El hallazgo de huevos fósiles de los grandes saurios del Triásico o el Jurásico es algo común ahora y los paleontólogos encuentran yacimientos con cierta regularidad, particularmente en la Argentina. Pero hace cien años todavía no se había encontrado la prueba de que los dinosaurios pusieran huevos: el primer nido lo encontró en los desiertos del centro de Asia un aventurero que anticipó al famoso personaje Indiana Jones, sombrero y pistola incluidos.Este año invita a celebrar el aniversario de uno de los hitos de este gran aventurero, y su fascinante historia.
Mapas incompletos, exploraciones y muertes
En 1922, la era de las grandes exploraciones estaba por terminar y quedaban pocas Terrae Incognitae sobre los mapas del mundo. Los polos, las selvas ecuatoriales, las más altas montañas y los desiertos interiores de Asia eran los últimos reductos "en blanco" que esperaban a mentes inquietas como Hiram Bingham, Percy Fawcett, Edward Whymper, Roald Amundsen o Jean-Baptiste Charcot. Ellos y varios más dejaron su nombre en esta página de la historia del siglo XX, pagándolo algunas veces con su propia vida.
Roy Chapman Andrews fue uno de ellos y entró en el prestigioso club de los grandes exploradores por la puerta chica, como asistente de taxidermia en el American Museum of Natural History. A principios del siglo XX, las animaciones 3D podían ser a lo sumo retorcidos sueños de lunáticos visionarios a lo Julio Verne: Andrews nunca se imaginó que algunos de los gigantes que fijó en poses teatrales para la eternidad cobrarían vida un siglo más tarde gracias a superproducciones de Hollywood como Una Noche en el Museo.
Pero Roy Chapman Andrews tenía otros sueños más realizables para su época, como embarcarse para navegar por los mares del mundo y conocer los lugares más exóticos del planeta. Con perseverancia y trabajo, logró participar en expediciones de búsqueda de esqueletos, fósiles y especímenes de fauna para el museo. Apenas salido a la adolescencia empezó así a cumplir con sus aspiraciones. Primero lo mandaron a estudiar, medir, filmar y traer esqueletos de ballenas. A principios del siglo XX ya conocía las regiones polares y durante la primera década del siglo pasado recorrió el sudeste asiático para capturar serpientes y lagartos, siempre con el fin de enriquecer las colecciones del museo. Llevó una vida de aventuras sin darle nunca la espalda al peligro o a las dificultades. No eran palabras que lo intimidaran porque, como contó alguna vez, "durante mis quince primeros años de trabajo de campo recuerdo haber escapado de la muerte por un pelo solo diez veces"…
Diez frente a frente con la muerte
Solamente diez veces… dijo. Y las enumeró en ese mismo escrito: en dos ocasiones casi se ahoga durante tifones y en otra su barco fue embestido por una ballena. También tuvo que arreglárselas con pistoleros, perros salvajes, monjes hostiles y hasta con una serpiente pitón. Raros designios para que se los cruzara un chico nacido en la apacible y pequeña ciudad de Beloit, en Wisconsin, un lugar que se destaca solamente por tener la "lata de chili con carne más grande del mundo".
Fueron muchas andanzas, pero el destino con D mayúscula todavía lo esperaba. Y lo encontró en el lugar más lejano posible de su hogar, del otro lado del globo: en las estepas de Mongolia. Llegó hasta allí en 1920, siempre por cuenta del museo, y lo llevaron hasta un sitio llamado Bayanzag, en el Desierto de Gobi. Uno de estos lugares que están lejos de todo pero cerca del pasado.
El Gobi es el desierto más frío del mundo, un mar de dunas y rocas que cubre un tercio de Mongolia y desborda ampliamente sobre el norte de China. Cuando llegó Andrews, todavía era una de las zonas blancas sobre los mapas, aunque unos 35 años antes el oficial ruso Nikolái Przewalski había andando por ahí y hasta había avistado manadas de pequeños caballos salvajes a los que dio su nombre.
En 1920, como hoy, muy poca gente había recorrido la región, salvo algunos grupos nómades dedicados a la cría de dromedarios y rebaños domesticados de los pequeños caballos de Przewalski. Hace un siglo, además, en las estepas y los desiertos que alguna vez vieron crecer a Gengis Kan y su horda de conquistadores se empezaban a escuchar los lejanos ecos de las convulsiones que sacudían desde 1918 el Imperio Ruso, desencadenando una lucha sin merced entre los bolcheviques y los rusos blancos.
El primer Indiana Jones
Atrapada entre dos grandes potencias que cambiaron el curso de la historia reciente del mundo, Mongolia no tuvo nunca a lo largo de su corta historia mucho margen de maniobra y tuvo que vivir bajo la influencia de sus temibles vecinos. El policial de Ian Manook Yeruldelgger, Muertos en la estepa lo describe con detalle: y los personajes de este relato bien podrían haber vivido en tiempos de Andrews, porque ese país parece resistir a los cambios que aporta el paso del tiempo. Los paisajes probablemente tienen algo que ver en eso.
