
Antonio de la Rúa: "Todo lo que hago desde mi lugar de hijo"
"Algunos ministros pueden sentir como una amenaza que yo pueda opinar, por mi relación con mi viejo, sobre la política de los ministerios"
Antonio de la Rúa en persona abre la puerta de entrada del sexto piso de Montevideo al 1600, que fue el domicilio particular del presidente Fernando de la Rúa y se ha convertido en el búnker político de sus hijos. Allí, por donde desfilan desde colaboradores hasta funcionarios de la joven camada política, se respira el espíritu renovador que los radicales aliancistas sueñan imprimirle a la política, a la gestión presidencial y al perfil productivo del país.
En el hall-escritorio que separa el living del comedor, Walter Guzmán, un viejo servidor de los De la Rúa desde la época de senador del Presidente, se aboca diariamente a una sola tarea: atender las incesantes llamadas telefónicas que reciben los chicos. Las de los celulares se derivan a otros dos colaboradores: Marcos Normal, en el que deposita su confianza Fernando hijo -Aíto-, en tanto que Tony, como lo llaman los más íntimos a Antonio, descansa en Julio Rosende, otrora secretario privado de Fernando padre e inseparable de Antonio desde los tiempos de la campaña electoral.
Suena el teléfono y alguien indica que es "para Aíto, de parte de Charly Alberti", uno de los jóvenes empresarios de Internet que acompañaron al Presidente en su gira por Estados Unidos. Y que, según dirá después el menor de los De la Rúa, "está entusiasmado en colaborar en lo que se pueda con el gobierno". Los temas que lo ocupan a Aíto van desde el portal Educ.ar hasta la implementación de marcos legales para atraer inversiones tecnológicas.
Antonio sonríe con frecuencia. El muchacho -como le diría su padre-, ex alumno del colegio Champagnat, se muestra atildado, en impecable traje oscuro, aunque se ha permitido ciertas concesiones en su look: zapatillas de cuero negro que reemplazan al calzado más formal y una estudiada ausencia de corbata. (En una sesión fotográfica posterior, realizada en la quinta de Olivos, cuyas tomas acompañan este reportaje, el hijo del Presidente optó por una vestimenta más informal y más acorde con su personalidad.) Una foto de los Rolling Stones con el secretario de Cultura y Comunicación, Darío Lopérfido, adorna la mesita del living junto a un libro de Paulo Coelho. La obra del escritor carioca y la de Krishnamurti son el remanso de Antonio en la correntada política y mediática.
El manejo que ha hecho de la imagen pública de su padre le ha valido que el presidente mexicano, Vicente Fox, por consejo de Dick Morris y asesoramiento de Ramiro Agulla, copiara de pe a pa la campaña presidencial de De la Rúa. Sin embargo, Antonio no pudo exhibir la misma muñeca para manejar su propia imagen. Tampoco pudo evitar la formación de un entorno alrededor de su persona, que, claramente, le molesta. Si bien los rumores las contradicen, hay tres situaciones atinentes a Antonio que varios funcionarios destacan: "No busca un espacio de poder, porque no lo necesita. Antonio y su padre son como una sola persona. Está claro que el padre admira la sagacidad y audacia del hijo para la comunicación".
Otras características de Antonio que suelen señalarse son una timidez innata, de ahí un rechazo al perfil alto, y un temperamento que lo lleva a sostener con su padre "diálogos a veces tensos, aunque siempre con tono mesurado y sin exabruptos".
Sereno, casi estático excepto por el frecuente ademán de echarse el pelo hacia atrás, y dispuesto a, dice, "un diálogo honesto", se prestará a casi tres horas de entrevista que interrumpirá sólo una vez para atender "una llamada importante".
-¿Cree que la comunicación de este gobierno es efectiva? Sturzenegger, por ejemplo, piensa que no lo es.
-Yo creo que sí. Aunque la prensa la plantea como una operación permanente de marketing detrás de todos los hechos y actos de gobierno. Sólo en casos de coyuntura importante, la comunicación de este gobierno ha salido a decir la verdad de las cosas y lo que piensa el Presidente, mi viejo.
