Cuando su hijo fue dado de alta, decidió que quería devolver lo que le habían dado; y se animó a ponerse en la piel de un personaje de la saga Star Wars.
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El silencio era asombroso. La oscuridad los abrazaba. Y ya nada se interponía entre sus mentes y las imágenes que se proyectaban sobre la pared. Allí, detrás de las luces y los sonidos, un mundo de fantasía se abría ante sus ojos y solo tenían que dejar volar la imaginación. “Desde el primer día que vi aquella proyección en la pared de mi casa allá por 1981/82 ya nada volvió a ser igual para mi. La escena en la que las tropas imperiales de soldados blancos entran a la nave de la princesa para dar luego paso a la aparición de Darth Vader con su estremecedora imagen y su respiración me impactó profundamente. Con mis amigos nos sentábamos en el piso y el silencio era tremendo. Había escenas que nos daban miedo y otras que nos estremecían. Lo que vivíamos cada vez era inigualable por los efectos, los personajes y el clima que se generaba alrededor. ¡Eramos chicos pero no volaba una mosca!”, recuerda Rodrigo Remón.
Criado en Banfield, provincia de Buenos Aires, junto a sus tres hermanos, tuvo una infancia con tardes de juego en la vereda y fines de semana con películas y series de los años 80. Fue en esos primeros años de vida que desarrolló un fanatismo por la saga de Star Wars. Finalizada la etapa escolar, decidió seguir la carrera de diseño gráfico. Se formó en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Con una clara vocación por la creatividad, sintió que era el camino que debía seguir para poner en práctica todo lo que imaginaba.
Lejos pero cerca
Hacia 2011 una oportunidad laboral lo llevó al continente asiático. Instalado en Singapur y maravillado por el mundo y la cultura que lo rodeaba, se convirtió en papá de Felipe. Aunque no fue fácil estar lejos de los afectos y tener que compartir el nacimiento de su primer hijo a través de WhatsApp, fotos, audios y videos, la felicidad por la llegada de su primogénito lo llenó de amor y proyectos.
Sin embargo, a los tres meses de vida, Rodrigo advirtió que algo no andaba bien con su hijo. A Felipe le realizaron una tomografía, estudios genéticos y otros exámenes complementarios. “Nos confirmaron que tenía Síndrome de Williams y que, a su vez, presentaba una estenosis supravalvular en la arteria aorta por encima de las coronarias. Por eso, debía ser analizado e intervenido quirúrgicamente. Se trataba de un estrechamiento que le generaba una presión sanguínea extrema para un niño tan pequeño y podía resultar de graves consecuencias en el tiempo”. El Síndrome de Williams es un trastorno del desarrollo neurológico que incluye diferentes manifestaciones clínicas como lesiones cerebrovasculares y retraso en el crecimiento, entre otras. Se da un caso en 23 mil nacimientos en el mundo.
Obtener un diagnóstico no fue fácil. Rodrigo y la mamá de su hijo hicieron varias consultas con diferentes especialistas. “Lo que nos sorprendió es que visitamos a cinco expertos en cardiología y todos nos dijeron algo diferente, desde que lo que tenía nuestro hijo no era nada de qué preocuparse hasta que había que operarlo con urgencia”. Por eso decidieron no perder tiempo y regresar a la Argentina. Allí, precisamente en el Hospital Prof. Dr. Juan P. Garrahan, Felipe fue evaluado nuevamente y operado con éxito. “Recorriendo los pasillos por esas épocas muy difíciles para nosotros, me crucé con seres de buen corazón interpretando a personajes de Star Wars. Los trajes eran de una exactitud y realismo tan inusual que como fan de la saga quise interiorizarme en el tema”.
No lo supo en ese momento, pero aquellas personas que sacaban risas y sonrisas en los niños y niñas que estaban internados en el hospital formaban parte de “Las Legiones”, grupos de fans de Star Wars que existen en todo el mundo y que de manera solidaria visitan en hospitales, comedores, hogares y merenderos. “Además de insumos, medicamentos y algunos artículos de primera necesidad llevan afecto y asombro, lo que resulta una experiencia inolvidable en ellos”, destaca Rodrigo.