¿Si no los hubiese encontrado en Gobi, el explorador habría dado con los fósiles algún día en la Patagonia?
Su destino lo esperaba, sin embargo, en el lejano y frío corazón de Asia. Las fotos y los relatos de sus expediciones de 1920 y años posteriores ocuparon páginas de diarios y publicaciones geográficas en América del Norte y en Europa. Se lo ve con un sombrero de alas anchas, botas en los pies, una camisa de tela gruesa y un cinto con un revólver en la cintura. ¿Igual que Indiana Jones? George Lucas nunca dijo nada que hiciera pensar que Andrews fue su modelo, y algunas fuentes citan que el famoso personaje también tiene algo de parecido con Hiram Bingham, el descubridor de Machu Picchu. Seguramente Indiana es una síntesis de los exploradores de aquellos tiempos, pero la semejanza con Andrews es muy llamativa. Sin hablar del décimo tomo de las aventuras inspiradas en el famoso explorador-aventurero del lazo, que se llama nada menos que Indiana Jones and the dinosaur eggs y cuya acción transcurre en … Mongolia.
El verdadero Indiana publicó libros con títulos tan evocadores que hicieron soñar a generaciones de aspirantes a explorador: Under a Lucky Star, Camps and Trails in China o Whale Hunting With Gun and Camera.
El nido de la fama
Las sociedades geográficas y paleontológicas recordarán especialmente a Roy Chapman Andrews durante estos meses de pandemia, para conmemorar los 100 años de su primer viaje al Desierto de Gobi y la exhumación del esqueleto de un baluchiterium (el gigantesco ancestro del rinoceronte) del Oligoceno, junto a la exhumación de huesos mineralizados de dinosaurios.
Hace justo un siglo, la fama del explorador-taxidermista-naturalista-aventurero estaba bien asentada y tuvo todo el apoyo necesario para preparar más campañas. En 1922 regresó a Mongolia. Pero el país estaba entonces a punto de caer bajo una pesada chapa totalitaria de inspiración estalinista: la capital se llamaba todavía Urga, como durante el efímero Estado budista, pero sería pronto rebautizada Ulaanbaatar, el Héroe Rojo.
Lejos de la política y cerca de la era Terciaria, Andrews acumuló los hallazgos en el desierto de Gobi. De 1922 a 1925 descubrió una multitud de restos, entre los cuales se recuerdan sobre todo el esqueleto de un velociraptor y restos de pequeños ancestros de los mamíferos que convivieron con los dinosaurios. Pero iba a quedar en las memorias como quien halló por primera vez un nido de dinosaurio con sus huevos mineralizados, en un sitio que pasó a la posteridad como Flaming Cliffs, a cientos de metros de Bayanzag.
Ese nido fue el primero reconocido científicamente como tal. Lo encontró con su equipo en 1923 y confirmó así que los dinosaurios eran ovíparos. Hasta ese momento este dato, que ahora nos parece una evidencia, todavía era solamente una hipótesis. El nido tenía 25 huevos fósiles en perfecto estado. Se lo exhibe ahora en una de las salas del museo de Nueva York. En The New Conquest of Central Asia, Chapman escribió que "era evidente que los dinosaurios ponían huevos y que acabamos de descubrir los primeros especímenes conocidos científicamente".
En su edición del 29 de octubre de 1923, la revista Time publicó en su portada un retrato dibujado de Roy Chapman Andrews con la leyenda Across the Gobi desert. Se lo nota pensativo sobre esa imagen, quizá evocando a aquel adolescente que languidecía en Beloit, Wisconsin, y logró ser uno de los exploradores más mediáticos de su época. Un Indiana Jones antes de Indiana Jones.
En 1930 la situación geopolítica se hizo insostenible en el centro de Asia con la invasión japonesa de Manchuria y disturbios en China y Mongolia. El museo suspendió las expediciones en esa región del mundo, cuyas tierras siguen guardando numerosos y valiosos tesoros paleontológicos. Andrew regresó a Nueva York, fue nombrado presidente del Club Americano de Exploradores y a partir de 1935 ocupó el cargo de director del Museo Americano de Ciencias Naturales. Lo fue hasta 1942, cuando renunció para empezar una nueva carrera y agregó a su CV el renglón de autor de libros. Publicó con éxito los relatos de sus campañas y sus aventuras. Falleció en 1960 en Carmel, en California. Aquel año George Lucas soplaba 16 velitas y soñaba con aventuras y hazañas. ¿Podría haber imaginado que a tan solo 200 kilómetros de su pequeña ciudad de Modesto había vivido un héroe que vivió una vida tan increíble que parece haber sido inspirada por las películas de Indiana Jones?
Hoy, en un sector del MEF, el Museo Egidio Feruglio de Trelew, una vidriera exhibe una esfera rocosa perfecta. Es en realidad un huevo de dinosaurio fosilizado a lo largo de decenas de millones de años. A su lado, otro fue cortado en dos y pulido como una piedra semipreciosa, para resaltar las distintas capas de materia orgánica mineralizada.
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