-¿Usted se considera una suerte de apuntador del Presidente?
-No es así. Nosotros nos abocamos a explicar la verdad de lo que pasa según indicaciones precisas de mi viejo. Lo que hacemos es simplificar los mensajes para que se entiendan. La gente, quizá, no está acostumbrada a que un presidente te explique lo que está pasando. Eso es un dato que sorprende. Y a partir de ahí, desde los medios surgen análisis como el de marketing de la austeridad, que todavía no entiendo qué significa.
-¿Cree que cometieron algún exceso en la comunicación?
-No, si se hizo muy poco: cinco o seis mensajes del viejo explicando qué estaba pasando, la campaña de la moratoria y la de la reforma laboral. Todas me parecieron oportunas y que estuvieron bien.
-¿Cuál es el grado de influencia que tiene en el Presidente un publicitario de 36 años, como es Ramiro Agulla?
-Está acotado por su responsabilidad: Agulla ayuda cuando el Presidente quiere transmitir un mensaje a la gente a través de los medios. Entiendo que esto pueda llamar la atención y que los medios le den una difusión desmedida. Y es así como se construyó una historia alejada de la realidad.
-¿La presencia y proximidad de Agulla ahora, fuera de campaña, beneficia a la imagen del gobierno?
-No me parece que la afecte. Es bueno que un presidente hable con un tipo joven, inteligente, que tiene sentido común y que le puede aportar una opinión descontaminada de las cosas. Pero usted en realidad lo que me pregunta es: ¿Le parece bien que De la Rúa gobierne con Agulla? Y esto no es así. Está totalmente sobredimensionado lo que él hace. Agulla hace simplemente un trabajo que le sirve al Presidente. Y no creo que a la gente le importe si el gobierno se asesora por un publicitario para comunicar ciertas cosas, que es lo que en realidad sucede. Somos un equipo al que le ha ido bien, porque estamos absolutamente conducidos por mi viejo.
-¿Y le parece válido que, según versiones, un publicitario irrumpa en una reunión de gabinete para instruir a los ministros acerca de la cara que deben poner?
-Jamás pasó eso. ¡Es una locura! Ni él tiene esa actitud ni es esa la relación con el Presidente ni con los ministros. Estas versiones parten de un microclima, del que la gente queda claramente afuera.
-¿No hubo un análisis suyo y de Agulla según el cual una parte del mal humor de los argentinos se debería a la cara larga que exhibían los ministros?
-No. Lo que pasó fue que en la gira por Estados Unidos vimos una actitud que nos pareció contagiosa y muy positiva. Notamos la alegría, fuerza y optimismo que transmitía mi viejo allá, que a nosotros mismos nos contagió. Y cuando llegó se lo dijimos: "Guau... qué impactante fue verte tan contento, tan arriba. ¡Qué bueno, mantenélo!"
-¿Es una estrategia integral suya, enfocada a renovar la política, la convocatoria a profesionales del sector privado para que trabajen junto al Presidente?
-Sí, creo que es algo que nutre a la política. Es sano. Si te manejás con los funcionarios públicos solamente, estás muerto en política. La habilidad de un político es tener la capacidad de escuchar y poder hablar con gente de distintos ámbitos.
-¿Hay funcionarios que por afinidad u otras razones responden a usted?
-¡Es tan absurdo sostener eso! Todos responden a mi viejo. Puede ser que haya tipos que me escuchen mucho por lo que yo pueda representar y además porque saben que yo siempre estoy cerca del viejo y tirando para su lado. Pero nada más que eso. Todos saben que si yo voy para allá, es porque el viejo quiere ir para ese mismo lado.
-¿Pero no es usted el nexo más directo entre la camada joven y el Presidente?
