Un rayo de sol le pinta la cara mientras habla. Y, de alguna manera, también ilumina sus palabras. A sus 64 años, Aníbal Pachano le hace frente a un cáncer de pulmón con metástasis cerebral, y, mientras conversa con ¡Hola! en el living de su casa, acude al humor y se autodenomina Highlander, al recordar que también vive con VIH y es diabético. "Creo que las enfermedades son escalones de vida, de crecimiento. No pienso por qué me pasó, si me tocó es por algo. En el caso del VIH, fue por un descuido y me hago cargo. Aquella vez me conecté con lo positivo y cuando apareció el cáncer lo tomé desde el mejor lugar humorístico y creativo, pensando que de esto había que salir", asegura el consagrado artista, que en los 80 creó junto a su ex mujer, Ana Sans, la compañía de baile Botton Tap y que hoy se luce en televisión como integrante del VAR de Bailando por un sueño y panelista de Bendita.
–¿Cuáles fueron las alertas?
–Empecé a sentir que me mareaba, no tenía equilibrio, me chocaba con cosas, o daba vueltas en casa y no sabía por qué estaba en el dormitorio con elementos de la cocina, o viceversa. También me daba vértigo subir o bajar escaleras, pero como tenía que trabajar, me las ingeniaba para que no se notara. Y estaba muy estresado. Un viernes, después de varios episodios como esos, me internaron unas horas. Sin querer había tomado dos pastillas juntas para la diabetes y eso me aceleró el proceso. Pero al día siguiente, cuando fui a la tintorería para buscar mi traje porque debía viajar a Rosario para recibir el premio Bermejo en reconocimiento a mi trayectoria, me resbalé tres veces, fui a la verdulería y compré lo que no tenía que comprar, me puse a cocinar y para hacer un pastel de carne que hago en 20 minutos demoré dos horas… A la tarde, me metí en la cama con los zapatos, quise tomar un té y casi fundo la pava, entonces mi hija Sofía, que me monitoreaba, me llamó y me dijo: "Te vas ya a Fleni".
–¿Quiénes te acompañaron?
–Mi hija, Ana, mis hermanas y unos amigos. Después de varios estudios, me punzaron y me hicieron una biopsia. Sólo pedí que me dijeran la verdad. Tenía un puntito en el pulmón y metástasis en el cerebro: seis tumores. Al principio me angustié, por supuesto, pero mientras hablaba con los médicos fui distendiendo. Me dijeron que no me iban a operar el pulmón pero sí la cabeza. No es que me asusté, pero estaba muy preocupado por lo que le pasaba a mi familia, tenía que solucionar millones de problemas y dejar todo en claro por si algo pasaba. Sofía se hizo cargo de mucho, como buena hija que es. Mi hermana Amalia también es un gran pilar.
–¿Pensaste "hasta acá llegué"?
–Por supuesto. Highlander también tiene un límite. [Se ríe]. La muerte no me gusta para nada. Sólo espero que sea rápida y lo menos tortuosa posible. Quiero evitarle al resto una problemática. Cuando llegue el momento quiero partir y ya. Por ahora, quiero vivir, permitirme soñar, volver a estar en pareja.
–¿Qué cambiaste en lo cotidiano?
–Estoy mucho tiempo en casa y me enfoco en el laburo. Y si salgo a la noche, en vez de a las cinco, vuelvo a las tres. Si llego más tarde, porque me encanta salir, calladito la boca me la banco. Además, tengo una persona que me cuida 24 horas. Tuve algunos efectos colaterales con los remedios, que te inflan la panza, pero aprendí a hacer un circo con eso. Tengo 64 pirulos, estoy entrando en la vejez, por más que me sienta joven y mi maquillador diga que estoy planchado, me tengo que cuidar.
–¿En qué situación estás ahora?
–Los tumores siguen, me sacaron uno y el resto se achicaron. El del pulmón ahora se ve como una fibrosis. Del cerebro tuve una recaída el año pasado y me cambiaron la medicación. Lo oncológico va de la cabeza para abajo, en la cabeza directamente me hacen rayos gamma knife, pero ¿cuántos se pueden hacer? [Piensa]. Después apareció un nuevo tumor, se lo controló pero volví a tener vértigo. Estoy entregado enteramente a los médicos, en quienes tengo plena confianza, tengo la fuerza y las ganas de seguir adelante. Creo que salí, o estoy saliendo.
Cuando llegue el momento quiero partir y ya. Por ahora decidí que quiero vivir, permitirme soñar y volver a estar en pareja
Sofía es una gran hija y tiene una luz muy particular. Ahora estamos en un proceso de reencuentro, más cariñosos, si la abrazo me encanta sentir su olor, que es el mismo de cuando era bebé
Los tumores siguen, me sacaron uno y el resto se achicaron. El del pulmón ahora se ve como una fibrosis. Después apareció un nuevo tumor pero lo controlaron, aunque volví a tener vértigo
–Más allá de los altibajos que tendrás, se te nota muy fuerte.
