El género de hoy es el de superhéroes. La razón más clara: se pueden llevar a la pantalla las imágenes más fantásticas e imposibles de modo creíble gracias a la tecnología digital. Pero hay otras razones: la principal es que después del cowboy (el héroe de la conquista del territorio, de la transformación de lo bárbaro en civilización), del detective privado (el héroe de la ciudad cuyo subsuelo es corrupto) y del periodista (el que descubre los males del ejercicio del poder), el mundo necesita hoy un ser superpoderoso que pueda enfrentar amenazas inasibles y proteicas. El 11-S demostró que lo imposible no existe y que lo más catastrófico está a la vuelta de la esquina. De allí que se requieren semidioses capaces de solucionar apocalipsis a repetición.
Eso sí: el superhéroe es antiguo y toda su poética actual tiene, al menos, 50 años, desde que Carmine Infantino en DC y Stan Lee en Marvel empezaron a crear grupos y sagas de tipos en malla. Esos, DC y Marvel, son los grandes actores en el cine y los dueños de las principales marcas, los mayores personajes. Marvel picó en punta y su Universo Cinemático es un fenómeno que debería ser analizado en profundidad. DC va a los tumbos, triunfando con algún Batman y fracasando con cada Superman, aunque la Mujer Maravilla salve las papas. En esa diletancia, después de la desencantadora Liga de la Justicia viene Aquaman y quizás sea un nuevo comienzo.
Primero: está protagonizada por el piola y carismático Jason Momoa, un tipo gigantesco que parece tomarse totalmente en solfa el asunto de ser un atlante (sí, sí, no es rubión como en los dibujitos, pero qué importa). Segundo: el realizador de esta película que llega un poco con el imperativo de "que sea lo que Dios quiera" es James Wan, uno de los más interesantes realizadores mainstream de los últimos 20 años.
Wan es más conocido por el cine de terror. No solo por la serie La noche del demonio, sino principalmente, por la excelente El conjuro y su continuación, El conjuro 2. En esas dos películas supo conjugar el suspenso, lo sobrenatural y un amor absoluto por sus personajes, que otorgan a estas ficciones ese plus capaz de llegar al público reacio al cine de sustos. Quien esto escribe está totalmente convencido de que una de las secuencias más tiernas de los últimos años es aquella de El conjuro 2 en la que un cazador de fantasmas canta un tema de Elvis en plena Navidad, y no es casualidad, sino parte integral del tono (hay mucho de retrato social en esos films) de la película.
Con Aquaman, Wan vuelve –después de un paso interesante por la saga Rápido y furioso– a la aventura desatada, al movimiento constante y al humor disparatado y un poco satírico que muchas veces se olvida de que es parte de la historieta. Este Aquaman es hijo de un terrestre y una noble de la Atlántida, y es reacio a tomar las riendas del mundo bajo el mar, aunque no así de jugar al héroe y de vivir en el vértigo. Es también alguien que no ha sido demasiado comprendido en la infancia, más bien nada comprendido, y sabe de discriminaciones. En ese sentido, cambiar al rubión de los dibujitos por el neozelandés testosterónico no deja de ser una jugada que simboliza algo a primera vista.
Los tráilers de la película muestran momentos épicos gigantescos, lo que quizás esté bien y quizás no. En el cine de hoy, ante cada superproducción, los productores parecen querer ir por todo, tirar todas las posibilidades de la aventura, desde la corrida a mil por hora hasta las batallas llenas de fantasías fuera de norma, como si cada tanque fuera un resumen de todos los tanques anteriores. Un poco se pasan, es verdad, y entonces el espectador con ganas de divertirse tiene todo el derecho a desconfiar. ¿No será mucho, compadre? ¿Esas escenas están en la película? En un mundo donde los productores tienen cada vez más peso y cada vez más miedo, a veces, la saturación de promesas lleva a mirar de reojo. Encima, Aquaman no es, precisamente, el personaje más popular de la escudería. En fin, veremos.
Mientras tanto, podemos pensar que detrás de tanta parafernalia visual hay un director que suele entender perfectamente de qué tratan los guiones, cuáles son sus puntos fuertes y, sobre todo, qué y quiénes son los personajes que la pueblan. De ser así, quizás esta película realizada "porque hay que hacerla" signifique un regreso gozoso al colorido y a la alegría de leer historietas más grandes que la vida que sirva para sacar la cabeza y respirar. Esperemos; de otro modo, al género lo habrá tapado el agua.
Lo que viene de DC
Complicado el team de DC a la hora de lanzar películas. Después de Aquaman, vendrá en 2019 Shazam!, adaptación del primer (y original) Capitán Marvel a la pantalla en tono de comedia. En 2020, hay dos films sobre chicas: la secuela de la Mujer Maravilla y Birds of Prey, sobre superheroínas que incluyen a la Harley Quinn de Margot Robbie. Y, recién después, verán si vuelven The Flash y un nuevo Batman bajo la dirección de Matt Reeves (Cloverfield). Dependerá de que alguna funcione muy bien.
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