"Si seguís así vas a explotar. Te veo siempre corriendo. Sos un chico brillante pero necesitás parar un poco el ritmo de vida que estás teniendo o vas a terminar mal", le dijo esa mañana en un pasillo de la facultad un profesor a Rodrigo Grondona (38). Era cierto, aunque se sentía lleno de energía y desbordaba vitalidad, su agenda diaria estaba atestada de tareas, responsabilidades y compromisos.
Tenía entonces 22 años, dos hijos, estudiaba Kinesiología en la Universidad de Buenos Aires, manejaba una combi de transporte escolar, era árbitro de fútbol profesional y organizaba torneos internos en un colegio de la zona. "Cuando no estaba trabajando, estaba estudiando, entrenando o en la facultad. Mi vida era una montaña rusa, tenía muchas obligaciones, muchos compromisos, por suerte siempre tuve mucha energía y entusiasmo. Pero la realidad es que cada vez estaba más cansado. Mi promedio diario de sueño eran 4 horas y había noches en las que lloraba sobre la almohada del estrés que tenía", recuerda Rodrigo.
Criado en una familia tradicional de Buenos Aires, donde el apellido era sinónimo de fútbol, Rodrigo creció en el ambiente futbolero. "Practiqué deporte toda mi vida, quería ser futbolista como muchos chicos en esa época. A los 15, en la puerta del colegio, conocí a la mamá de mis hijos y ese mismo año, a la semana de enterarme que iba a ser papá, sufrí una de las situaciones más dolorosas de mi vida: mi papá falleció de forma súbita de un infarto masivo de miocardio. Tenía 52 años".
Fue en ese contexto que el profesor de la facultad le sugirió a Rodrigo mirar hacia otros horizontes y le recomendó aprender diferentes técnicas de respiración. "Yo era un escéptico de esas disciplinas. Y aunque ya leía e investigaba textos de yoga y escritos de monjes, swamis o rishis, todavía no me había embarcado en la práctica del yoga o de la meditación. Sin embargo, como ese consejo vino de alguien a quien yo admiro profundamente -el Lic. José Ossemani, kinesiólogo, fisiatra y docente titular en ese momento de la cátedra Semiopatología Quirúrgica en la Universidad de Buenos Aires- me anoté en un curso. Fue una revolución absoluta. Me enamoré de las técnicas de la respiración, de la meditación y el yoga. Y ya no pude parar. Algo se abrió en mí. Creo que fue algo físico, como una memoria celular. Me tomaba todos los días para conectar a través de las técnicas, meditar, hacer yoga. Seguí avanzando y a los dos años me había convertido en instructor de yoga y técnicas de respiración".
Agresiones al árbitro
Todavía era árbitro cuando hizo ese cambio en su vida. Y fue en la provincia de Córdoba que una experiencia desagradable lo llevó a tomar una decisión definitiva. Al finalizar un partido, más de cien simpatizantes del equipo Olimpo invadieron el campo de juego y comenzaron a agredir a Rodrigo. Insultos, patadas, palazos, trompadas. El cuerpo policial tuvo que intervenir para sacarlo de la cancha y estuvo más de cinco horas bajo vigilancia en la comisaría para que el asunto no terminara en una tragedia.
"Estuve más de cinco horas esperando para salir, había disparos afuera, Salí en un baúl escondido a las tres de la mañana. Yo ya era instructor de yoga, ya quería avanzar en ese camino y había ido a ese partido para poder disponer de algo de dinero líquido y pagarme un retiro de silencio. ¡Qué ironía! Cada vez que lo recuerdo me parece increíble. Pero estoy agradecido de haber vivido esa experiencia porque fue lo que me permitió conectarme con el camino que hoy transito".
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Escrito en el cuerpo
Esa madrugada, cuando llegó finalmente a su casa tomó la dolorosa decisión de dejar el arbitraje. No quiso entrar nunca más a una cancha de fútbol. Ya no toleraba que lo escupieran, que lo insultaran. Canalizó toda esa energía en el yoga y en la medicina. Apasionado por su nueva vida, viajó a Europa para continuar con su formación. También tuvo la oportunidad de visitar la India en seis oportunidades, siempre en familia: quería que sus hijos se empaparan del mundo en el que sus padres estaban involucrados.
La práctica y la disciplina con la que se fue descubriendo en el yoga lo llevaron a coordinar el instructorado que ofrece la Fundación El Arte de Vivir en la Argentina y allí nació la posibilidad de abrir el estudio propio. Allí combinaría las clases de yoga con un tratamiento holístico para la columna y los dolores crónicos de espalda.
Espacio para el bienestar
Sentirse bien en el espacio propio es indispensable. Algo que hemos comprobado en nuestro cuerpo en estos días de cuarentena. Rodrigo sabe de esto y en su ambiente todo confluye para que funcione. Objetos que dan placer y también cuentan historias.
Él elige ambientes luminosos, decoración minimalista y despojada, plantas de De Raíz Vivero, objetos que invitan a la reflexión como cuadros con frases de Sri Sri Ravi Shankar, flores, velas o kits de pooja para rituales de agradecimiento y purificación son algunos de los elementos que forman parte de los ambientes.
Los muebles también tienen su historia. La propietaria de la marca era una paciente que padecía dolor crónico de espalda, Rodrigo le propuso un tratamiento de yogaterapia, técnicas de respiración y kinesiología. Los resultados en ella fueron tan sorprendentes que, en forma de agradecimiento, le obsequió los muebles que construye (Idear Home) para el estudio y consultorio.
"La idea es que cuando uno entre se sienta en un espacio que inspire calma y que no distraiga a los que van a tomar sus clases, realizar sus meditaciones o hacer una consulta de kinesiología. Esperamos pronto la reapertura del estudio. Antes de la cuarentena funcionaba como un club social: algunos tomaban cursos, otros sus clases de yoga, también está el consultorio e incluso habíamos dispuesto un sector en la cocina para quienes brindaban asistencia y cocinaban para ayudar a gente en situación de calle".
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