-No, no existe una forma de puente a través mío con el viejo. Ellos tienen una relación muy fluída con él, como para plantearle y discutir sus propuestas...Y ellos saben que yo peleo mucho por los espacios de la generación joven para que esté representada dentro de la estructura del gobierno, porque siempre son los jóvenes los que más cambios quieren e impulsan. Entonces, es una buena complementación con el resto del gobierno. Pero no es que yo sugiero tal persona, para tal puesto. El Presidente decide y asume los riesgos de la persona que pone.
-¿Por qué rechaza la función pública, si es un hecho su colaboración con el gobierno?
-Porque no me interesa estar en la gestión del día a día. Tampoco me parece un buen lugar para un hijo. Sí, por supuesto que hablo con mi viejo. Juntos analizamos la política, sus estrategias, lo que se necesita. Yo hablo también con mucha gente con la que tengo mucha afinidad. Con ellos analizamos cómo van las cosas, qué se puede aportar. Tratamos de insertar en las cuestiones una visión estratégica. Pero todo eso es nada más que poner el hombro. Es muy difícil administrar un país, hay muchos intereses en juego, muchos riesgos y muchos enemigos que disparan desde muchos lados.
-¿Cuál es su participación en materia de estrategia?
-Analizo la situación comunicacional, que es lo que me gusta. Eso es analizar cómo están y cómo se ven las cosas, pensar y plantear los desafíos, si hay o no que contarlos a la gente, cómo habría que hacerlo. Soy el hijo, y eso me da un lugar para opinar descontaminado de todo. La soledad del poder es una cosa cierta: de todos lados viene gente a hablar en función de sus propios intereses; las opiniones siempre tienen alguna subjetividad detrás. Por eso se habla de la soledad del poder. Y si yo puedo hacer un análisis, ordenar ideas, ayudarlo con un discurso, lo hago. Pero todo lo hago desde mi lugar de hijo.
-¿Su padre coincide con sus apreciaciones y análisis?
-Mucha veces no; a veces, sí. El viejo siempre se sale con lo que él quiere. Siempre, todos terminan haciendo lo que él quiere.
-Pero en temas de comunicación, ¿acaso no terminó haciendo él lo que querían ustedes?
-Eso es algo que provoca él. Nos provocó para que lo provoquemos y así aprovecharnos. El armó, diseñó esa estructura de campaña, no puso a nadie por arriba ni por abajo. Creo que la gente que tiene claro lo que quiere, puede escuchar y abrirse a consejos, a nuevos estilos y estrategias. La soberbia es de los inseguros. Es una de las tantas cosas que aprendí en este tiempo.
-¿Hace para su padre su propio aporte, original y personal de ideas?
-Sí. En lo que yo más trabajo con él es en que se entienda aquello que él piensa. El tenía una forma de hablar demasiado académica, sobria y formal. Y nosotros le planteamos un diálogo más desestructurado y se adaptó.
-¿Usted tiene enemigos dentro del Gobierno?
-No lo sé. Me parece que no, porque no lo siento. Pero dicen que sí, ¿no? Con los ministros, en general, me llevo bárbaro, la relación es muy buena. Y no sé si alguno me considera su enemigo. Sé que eso dicen. Por mi parte, tengo muy buena relación con Flamarique, Santibañes, con Graciela, con Machinea. Mi lectura es que, quizás, algunos ministros, en el momento de tomar decisiones importantes, pueden sentir como una amenaza el hecho de que yo pueda opinar, por la relación que tengo con mi viejo, sobre las políticas de los ministerios.
-Siente, entonces, que esa relación crea resquemor dentro del Gobierno.
-La relación que tengo con los ministros no me hace sentir ese resquemor. Sí entiendo que pueda pasar. Puede haber ministros que sean más seguros en lo que hacen que otros.
-¿Cree que la mayoría del gobierno comparte la forma en que se maneja la comunicación?
-No me puse a pensar en eso. Trato de estar descontaminado de las internas y de las opiniones. Como esas cosas nunca se dicen de frente, si te dejás llevar por versiones te volvés loco.
-¿Cree que la campaña de maldita cocaína fue efectiva?
