Andrés Ciro Martínez: “Ahora paro la pelota”
"Martínez, conténgase", ordenó indignada la directora de la Escuela 28 de Ciudad Jardín. El pequeño Andrés Ciro meneaba la pelvis como un demonio al ritmo de Stayin' Alive en pleno acto escolar, poseído por el John Travolta de Fiebre de sábado por la noche. Desencajaba. Tenía 10 años y eran tiempos de dictadura. No sabía la dimensión que cobraría esa sensación en su piel. Saboreaba por primera vez en carne propia el dulce néctar de los aplausos frente a sus compañeros de colegio.
Hoy, 40 años después, el tipo camina manso con la chuequera de Ñancul, el capataz de las estancias de Patoruzú. Anhela los días en que jugaba de 8 sin medir las consecuencias del día después: las rodillas se ponen traidoras en sus 50 eneros. Ha reconfigurado sus placeres. Se reparte días y noches entre viajes con su banda y los ensayos: como el perro que se come la cola, el próximo 15 de diciembre, con Los Persas, recorrerá el largo túnel del Monumental para su décima presentación en este escenario: fueron cuatro teloneando a los Rolling Stones y a Paul McCartney –dos por cada uno–, tres en festivales de bebidas y dos con Los Piojos. Ciro luce la cucarda de ser el único argentino que logró llegar a River con dos bandas propias diferentes.
Cuenta que se inspira de madrugada y que compone a la antigua, con guitarra y celular. Las devoluciones más sinceras las busca en las mujeres. "Manejan otra sensibilidad", explica él, que anda soltero. También suelta canciones nuevas en comidas con amigos y mide el gancho de sus melodías en gestos de atención o dispersión. El juicio final, la mirada más impiadosa sobre su obra, queda para sus hijos, en esos paseos con el pequeño Alejandro, de 9 años, fan del trap y las batallas de hip hop, o en las visitas de las hijas de su primer amor, Katja (23) y Manuela Martínez de la Presa (19).
"Peter Brook, el director de teatro, decía que vos te imaginás una obra, la escribís, y cuando la empezás a realizar, te encontrás con que el actor principal no tiene el cuerpo que vos imaginabas, la otra no tiene la voz, que el teatro que conseguiste es para la mitad de gente que pensabas, o que no hay guita, y entonces termina siendo otra obra", explica sobre la mutación entre lo que nace en la soledad de una criolla hasta lo que explota en los monstruosos sonidos de estadio. "La última etapa es tocarlo en vivo y compartirlo con la gente, que lo redimensiona. Ahí te das cuenta de que hay cosas que podrías haber dicho mejor, o que suenan mejor, que te van gustando o que te vas olvidando, y empezás a deformar las melodías y comienzan a cambiar. Ahora estamos en ese proceso de descubrir los temas de Naranja Persa 2".
Uno de esos temas es ‘Todo igual’, donde apunta contra la alienante rutina que se camufla entre likes y corazones en la enredada vida social posmoderna. "Surgió por una charla de un profesor sobre el texto de Foucault Sociedad y Estado, de cuando hice el Ciclo Básico en el año 86. El tipo describe una vida absolutamente rutinaria y cuando termina, pregunta a quién pertenece la historia: ¿a una oficinista, a un preso, a una monja de clausura o una persona de la vida moderna que tiene una relación de dependencia? Siempre me quedó esa idea rondando en la cabeza. Intenté plasmar eso, pero a la vez hablar de esta cosa que uno ve en Facebook o Instagram donde todo el mundo hace lo mismo. Todas las fiestas de 15 son iguales, los veraneos son iguales, la misma foto, la misma palmera, la misma Torre Eiffel, todo es igual, todos repetimos, todos usamos los mismos lugares, todos decimos lo mismo".
¿Cómo hubieras zafado de esa maquinaria si no se te daba la música?