Ponerse en los pelos de un gigante
Una vez que el hijo de Rodrigo fue dado de alta, el diseñador decidió que era el momento adecuado para comenzar a dar forma un deseo que se había despertado en él en aquellos días de internación. Hacía tiempo había decidido que algún día se uniría a las legiones para devolver a las instituciones lo que habían hecho por su hijo. Allí comenzó su proyecto de ponerse en los “pelos” de Chewbacca -su personaje favorito de la serie- para llevar alegría y asombro a los que lo necesitaban. “Elegí a Chewie por lo que representa en todo su conjunto: es un gigante peludo, amigable, de gran corazón, el mas fiel compañero y al que todos quieren abrazar. Nadie le teme a pesar de su altura inusual de 2.25 metros, y lo que genera en la gente (tanto niños como adultos) es descomunal”.
Comenzó entonces un capítulo en su vida que lo llevaría por un recorrido rico en detalles e investigaciones y que culminaría con la confección de un traje premiado, que lo posicionó como uno de los mejores del mundo fuera de los estudios Hollywood y obtuvo el visto bueno de Disney y Lucas Films. “Hay que cumplir con muchísimas normativas para que sea aprobado. Por ejemplo, las zonas de color de pelo que Chewbacca posee y el color exacto de pelo que lleva. En base a esos estándares los que confeccionan este tipo de trajes elegimos diversas maneras de construirlo. Hay foros de ayuda y guías visuales que sirven para lograr la exactitud que el proceso exige”.
Pero ¿qué fue lo que lo llevó a ser reconocido en otras latitudes? “Creo que es algo que tiene que ver con la creatividad y que va de la mano de mi vocación como diseñador y artista obsesionado por el detalle del realismo. Usé los mismos materiales que los utilizados en las películas, las mismas escalas, los mismos códigos de color y efectos sonoros, entre otras cosas”.
Rodrigo tuvo que completar formularios y enviarlos a los Estados Unidos con material fotográfico de respaldo en diferentes posiciones y ángulos para su aprobación. Así pasó a formar parte de la Rebel Legión (los buenos de la saga) a diferencia de la Legión 501st (los villanos de la saga). Además, en el interior desarrolló una adaptación de un sistema de sonido que emite los gruñidos reales de la película: cuando Rodrigo abre la boca, también se abre la mandíbula de la máscara y se acciona el sonido tan característico de Chewbacca.
Experiencia emotiva y en altura
Le llevó un año y una cuarentena exacta concluir con el diseño y armado del traje. Recuerda la primera experiencia como increíblemente anecdótica y calurosa a la vez: caminar sobre plataformas para alcanzar la altura del personaje y estar cubierto de pelos largos no fue fácil, pero la aparición de Chewie esa primera vez generó lágrimas de emoción y abrazos interminables en los presentes. “Fue sin dudas inolvidable”.
Rodrigo hizo presencias en comedores, hospitales y merenderos para aportar su granito de arena en la felicidad de los más chicos. En 2020, cuando todo se volvió virtual, eligió presentar su personaje a través de las pantallas. “Cuando lo vieron por la camarita los chicos se volvieron locos. De alguna forma relaciono a Chewie con mi hijo porque los dos son tienen el corazón más bueno de todos. Por eso para mí este traje es muy especial”.
Con la reapertura y la flexibilización de las medidas de cuidados, finalmente pudo hacerlo en forma presencial. Y las experiencias fueron, una tras otra, simplemente mágicas. “Cada encuentro me llena, la experiencia frente a todos esos niños me genera tal empatía que es como si yo fuera uno de ellos mirando a un personaje así. Lo que siempre hubiera soñado encontrarme en mi vida se da en ese momento frente a ellos. Es una sensación maravillosa cuando ves la emoción que les causa estar viendo a Chewie, abrazarlo, hablarle inclusive aunque este responda en lenguaje de Wookie a través de gruñidos con gestos y señas. La sinergia que se crea mediante espectador y personaje es única”.
Mientras, puertas adentro, en la casa de Munro donde vive Rodrigo, la magia no se detiene. “Mis hijos se crían en una normalidad en la que papá esta probando las plataformas y aparece caminando en altura por el living, o con la máscara de Chewbacca puesta probando el sonido. Viven diversos estímulos que los atrapan y encantan, desde R2D2 merodeando por el living a un peluche de Baby Yoda balbuceando en su cama. En cuanto a Feli, aunque le sigue costando muchísimo comunicarse y hoy está empezando a decir sus primeras palabras, tenemos una conexión única a través del amor, las risas y este tipo de locuras. Creo que es una herencia increíble y que mis hijos la disfrutan a diario tanto como yo: es compartida, y por eso tiene éxito con ellos también y funciona en las nuevas generaciones, une a adultos y niños por igual”.
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