-Sin duda, de las más efectivas que hubo contra la droga. Polémica, para la prensa; pero muy valorada por los profesionales del tema de la drogadicción. Pensábamos continuarla, pero era mejor esperar que el tema bajara de la polémica, para que no se desvirtuara. Ahí sí me acuerdo de que el secretario de Lucha contra la Drogadicción dijo que no estaba de acuerdo. Tratamos de aprovechar un momento que nos tenía que servir de lección a todos. No veo mucha droga entre los políticos que conozco, pero sí en mi generación y en la gente más joven.
-¿Alguna vez consumió drogas?
-Es un tema de mi vida personal. Pero soy absolutamente contrario a las drogas, me parece que son una porquería, que son un gran problema de Estado y que el gobierno debe hacer algo para combatirlo. Y una de las herramientas más importantes para hacerlo es la comunicación, porque tiene una posición educadora.
-¿Qué opina de lo dicho por María Elena Walsh acerca de que la ineficacia, la ineptitud, es a veces peor que la corrupción?
-Me parece una forma muy dañina de pensar, el querer justificar algo tan aberrante como la corrupción comparándola con otra cosa mala, con la cual estoy en desacuerdo.
Esta posición de Antonio de la Rúa acerca de la corrupción nos trajo a la memoria -generando la consecuente pregunta al entrevistado- aquel episodio en el cual el desaparecido diario Perfil publicó una serie de escuchas ilegales de las que surgían presuntas maniobras de los hijos de De la Rúa con profesores universitarios para aprobar materias en la Facultad de Derecho de la UBA. Este fue el único tema acerca del cual Antonio de la Rúa se negó a dar respuesta.
Cabe recordar que el decano de la Facultad de Derecho, Andrés Díalessio, procedió entonces con un sumario administrativo por presunto tráfico de influencias, pero que ni la Justicia ni la investigación de la Facultad encontraron elementos incriminatorios para avanzar con un juicio penal.
-¿Qué puntaje le da a la gestión de gobierno?
-Diez. Creo que tuvo un arranque excelente, y que aprovechó muy bien el tiempo.
-¿Cuáles fueron sus honorarios por ambas campañas?
-Por la de Ibarra, 15 mil pesos. Por mi asesoría no cobro honorarios. No quiero que el Estado me pague, no porque me parezca mal sino porque ser el hijo es ser también el foco para muchos problemas. Al principio me resultaba muy incómodo cobrarle al viejo por un laburo que, en definitiva, estaba haciendo con él. Después, cada tanto hacíamos pagos irregulares por montos bajos, dos o tres mil pesos, con dinero de la campaña. Pero por ahí pasaban tres, cuatro meses que no hablábamos del tema y eran tres, cuatro mil. La cuestión dinero se arreglaba en dos minutos; nunca fue un tema de negociación.
-¿Cómo maneja hoy su parte económica?
-Tengo mis ahorros como para vivir bien, no me falta nada, gasto muy poca plata; trabajé con mi tío Eduardo, con Rodríguez Giavarini, trabajé en las campañas de mi viejo, en las de Ibarra. En todos los casos percibí mis honorarios por eso. En algunos casos más, en otros menos. Así que tengo mi plata ahorrada, mi contador, pago mis impuestos. Y con eso me manejo. Pero no soy millonario.
-¿Cuánto ganó Agulla?
-El trabaja por campaña. Y no sé cuánto ganó. Como asesor no le cobra al viejo. El cuida mucho más esto desde el prestigio y la experiencia que un beneficio económico, como el que seguramente va a tener cuando el Gobierno tenga plata para hacer publicidad. Cuando surjan campañas, seguramente se convocará a su agencia, que es la mejor. Y se le pagará como a cualquiera.
-¿Imagina un futuro político para usted?
