The Burns Archive, donde a la vez atiende, una vez por semana, como oftalmólogo. Pero el doctor Burns también es cirujano. Uno de los conocimientos que tuvo que enseñar a los actores es a manejar el bisturí como un profesional.
¿Cuál fue la primera lección que les dio?
Primero, los invité a mi archivo y les mostré fotos y libros para que vieran cómo eran eran los quirófanos y las cirugías en el 1900. De esta manera, no diría que los inmunicé para lo que iban a ver, pero sí comenzaron a acostumbrarse. A mucha gente no le gusta ver sangre.
Mirar para otro lado
No hay quirófanos sin sangre. El siempre aplomado Clive Owen destacó en una entrevista con The New York Times: "El doctor Burns siempre estaba pidiendo sangre, más sangre o menos sangre". Esa sangre, o como la llama Soderbergh la sangre David Fincher porque la quería particularmente espesa y oscura, invade el blanco absoluto del quirófano en cuestión de segundos y lo que sigue, invariablemente y sin anestesia, son escenas viscerales, temerariamente gráficas y no aptas para estómagos sensibles. Un poco lo que Soderbergh tenía en mente antes de dirigir el primer episodio. "Quería que al menos la mitad de la gente que lo estuviera viendo tuviera que mirar para otro lado", dijo antes del lanzamiento del drama histórico y médico cuya segunda llega a su fin. Soderbergh preferió una banda sonora moderna con música electrónica para alejar cualquier sentimiento de nostalgia por los viejos tiempos. "Quería que la gente sintiera: ¡Gracias a Dios no vivo en Nueva York en 1900!". A cargo de Cliff Martinez, quien lo acompaña desde Sexo, mentiras y videos, con beats hipnóticos que aportan vértigo a cada escena, The Knick envuelve al espectador y lo pasea a un ritmo trepidante por una peligrosa y corrupta Nueva York de principios de siglo XX, donde todo estaba por suceder.
¿Cómo describe la experiencia de trabajar junto a Soderbergh?
Absolutamente fascinante y fenomenal. Fue trabajar con un genio. Antes de grabar una escena en el quirófano, hablábamos sobre cómo iba a ser, sobre la mejor manera de grabarla. Siempre tenía grandes ideas. Siempre sabe cómo quiere que sea la escena, entonces sólo graba una o dos tomas y, al final del día, edita. En los otros programas de televisión en los que trabajé el director graba una escena 15 o 20 veces.
¿Es cierto que tanto los actores como gran parte del equipo de filmación quedaron impactados luego de filmar la escena inicial, con el caso de la embarazada y la operación de cesárea con placenta previa?
Sí, porque era mucha sangre y muy realista. Había más sangre en el piso de lo que puede contener un cuerpo humano. Queríamos mostrar cómo se sentía en esa época. Fue nuestra primera escena y todos quedaron muy afectados. Si estabas ahí, lo hubieras sentido como real.
Gran parte del mérito también se lo lleva el diseñador de efectos especiales y maquillaje, Justin Raleigh: sus modelos de cuerpos humanos son tan reales, no sólo visualmente sino en cuanto al tacto y textura, que algunos hospitales de Massachusetts le encargaron varios para que los médicos practiquen con ellos.
La bella Eve Hewson, hija de Bono, líder de U2, que compone a la cada vez más entrenada enfermera Lucy Elkins, dijo en un detrás de cámara de la serie: "En una de las escenas de cirugía estaban removiendo una enorme masa de la mandíbula de un paciente y tuve que mirar a otro lado para no vomitar".
¿Qué fue lo más difícil de aprender para los actores?
La habilidad de atar el nudo rápidamente al momento de suturar. Tuvimos varias sesiones con Clive Owen, André Holland y Michael Angarano. Llegaron a hacerlo como profesionales. Tomaron como algo muy significativo el conocimiento que les di. Les enseñé una habilidad que pueden utilizar tanto para arreglar un pantalón como para cerrar una herida. Alguna vez pueden llegar a necesitarla. Nunca se sabe. Como se ve en The Knick, aprendieron a hacerlo bien. Si tuviera una herida, dejaría que cualquiera de ellos me cosiera.