Anortografofilia, erotismo en las faltas de ortografía
En los diccionarios autorizados no figura referencia alguna sobre esta parafilia (dícese de cualquier patrón de comportamiento sexual en el que la fuente de placer se encuentra en objetos, personas o situaciones atípicas) que, según parece, se relaciona con la lengua, no con el órgano y su uso propiamente dicho, sino con el habla y la escritura. Así de atípico es el fenómeno que describe la flamante palabrita "anortografofilia", léase, gente que se excita con los errores de ortografía.
Por suerte las lentes progresivas recetadas por mi amiga Carla mejoraron, y mucho, la calidad de mis mensajes de Whatsapp. Ahora distingo las letras de los signos, cosa que antes no sucedía, aunque es cierto que los teclados son una trampa para chicatos y gente gorda de dedo: la v y b están pegadas, la m y la n también, por ejemplo. Cuestión es que pido disculpas si esas desprolijidades "erotizaron" a mis interlocutores virtuales, si percibieron a una persona "suelta y rebelde" detrás de cada falta. Imagino que quien padece este desorden mental vivirá en estado de constante excitación, habida cuenta de la cantidad de horrores de ortografía, verbos mal conjugados y otros estímulos del idioma que circulan en la vida cotidiana. Orgasmos múltiples provocarán las cartas de los restaurantes, los mails, los carteles de la vía pública ("Casuela de mariscos", "Ambiente con refrigerasión" "Se nesecita empleada" etc).
Así es que en este contexto social tan confuso, y aunque puede sonar a parafilia también, recibir un mensaje con contenido y bien redactado puede resultar excitante, cómo no. Cuando alguien logra darse a entender por escrito, inspira otro respeto. Se lo mira con otros ojos. La literatura epistolar ha dado notables ejemplos de cómo puede subir la temperatura de una conversación romántica cuando la secuencia de ideas y palabras está hilvanada con atención y esmero. Hoy, a la hora de pactar una cita, cuesta encontrar belleza detrás del jeroglífico (ol q asé).
Hace poco otra amiga intentó chatear en Tinder con un candidato que inició la conversación tratándola a ella en masculino, lo que no quedaba claro si era gay (y se había equivocado de app), si el corrector le cambió el artículo o si simplemente era un desaprensivo que no se tomó ni la molestia de chequear el texto antes de enviar. En fin. Analizando lo salvaje que se ha vuelto el mercado de los solteros, al menos la "anortografofilia" parece una enfermedad menos peligrosa que la apatía….
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