-Es muy difícil verme desvinculado de la política. Pero yo deseo construir mi vida, al margen de la política. Creo en la participación política sólo cuando se tiene un proyecto con el que se comulga. Si no, se es un preso del que está arriba. Para ser genuino en política y hacerla con convicción, hay que tener mucha libertad. Y si se vive de la política, no se tiene esa libertad. Ahora que tengo más tiempo, quiero empezar a proyectar, junto con Aíto, una actividad en el sector privado. Lo tecnológico se relaciona mucho con la comunicación. Quiero que mis ingresos sean por afuera de la cuestión pública.
-¿No va a participar de las campañas de 2001 para senadores?
-Sí, por supuesto. Pero mientas tanto quiero ver si puedo empezar a darle forma a un proyecto propio. Tengo la necesidad de que las cosas que haga no se relacionen con la política.
-¿Haber ganado la campaña le dio un mayor margen de maniobra con su padre?
-No. Las cualidades que demostré sirvieron para que tengamos una relación de respeto y para sentir que él me puede escuchar cuando yo hablo. Sí me dio cierta autoridad frente a él, frente al resto de los políticos, frente a los ministros.
-¿Se casará con Shakira?
-No estoy pensando en eso. El destino dirá lo que pueda pasar. Puede pasar cualquier cosa con ella. Qué difícil es hablar de todas estas cosas, ¿no?
-Ciertos rumores dicen que la relación es una operación de prensa de Lopérfido para tapar otras cuestiones.
-Hay muchas cosas que las tomo como parte de un microclima. Estoy seguro de que no es lo que piensa la gente, que es mucho más espontánea.
-¿Sintió que lo defraudó a su padre, después de que en Hora Clave aseguró que conocía las reglas de juego, y que nunca haría nada para perjudicarlo?
-No, no siento que lo haya defraudado, ni perjudicado. Siempre pensé que era inoportuno, pero también que las cosas se iban a acomodar, que siento que es lo que pasa ahora.
-¿Su padre le pidió que eligiera entre asesorar al gobierno y la relación?
-No, es una locura. Mi viejo es super respetuoso de mi vida privada. Esto dura cuatro, ocho años, pero no es la vida. No voy a poner toda mi vida en la política ni él va a pretender que yo deje de vivir por la política.
-¿Shakira es la mujer de su vida?
-Eso no lo puedo saber. Además, trato de cuidar esos temas, porque si ponés tus sentimientos en un reportaje es como para que uno y otro opine.
El grupo Sushi
El común denominador del grupo es que no estamos en una lucha de poder, ni vemos a la política como una batalla, ni estamos confrontando contra nadie. La actitud es la de dejar de lado todo para que esto salga bien, hacer una puesta más allá de las internas.
Nicolás Gallo: tenemos una relación de afecto; no estamos enfrentados. Discutimos siempre, pero como nos decimos las cosas de frente nunca terminamos peleados.
Dick Morris: trabaja muy de cerca en las encuestas. Ordena el panorama y ahora no cobra por eso. Opina sobre todo lo que queramos preguntarle.
Santibañes: un tipo al que no le importa lo que van a decir. Dice lo que piensa. Es muy bueno tener gente inteligente, que dice una cosa y es capaz de hacerla. Le aporta mucha claridad a la discusión en el gobierno. Es un tipo con mucha visión de futuro, que mira para adelante.
Felgueras: no es verdad que no me llevo bien con ella. Todo lo contrario. Tengo mucha afinidad y la admiro mucho. Sobre todo, su capacidad de trabajo.
Los temas calientes
Aborto: "No es un tema fácil. Pero defiendo la vida".
Marco legal para la unión entre homosexuales: "Sí, sus derechos tienen que estar absolutamente protegidos y defendidos por la ley".
¿Más ajuste?: "No lo puedo medir; es una cuestión técnica. Si este país necesitara más, aunque fuere una medida dura, habría que tomarla".
Cielos abiertos: "Mi postura es: Abran el mercado, que compitan y que la gente pague lo menos posible de tarifas. Ya hubo mucho tiempo de querer proteger a las empresas; ahora que protejan a la gente para que todos saquen los beneficios posibles de la competencia. Pero yo no puedo ponerme a discutir consecuencias y cuestiones técnicas porque no las sé".