Tuve un experiencia reveladora, que fue trabajar en una compañía de seguros. Arranqué de cadete y me fueron ascendiendo en secciones. Hacía los envíos al interior y en las cajas dibujaba la lengua de los Stones, hasta que llamaron de la sucursal de Neuquén tirando la bronca. Todo era tremendamente alienante. Hacía cosas que no sabía qué sentido tenían. Les daba cheques a obreros que no tenían cuenta. Y, después, hay otra cosa de la vida moderna, que es que uno vive más con el compañero o la compañera de trabajo que con su pareja. Inevitablemente, pasan cosas. Eran pocos los que no metían los cuernos. En cuanto pude, me fui a la mierda. Renuncié y empecé a hacer teatro. Me dije: "Voy a crear mi realidad". Tenía 18 años, vi un par de bandas de rock y descubrí que me generaba mucho más adrenalina que el teatro. A los 20 arranqué Los Piojos. Entiendo que hay gente que no puede escapar de esa maquinaria, y que hay gente a la que le copa porque tiene su estructura y a fin de mes cobra su sueldo. Pero hay personalidades que no pueden soportar eso. Yo soy una de ellas.
La madre de Ciro era ama de casa; el padre, médico endocrinólogo. Sobre el final de su vida, él descubrió que estaba harto de sentarse con gente que sabía que iba a morir y no se lo podía decir. "Tengo que hacer tratamientos que prolongan la agonía y endeudan a la familia cuando sé que el paciente está liquidado", le confesaba a su hijo. Andrés le dedicó uno de sus temas más hermosos, ‘Muy despacito’. "La medicina me parece uno de los trabajos más heroicos, ahí está la verdad de la milanesa. Mis viejos me dieron libertad. Nunca me dijeron hacé esto o hacé lo otro. Mi papá vino una vez a ver una obra de teatro que yo estaba haciendo y me dijo: ‘Cuando vos salís a escena, pasa algo, modificás a la gente, hay una conexión". Después, cuando nos vio con Los Piojos en Babilonia, nos dijo que era impresionante la energía que teníamos, le copaba cómo íbamos al frente. Yo sabía que si mi viejo decía algo, era porque estábamos bien, era un parámetro, porque no era un adulador, al contrario, te marcaba la nota que desafinaste o lo que estaba flojo antes que lo que estaba bueno".
¿Cómo te ves hoy como padre? Con tus hijos tuviste dos experiencias diferentes, porque estabas en dos momentos de tu vida muy distintos. ¿Te embarcarías de nuevo en esa aventura en el futuro?
No sé qué voy a hacer en el futuro, no dejo para nada cerrada esa posibilidad. Pero sí sé que a esta altura uno es padre de otra manera. Se te cae más la baba. Cuando sos padre joven, cargás con el pibe a un costado, mientras comés una porción de pizza y el otro está en pañales. Todo está en construcción, tu casa está en construcción, estás alquilando, no tenés un mango, estás en una situación de inestabilidad, es tu primera mujer, un día te peleás, un día te arreglás, un día te vas a separar y otro día vas a tener otro hijo, y después viene la separación. Con el tiempo comés en la mesa, cada uno tiene su plato, tus realidades son distintas. Tenés una experiencia, otra convicción. Te podés volver a equivocar, pero de todas maneras tu realidad económica va a ser otra, vas a comer en la mesa con el plato caliente, no va a estar el nene con el pañal cagado y vos comiendo una muzza fría.
¿Cómo es tu rutina con Alejandro, tu hijo?
Bueno, el otro día fui a River…
¿Le ves más talento para la pelota que para la música?
Tiene muchísimo talento para la música, es biznieto de Ariel Ramírez. Cuando era chiquito tocaba la batería y sacaba ritmos solo. Hasta que decidió cambiar el rumbo. Vio que la gente me saludaba por la calle, que soy músico, y se decidió a hacer otra cosa. Es loco, mi viejo era médico, pero hubiera querido ser músico. A mí me hubiera gustado ser futbolista y nunca me fui a probar ni nada por el estilo. Y ahora a él le encanta. No estoy poniéndole fútbol, ni diciéndole pateá acá. Cuando pasa el tiempo, uno ve más el bosque que el árbol. Como si estuviera en la montaña y tuviera más distancia para mirarlo. Lo veo de otra manera.
