Año bisiesto: de dónde viene el nombre y por qué son importantes para mantener las estaciones
La particularidad de que, casi siempre cada cuatro años, el mes de febrero vuelva a contar con 29 días tiene un significado específico, vinculado a la época en que se confeccionó el calendario
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El mes de febrero tiene la particularidad de convertir al 2024 en un año bisiesto, lo que ocurre casi siempre cada cuatro años, cuando se agrega un día más en este mes, que habitualmente tiene 28 días, como una manera de equilibrar el calendario solar con el cronológico. Pero, ¿de dónde proviene el nombre bisiesto? ¿Qué determina esta cualidad?
Los años bisiestos son un recurso de nuestro calendario gregoriano, que ocurre cuando se agrega un día más en el segundo mes, que habitualmente tiene 28 días, como una manera de equilibrar el calendario solar con el cronológico. Esto ocurre porque los 365 días previstos en este sistema están levemente desfasados del tiempo real que tarda la rotación de la Tierra alrededor del Sol, estimada en 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos.
Pasado cierto tiempo, este desacople genera un corrimiento en la fecha de las cuatro estaciones del año, por lo que es preciso agregar un día más al mes de febrero para corregir este desajuste y así lograr que el calendario gregoriano coincida con el calendario solar. Sin la existencia de los años bisiestos, cada 12 años los calendarios se desfasarían 3 días, lo que provocaría un cambio en la fecha del inicio de las estaciones y eso explica que en 2024 el mes de febrero cuente con 29 días.
En este sentido, cualquier año divisible por 4 es bisiesto, con una excepción: los años múltiplos de 100. En este caso, la cifra en cuestión también debe ser múltiplo de 400. En caso contrario, no es bisiesto a pesar de ser múltiplo de 4. Por eso, el año 2096 va a ser bisiesto, pero el 2100, no.
De dónde viene el nombre bisiesto
El nombre bisiesto proviene del latín “ante diem bis sextum Kalendas Martias”, (sexto día antes de las calendas de marzo en español), lo que coincidía con el 24 de febrero. Y luego se resumió en “bis sextus”: que se traduce a bisiesto.
Con las primeras referencias en el calendario egipcio y luego en el romano, fue Julio César quien le pidió al astrónomo alejandrino Sosígenes que le ayudara a crear una alternativa al último calendario, que fuera más apegada a la realidad y a la rotación de la Tierra.
Sosígenes propuso un calendario, extremadamente similar al de los egipcios, que tenía 365 días con un día adicional cada cuatro años para alinearse con el año solar. Así fue como nació el calendario juliano, que luego, con cambios, se convirtió en el calendario gregoriano, que rige hasta nuestros días.
Posteriormente, una de las modificaciones fue que el día adicional de los años bisiestos sería el 29 de febrero y no el 24, fijado por el calendario juliano.
Qué pasaría si no existiesen los años bisiestos
Según las estimaciones científicas, si no se realizaran estas correcciones a lo largo de los años, se perderían seis horas del calendario gregoriano anualmente. Con este corrimiento, además, podrían desfasarse las estaciones alterando significativamente el calendario y las actividades que están ligadas a las fechas exactas de cada cambio estacional.
Como dato curioso sobre los años bisiestos se puede remarcar que la probabilidad de nacer un 29 de febrero es de 1 entre 1461. En la actualidad, existen apenas cuatro millones de personas en el mundo que nacieron ese día.
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