Andrés Reisinger: “Mi meta es deshacerme de la tendencia”
Andrés Reisinger, diseñador argentino que reside en Barcelona, fue seleccionado por Forbes Europa en la lista 30 Under 30, que incluye a los referentes menores de 30 años destacados en la categoría Arte y Cultura 2020. La revista especializada en el mundo de los negocios, cuyas listas se convirtieron en indicadores de multimillonarios y deportistas, también refleja las voces emergentes y creativas de otras disciplinas. Reisinger estudió Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires y hoy es uno de los referentes del diseño digital en 3D.
Su silla Hortensia, una pieza objeto que nació en el universo visual de Instagram se viralizó en las redes y cruzó la frontera de las pantallas. Reisinger y equipo (la diseñadora Julia Esqué, entre otros) lograron que la criatura de pétalos rosados, formas redondeadas y aspecto mullido cambiara de piel para transformarse en un objeto real. La mutación llevó casi un año y fue un éxito. Hortensia llegó a la galería más codiciada del mundo del diseño industrial: el Espacio RO de Milán, que dirige la curadora Rossana Orlandi, mentora de nuevos talentos.
Antes de inscribirse en la FADU UBA, Andrés Reisinger estudió música clásica en el Conservatorio de Morón. Fueron épocas de concentración, de "afinar la herramienta para hacerla invisible". Pero su búsqueda audiovisual seguía latente y probó suerte con el diseño gráfico, la carrera que le abrió un universo creativo sin techo a la vista. Apenas se recibió empezó a trabajar con clientes europeos. Viajó a Madrid, se instaló, extrañó y volvió. Al tiempo lo intentó por segunda vez, en Barcelona, donde finalmente montó Reisinger Studio, dedicado a la animación, la dirección de arte y el interiorismo en 3D.
El uso de la luz, la volumetría, las formas orgánicas y una estética onírica que establece como lenguaje propio configuran su línea de trabajo: "Mi meta es deshacerme de la tendencia y lo que quiere el mercado para forjar una línea propia, menos agredida por el contexto", señala el diseñador argentino.
Para Reisinger la búsqueda digital es el comienzo de todo. El 3D como un juego, una masa que se moldea como plastilina y se le suman capas y capas. El sistema tridimensional es la clave para generar montajes escenográficos, interiores y mobiliario de ensueño que cautivan a más de 93.000 seguidores desde su cuenta de Instagram @reisingerandres. Diferenciarse es la meta del diseñador que trabajó en proyectos para Nike, Samsung, Uniqlo, Apple, Microsoft y Bloomberg, entre otros.
–¿Cómo fue el proceso de nominación para Forbes 30 Under 30?
–Llevaba tres años con ese objetivo pero no sabía cómo resolverlo. Quería esa nominación, me resultaba necesaria. Me sentía en falta por la vocación digital de mi trabajo. Y me postulé para legitimar ese camino. Si no tenés algún tipo de mérito este mundo no te toma en cuenta. La experimentación digital es amplia y diversa, hay mucho por hacer en formatos masivos, no es solo para los pocos que estamos metidos en el tema. La herramienta puede cambiar la manera de vincularnos de acá en más con distintas expresiones de la cultura.
–¿La pandemia aceleró la proyección sobre los nuevos formatos virtuales? ¿Qué posibilidades surgen a partir de la incorporación de más tecnología en la vida cotidiana?
–Muchísimas, sobre todo en el mundo cultural y artístico. Estoy convencido que las instalaciones digitales pueden ser igual de inmersivas que cualquier intervención física. Es muy difícil crear una muestra efímera sin utilizar recursos y descartes plásticos. Y el mundo digital nos permite ir un paso más adelante para reducir a la menor cantidad posible los materiales, evitar el consumo compulsivo y establecer experiencias originales, únicas. La reproducción de una obra no te hace dueño, pero el certificado que la avala sí. Si aplicamos esta lógica al mundo digital lograríamos lo mismo.
–Algo así como un registro de propiedad intelectual de experiencias digitales.
–Sí, aunque no podamos eludir el contacto con los objetos materiales. Lo que sí podemos es evitar la producción de cosas que vamos a reemplazar en un lapso de tiempo cortísimo. La realidad virtual se postula como una opción democrática, de libre acceso.
–En tus producciones digitales prevalecen un abordaje onírico y una paleta de colores pastel. ¿Cuál es el origen de esta inspiración?
–La experimentación visual surge de las sensaciones que me provocan las imágenes. El rosa me remite a las textura orgánicas, a la piel natural que todos tenemos en los labios, la palma de las manos y los órganos sexuales. Las tonalidades rosadas me generan una vibración muy atractiva. También me pasa, aunque en menor medida, con los azules, verdes y amarillos. Me cuesta alejarme de esa paleta para sentir lo mismo. Cuando lográs deshacerte del mandato de producir lo que la gente quiere comprar llegás a una expresión más personal, menos contaminada por el contexto. Me enorgullece que alguien elija un producto realizado por mí y que no lo compre en Ikea.
–¿Cómo es el vínculo con tus clientes?
–Cada vez que tengo un pedido nuevo enseguida blanqueo cómo soy: una montaña rusa. Busco, juego, pruebo, me equivoco. No me siento identificado con una sola opción. Prefiero que no quieran trabajar conmigo por no atravesar ese proceso, que repetirme y copiar. Apuesto a la exploración libre. Hay algo de la perfección que me aburre.
–¿Cuáles son tus referentes culturales?
–No consumo televisión, series ni literatura masiva. Me inclino por otro tipo de propuestas. Me interpela el cine de Robert Bresson y me devoré su libro de entrevistas, Bresson por Bresson, Entrevistas (1943-1983). También me interesa el abordaje de Alejandro Jarodowsky (artista, escritor y director de cine), autor de El maestro y las magas, que estoy leyendo en estos días.
–¿Qué te llevaste de la Universidad de Buenos Aires a Barcelona?
–Todo lo que soy. No existe una universidad de esas características en ninguna parte del mundo. Capaz alguna institución privada en cierto país nórdico. Lo que pasa en la UBA es increíble. Voy a estar agradecido para siempre porque me cambió como persona. Me dio herramientas para la vida, me enseñó a dejar de pensar en plano.
–¿Cuánto influyó la pandemia en tus decisiones proyectuales?
–Me ayudó a subrayar parte de mis convicciones y a formatear mi ideología. Tomé conciencia de la cantidad de cosas que hacemos sin sentido, traslados y consumos que se pueden evitar. La pandemia también sirvió para darme cuenta de que la tecnología puede generar experiencias interesantes que propongan nuevas formas de habitar.