–Además de mi familia, que son mis pilares, tuve mucha contención de la Fundación Salud, que dirige Stella Maris Maruso, una mujer que hace muchos años trabaja en este tema (es tanatóloga, discípula de la doctora Elisabeth Kübler-Ross), y hace que tu cuerpo se mejore y haya una reversión natural y no química. Eso tiene que ver con que entiendas lo que te sucede para no llevar la enfermedad como una mochila. Hacés una terapia grupal y hay veinticinco casos iguales o peores que el tuyo, entonces poco a poco vas aprendiendo a transitar la enfermedad, que no es fácil. Más que enfermo, siento que estoy en un proceso de sanación. La enfermedad ya está, ahora se revierte sanando desde el alma hasta la cabeza. Esto me hizo ver la vida desde otro lugar.
–¿Sentís que tenés que aprovechar cada minuto?
–Siento que tengo que escucharme de una manera activa. En este tiempo acepté la invitación de Sofía y nos fuimos a Europa, hice Casa Valentina, me mudé, me despojé de presiones, vi con claridad mis errores, me saqué de encima la gente nociva, y me quedé con lo bueno. En medio de ese proceso de golpe eran millones de cadenas de oración, con un cariño fenomenal de la gente, mucho respeto de parte del medio. Quiero aprovechar cada minuto.
–¿Cuánto tiempo más vas a hacer quimioterapia?
–Desde hace un año y medio voy cada veintiún días, pero tengo para dos años más.
–Es muy llamativa la manera con la que hablás de tu enfermedad…
–Me gusta darle esperanza a la gente, decirle que el miedo es una palabra que hay que erradicar de la cabeza y del cuerpo y hay que intentar estar calmo, más allá de lo que sienta tu entorno. Ellos también tienen que entender que no estás en el mismo estadio, hay momentos en que estás más irritable, otros más tranquilo.
AGENDA COMPLETA
–Hablemos de trabajo. Acabás de volver a ShowMatch y a Bendita.
–Estoy muy feliz. Tanto cuando hice Casa Valentina como ahora, esta vuelta a lo de Tinelli la pedí yo. Pedir laburo no es denigrante. Y volví a lo de Beto Casella con la misma alegría de siempre porque me dio la posibilidad de desarrollar mi parte humorística.
–¿A Tinelli lo conocés desde hace muchos años?
–Sí, hace treinta y pico de años. En nuestros comienzos, estábamos los dos parados en un pasillo de Canal 13, y hoy me alegra sentarme en su oficina y charlar relajadamente de lo que nos pasó.
–Buscás tranquilidad pero las peleas en el Bailando… suelen estar a la orden del día. ¿Cómo lo vas a manejar?
–Somos todos pares, en alguna me engancharé y otras las dejaré pasar.
Creo en la Virgen del Cerro, aunque no rezo ni soy muy creyente. El mes que viene vuelvo a Salta, donde está su santuario, para agradecerle
LAS MUJERES DE SU VIDA
–¿Cómo definirías a Sofía, tu hija?
–Es una mezcla de Ana y mía pero con actitudes "pachanescas", aunque ella reniegue. Tiene un carácter mucho más tranquilo, como el de la madre, que te lo dice modocita pero es contundente. Desde chiquita, Sofía tiene una luz muy particular. Y cuando hablo de luz es en serio, le guste escuchar a quien le guste. Y para este mundo del espectáculo es atípica: nunca va a transar lo que no tenga que transar, como su mamá y su papá, va a estudiar, trabajar, ser eficiente, sensible y creativa en el rubro que encare.
–¿Es cariñosa?
–Sí, aunque a veces extraño mucho que no seamos más cariñosos. La vida te va alejando de los hijos y después te vas reencontrando. Las hijas mujeres, sobre todo, tienen una etapa que están muy pegadas al padre, y después viene una distancia que a veces duele, que a veces no sabés cómo manejar, hasta que entendés que vos hiciste lo mismo. Ahora estamos en un proceso de reencuentro, más cariñosos, si la abrazo me encanta sentir su olor, que es el mismo de cuando era bebé. Ya no discutimos tanto y no todo lo que digo está mal. Me enorgullece, además, el cariño que le tiene la gente.
–¿Y Ana, tu ex mujer?
–Ella fue un antes y un después en mi vida, armamos un proyecto familiar y laboral, hemos configurado una familia que se fue ensamblando de la mejor manera que se pudo, sin dejar de tener los Montescos y Capuletos necesarios en una separación. Me asombra que esté a mi lado. Yo también estaría a su lado si fuera al revés porque la quiero y ha sido la mujer más importante de mi vida, después de mi vieja, que aunque no está, de alguna manera siento que está.
–¿Creés en la vida después de la muerte?
–Pienso que después de esto puede haber otra cosa, aunque quizás sea una ilusión de querer creer que la hay. Creo en la Virgen del Cerro (el santuario está en Salta), aunque no rezo ni soy muy creyente.
–Vi dos rosarios al costado de tu cama.
–Los traje de Salta. En 2014 las acompañé a Florencia de la V y a Gladys Florimonti. Subí al cerro y el último tramo lo hice solo. Es un centro energético impresionante, algo me pasó ahí y desde ese día creo en la Virgen. Ese día no estaba María Livia (la mujer que dice ver y hablar con la Virgen). Cuando pasó todo el episodio de la salud, Ana viajó y le llevó mi foto. Ella le dijo que me tranquilizara, que todo iba a salir bien. Y así estamos. El mes que viene voy a volver para agradecerle.
Agradecimientos: Galeras Lagomarsino; Juan Pont Ledesma (maquillaje); Pucheta (diseño de vestuario)
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