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“Está desesperado por entrar”, anunciaba el mensaje que recibieron los voluntarios de la Asociación Civil Pájaros Caídos. Ocurrió en plena pandemia. No salía de su asombro ni tampoco sabía qué hacer. Un ave, diferente a las que estaba acostumbrado a ver en la ciudad, había aparecido en el balcón de su departamento. Su comportamiento indicaba que estaba perdido. Buscaba al ser humano para protegerse.
Se trataba nada más y nada menos que de una cocotilla, un ave que se cría en cautiverio y que, en la mayoría de los casos, no habita la Argentina. Por lo tanto, no saben vivir en libertad. Nuestro país -y mucho menos la gran ciudad- no es su hábitat natural. Rápidamente se dispuso un protocolo de ayuda para asistir al ave, que fue llevada al refugio que Pájaros Caídos posee, con sol, aire fresco y comida adecuada a cada especie para que los animales rescatados del tráfico ilegal o del maltrato puedan vivir dignamente.
La cocotilla o cacatúa ninfa mide entre 30 y 33 cm. Se caracteriza por tener una cresta eréctil y plumas largas en la cola que pueden llegar a representar la mitad del tamaño total del ave. Su plumaje es, generalmente gris (a excepción de la variedad blanca), con una mancha naranja en cada mejilla. Originaria de Australia, por su colorido, por su canto, o por la habilidad para reproducir la voz humana, es una de las especies amenazadas por el mascotismo y el tráfico ilegal. En nuestro país, se ofrecen en Mercado Libre y sitios de particulares con valores que comienzan en $14 mil pesos y ascienden hasta los mil dólares.
“Tenía movimientos de cabeza que no eran normales”
“Vivió muy bien en el refugio, con comportamientos típicos de la especie y evolución favorable hasta que una tarde comencé a notar una extraña sintomatología en Paquito. Así lo habíamos bautizado. Tenía movimientos de cabeza que no eran normales y eso me puso en alerta”, recuerda Clara Correa, al frente de la Asociación.
Consultó de inmediato con la veterinaria Dra. Rosana Mattiello quien le informó que podría deberse a un accidente cerebro vascular (ACV). Era importante controlar sus síntomas, darle cuidado, observación y un ámbito adecuado para que viviera con un espacio de primeros auxilios. “A los pocos días, el cuadro empeoró: Paquito no podía pararse y su cabeza se giraba hacia un lado, con tics neurológicos”.
“Parecía que se había entregado a la muerte”
El panorama era desalentador. Con el correr de los días, Paquito se mostraba cada vez más débil y desanimado. No podía mantenerse de pie. Había dejado de comer y de beber agua. “Parecía que se había entregado a la muerte”.
En esa instancia, con indicaciones de la veterinaria especialista en aves, el tratamiento era minucioso a pesar de las bajas chances de sobrevida. Nadie creía que iba a sobreviviría, pero su cuidadora no estaba dispuesta a bajar los brazos. Ya lo había hecho en otras oportunidades, con tantas aves que habían visto a la muerte de cerca pero que ahora, gracias a su ayuda desinteresada, gozaban de salud y tenían la vida digna que siempre habían merecido.
Con mucha entrega, paciencia y amor, Clara Correa le dio a Paquito la atención y el cuidado que necesitaba. Una batería de remedios y alimentación artificial para asegurarle los nutrientes necesarios comenzaron a formar parte de su día a día. También recibió sesiones de reiki de la mano de Fabián Trevisan. Cada granito de arena contribuía a la esperanza de que se recuperara. El tratamiento fue largo, difícil, lleno de perseverancia y altibajos. “Con su fuerza interna quería luchar, no quería irse de este mundo. Soy una convencida de que hay una chance de vida siempre que haya un buen diagnóstico, una atención personalizada y un tratamiento acorde”.
“Merecen nuestro respeto”
Luego de varios meses, Paquito comenzó a mostrar algunos signos de mejoría. Está dando sus primeros pasos y aprendiendo todo de nuevo. Ya come y toma agua por sus propios medios. Salió de su terapia intensiva pero todavía está en su camita de cuidados, como llaman los cuidadores a su pequeño recinto de recuperación. Allí recibe asistencia cada vez que lo necesita y continúa tomando su medicación.
“El mascotismo ha generado un enorme tráfico de animales, que son extraídos de su hábitat natural, provocando con ello la disminución y luego la desaparición de especies. Pero eso no es todo, este mismo circuito genera, en la gran mayoría de los casos la muerte de las aves, ya que no resisten el traslado, no pueden adaptarse al lugar donde son encerrados o sus nuevos cuidadores carecen de los conocimientos, recursos o vocación necesaria para brindarles la alimentación y cuidados adecuados. 9 de cada 10 animales silvestres que son capturados mueren antes de ser vendidos. La historia de Paquito nos abre los ojos hacia la posibilidad de comenzar a practicar a una actitud compasiva hacia los otros animales. Al igual que nosotros, ellos sienten y merecen nuestro respeto”, concluye Clara Correa.
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