A mi viejo le copaba cómo íbamos al frente. Si él nos decía algo, era porque estábamos bien, era un parámetro, porque no era un adulador""
Tus hijas están grandes. Hace poco dijiste en la radio que era como un restarteo, que volvías a tener el tiempo que la crianza te quitaba. ¿Cómo manejás ese tiempo?
Poca rutina, salvo cuando ensayamos para algún show. Tengo un amigo, que era compañero de primaria, que está en una situación similar: separado y sin problemas de tiempo. No tiene que levantarse temprano, así que muchas veces salimos con él, y con algún otro. Es divertido, nos reímos de nosotros mismos. Es un buen momento. Eso no quiere decir que no me gustaría estar en pareja, pero no soy de esas personas que se separan y enseguida buscan estar con otras.
¿A qué le tenés miedo, Andrés?
A la muerte y a las turbulencias. Cosas que uno no controla. Pienso en mis hijos, sobre todo. En el sufrimiento que les puede provocar. Y desde mí, dejar de verlos y perderme cosas de sus evoluciones, de sus alegrías, compartir momentos.
Andrés se unió a Los Piojos en su etapa embrionaria, a fines de los 80, y rápidamente se convirtió en el capitán del barco. Con su rock de fogón, candombeado y arrabalero, marcaron a fuego la década menemista invocando figuras como Diego Maradona y Arturo Jauretche como emblemas de otro tipo de argentinidad posible. Fue de la mano de su banda fundacional que se metió de lleno en la cofradía de leyendas del rock rioplatense.
El 30 mayo de 2009 se despidieron de los escenarios anunciando "un parate" que hoy parece definitivo. La mayoría de sus excompañeros –Chucky de Ipola, Dani Buira y Micky Rodríguez– estarán en River junto con Los Persas, salvo uno: Daniel "Piti" Fernández, fundador de la banda de El Palomar, hoy al frente de La Franela.
En 2019 se cumplirán 10 años del final de la banda... ¿Hay chances de reunión?
No hablo del futuro con respecto a esas cosas. No sé lo que voy a hacer mañana. Sí tengo claro que lo que me ocupa es mi proyecto actual. Recuerdo la charla que tuvimos con Los Piojos. Por mayoría estuvimos de acuerdo en decir en que era un parate, era la idea real. No era una situación para decir "no te quiero ver nunca más", ni nada por el estilo. De hecho, Chucky siguió tocando conmigo, y con Micky nos seguimos viendo y hablamos. Cuando se terminaba, le dije a Micky que yo quería seguir tocando. Él me dijo: "No, yo quiero parar, me quiero ir a Córdoba". "Bueno –le dije–, yo arranco". Y sí, está todo más que bien. Lamentablemente, hubo otra manera de entender las cosas de parte de otra gente que tomó decisiones muy equivocadas: los problemas se arreglan puertas adentro. Incluso con cosas deformadas de la realidad, cosas cambiadas. Me causó mucha bronca, me pareció una actitud miserable. Pero bueno... Cada uno es dueño de decir y hacer lo que quiera. Entonces, ese texto donde hablábamos de parate, fue un paratón. A varios nos sacó las ganas de volver a compartir un escenario. Las actitudes hablan por sí mismas, por más que uno diga una cosa en un sentido y después por conveniencia diga otra. O se te acaba la plata y cambiás tu discurso.
En plan de autocrítica, hablemos del rock y el feminismo, uno de los movimientos más revolucionarios y transformadores de este tiempo. Han habido cientos de denuncias a colegas tuyos por casos de abuso. ¿Qué reflexión te merece?
