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“Tengo atesorados más de tres mil cuños de acero con la historia del país. La mayoría están hechos por mi abuelo y mi padre”, afirma Alicia Pisani a sus 64 años, detrás del mostrador de su negocio especializado en medallas, placas, trofeos y condecoraciones. Fue su abuelo, Don Héctor Luis, quien fundó la renombrada “Casa Pisani” a principios de 1914 en pleno barrio de San Nicolás. “Me contaron que en aquella época la mayoría de las medallas que encargaban eran de plata y de alpaca. También de oro y alguna que otra de bronce”, agrega, quien con orgullo continúa con el oficio familiar. Clubes, escuelas, universidades, automotrices, instituciones culturales, deportivas y reconocidas marcas, han elegido a su local por su destacada confección artesanal.
De Italia a Argentina a los 12 años
Héctor Pisani, el fundador de la casa que lleva su apellido, nació en la ciudad de Lucca, en la región de Toscana. Como muchos italianos, con tan solo 12 años, emigró a Argentina acompañado de su familia. Desde pequeño desarrolló un gran talento artístico. En Buenos Aires aprendió el oficio de grabador de metales. Asimismo estudió dibujo y pintura en la Academia Nacional de Bellas Artes. “Allí obtuvo medalla de oro y entabló una gran amistad con el maestro Emilio Petorutti y Benito Quinquela Martín”, detalla su nieta. En 1914 abrió las puertas de “Casa Pisani”, antiguamente ubicada en la calle Bartolomé Mitre, con su amplio taller. Tres años más tarde, el artesano fue uno de los fundadores de la Asociación de Grabadores sobre Metales en Argentina. En los años 40 el negocio se trasladó a la calle Paraná 165. “Tenían el local de venta al público, la fábrica y la casa de mi abuelo, era gigantesco. Mi padre, Oscar, se crio ahí entre cinceles y medallas. Aprendió el oficio bien de abajo, observando. Era un gran artista, dibujaba como los dioses y tenía pasión por el grabado: le gustaba mucho la mecánica e inventó varias matricerías”, cuenta. En la década del 50 Oscar reformó el local e incorporó unos distintivos muebles de ebanistería y vitrinas de cristal para lucir sus trabajos. Aquella época fue de gran auge para la empresa: llegaban clientes a lo largo y ancho del país.
La pianista que siguió la tradición
“Antes se hacían medallas para todo. La fábrica era inmensa, hubo una época con 40 empleados”, rememora Pisani. Desde que era una niña, que apenas llegaba al mostrador, se divertía en cada visita al taller. “Me crie ahí adentro. Los empleados me llamaban “La nena”. Mi gran juego era darle vuelta a las tuercas del torno. Recuerdo que había un estampador histórico que se llamaba Jorge, que me enseñaba a usar el balancín para estampar las medallas”, dice. Sin embargo, a la pequeña Alicia le apasionaba más la música que los grabados. “Hice el conservatorio y soy pianista. Mi primer concierto fue a los cinco años y desde jovencita toqué en Radio Nacional. Ahora sigo enseñando, pero no doy conciertos”, expresa. Pero cuando en la década del 80 falleció su padre, ella y su hermano se pusieron al hombro el negocio familiar. Hoy en día Alicia continúa la tradición.
Casa Pisani ha hecho medallas, placas, chapas identificatorias, pines, botones, banderines, trofeos, entre otros presentes a cientos de marcas e instituciones. Por su historia fue declarada “Testimonio vivo de la Memoria Ciudadana” por el Museo de la Ciudad. “Conservo toda la matricería”, afirma. Y rememora la época en la que las automotrices le solicitaban el diseño de llaveros. “Antes cuando comprabas un auto se estilaba que el concesionario te entregara un llavero con logo o medalla del modelo. Nosotros los hacíamos a pedido. Por ejemplo, tengo de recuerdo uno de Renault del año 1934 y otro del modelo Ika Bergantín. Del logo del león de Peugeot tengo varios, de Alfa Romeo y también de la insignia emblema de Mercedes Benz”, cuenta Pisani. Dentro de su colección de muestras se encuentra un medallón cincelado de la inauguración del Congreso y una medalla de la cabeza de Geniol. Además, han confeccionado desde placas para embajadas, conmemorativas para las bodas de plata y de oro y hasta de bronce fundido para los cementerios. “Trabajamos muchísimo con grabados para clubes deportivos. Nos encargan medallas y trofeos. El mercado cambió mucho, antes se hacían pedidos de a grandes cantidades y se entregaban copas de bronce con baño de plata”.
Actualmente sus principales clientes son los colegios, las universidades y los clubes. “En la temporada de entrega de premios y colaciones de fin de año es cuando más trabajamos”, asegura. Para el Día del Abogado también tiene gran cantidad de pedidos. La casa cosecha una fiel clientela desde hace más de 70 años, otros se acercan por recomendación. Alicia cuenta que en los últimos meses varios le han encargado chapitas con el nombre de su mascota. “En casa de herrero cuchillo de palo a los míos todavía no les hice”, dice, entre risas.
“Bruñir las medallas me encanta”, remata Alicia mientras acomoda varias de sus obras maestras sobre un estante. En Casa Pisani se siguen haciendo como antes: artesanalmente.