La movida del feminismo es algo muy positivo. Lo que veo inevitable es una dosis de fanatismo y de violencia, donde uno hace un comentario, un chiste que tiene que ver con la generación que uno mamó, y te salen a matar. Una vez puse en Twitter: "Bueno, enséñennos". Y en vez de decir sí, me dijeron aprendé solo, insultándome de arriba a abajo. "Forro. Machirulo. Qué decepción, me gustaba tu música". Y lo había dicho de buena onda. Frente a las denuncias, hay casos comprobados, pero creo que también hay cosas que se hablan que son malintencionadas, o que tienen que ver con esto de que es un espacio tradicionalmente machista y de famosos, entonces es fácil pegarle. Uno ve al otro en función de cómo el otro se muestra. Vi un experimento en la televisión con un grupo de diez psicólogos: cinco hacían de carceleros y cinco de reos. En un altísimo porcentaje, al tiempo los carceleros empezaban a maltratar. Había una situación en la cual el opresor o el dominante dejaba de tratar al otro como un igual. Entonces, cuanto más la mujer se libere y demuestre lo que vale, y no compre el discurso tradicional que sus propias madres también les transmitieron (con esta cosa de "vos tenés que cocinar y limpiar"), más va a cambiar la visión del que mira. Eso es una cosa fundamental. Porque por más voluntad que una sociedad ponga, tiene que haber cambios reales, cambios en la actitud. Tiene que ver con las generaciones. El machismo en el rock fue decreciendo. No siento que Los Piojos haya sido una banda machista.
Tuve un experiencia reveladora, que fue trabajar en una compañía de seguros. Hacía cosas que no sabía qué sentido tenían""
Te llevo a otro tema que tiene que ver con la relación hombre-mujer, ya que en el disco también abundan historias de amor, de amores prohibidos. Hoy se plantea el amor libre, el poliamor, las relaciones abiertas. ¿Te interesa explorar ahí ahora que andás soltero?
Es un tema profundo. Las relaciones humanas son muy complejas. El entendimiento de uno mismo es complejo, con otra persona, aún más. Con el otro sexo hace que haya mayores diferencias. En una pareja hay todo un momento de enamoramiento y de situación casi ideal, que en algunos maravillosos casos dura toda una vida, y en el resto de los casos eso se va perdiendo. Entonces, comienzan los engaños, porque uno necesita sentirse atractivo, la adrenalina de la cacería, hablo del hombre y de la mujer, de la seducción, cosa que su pareja le va dando cada vez menos. Pero si metemos a un tercero, ¿el riesgo cuál es? Que el otro te guste más que yo y que finalmente se vean sin que yo me entere. Es un equilibrio muy difícil. No obstante, creo que en el tres hay un número interesante y a explorar. Es el número de los astronautas, que eran tres porque si somos dos o nos peleamos o nos queremos, pero sos vos contra mí o vos conmigo, no hay más vueltas. Cuando son tres, ninguno quiere quedar afuera para que los otros dos no se unan en su contra, entonces voy a tratar de hacer las cosas bien para no quedar afuera. La verdad es que yo no experimenté la situación de una convivencia de a tres. Pero creo que para la mayoría es muy difícil encontrar a esa persona que cubra todos los aspectos de la vida amorosa y sobre todo que dure en el tiempo. Es un gran desafío que cuando se logra, me parece maravilloso.
Uno de los ejes temáticos de Naranja Persa 1 y 2 es el paso del tiempo. ¿En qué plano se te hace más notorio?
Lo que más lo marca son los hijos. Carecen de piedad. En cada final de curso, en cada nuevo descubrimiento. Si uno no pensara en los hijos, en muchos sentidos, seguiría teniendo la misma vida. Te dicen: "Papá, estás totalmente out". Después, las rodillas que no me dejan jugar al fútbol como me gustaría. Ya casi no juego. Hoy valoro más los momentos. Me doy más cuenta de las cosas. Puedo mirarme de afuera y ver una carrera musical, antes solo miraba para adelante. Ahora paro la pelota.
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