Acaba de terminar su clase de yoga y sentada en el jardín de su casa –donde está cumpliendo el aislamiento obligatorio junto a su marido, Lucas Bocchino– Andrea Frigerio (58) empieza su charla con ¡HOLA! "En enero, vino Fini desde España porque se murió la mamá de Lucas. El tema del coronavirus ya estaba instalado, pero focalizado en China. Con lo que yo aprendí hace tantos años cuando estudié Biología en la UBA, no tenía dudas de que podía volverse una pandemia. Entonces le dije: ‘Hija, por favor, quedate unos días más acá hasta ver qué pasa’. Ignacio Crespo Campos, su novio, estaba en Madrid porque seguía trabajando y ella tenía planes de hacer una obra de teatro. Su respuesta fue tajante: ‘De ninguna manera, mamá, yo vivo en España, acostumbrate a eso’. Si esto hubiera pasado en febrero, ni loca la habría dejado volver, aunque pataleara y, seguramente, nos habríamos peleado mucho", relata Andrea.
–¿Te arrepentís de no haberle insistido más?
–Para nada, ella tenía una decisión tomada y la respeté. Además, a su vuelta, tenían planeado irse una semana a Italia –a Pinzolo, la ciudad donde Fini había tramitado la ciudadanía italiana antes de instalarse en Madrid–. Con los padres de Nacho estuvieron una semana esquiando allá… A la vuelta, cuando pisaron España en febrero, estalló la "bomba" en Italia. Recién llegados, se fueron a hacer el test para ver si se habían contagiado.
–¿Cómo lo viviste a la distancia?
–En ese momento, los resultados tardaban diez días. Mientras esperaban –como aún nadie tenía muy claro el protocolo de aislamiento y no tenían ningún síntoma– siguieron haciendo su vida. Nacho volvió a trabajar [es chef de un importante restaurante madrileño] y Fini estrenó su obra. Para mí fue muy angustiante todo y los kilómetros que nos separan no ayudan en casos así. Aún hoy tengo mis momentos de angustia, pero es ella la que me tranquiliza a la distancia.
–¿Qué te dice?
–Fini siempre conserva la calma y todo el tiempo me dice: "Ma, quedate tranquila. Estamos haciendo todo bien, respetamos la cuarentena a rajatabla". Ella es así: seria, responsable… Y su novio también. Son chicos, porque ella tiene 22 y él 23, pero son muy maduros. Nacho es muy contenedor y eso también me tranquiliza.
–¿Hablan seguido?
–Todos los días. Hablamos de todo, me cuentan lo que hicieron, desde lo que comieron hasta la hora que se fueron a dormir. Por suerte, tienen una vida de hogar muy rica: miran películas y series, leen, hacen clases online, están con sus instrumentos de música… Y tratan de no abrumarse con las noticias.
–¿Y qué te cuenta de Madrid?
–Mucho de lo que vemos por la tele. Que la ciudad es un páramo, que los gendarmes están todo el tiempo en la calle. Ellos hicieron una compra muy grande antes de meterse en cuarentena y recién hace dos días Nacho salió a comprar verduras y algunas cosas. Me contó que fue un shock caminar esas cuadras hasta el supermercado y que en la verdulería entraban de a un cliente por vez.
–¿Tenés planes de viajar a ver a Fini este año?
–Con Lucas estuvimos el año pasado, cuando pedí quince días en las grabaciones de Argentina, tierra de amor y venganza.Ahora tenemos un viaje planeado para mayo o junio, que no sé si podremos hacer. Todavía conservo la ilusión de poder concretarlo.
–Más allá de tu hija, ¿cómo estás viviendo el aislamiento?
–Es una tragedia mundial, una etapa de replanteos y de mover estructuras. Es un momento muy difícil en cuanto a lo económico también. Además de tener todo lo de nuestra empresa "Roses are Roses" cerrado, yo tampoco tengo trabajo como actriz, ni hay eventos a los que me suelen llamar para conducir. Hay mucha incertidumbre en el mundo. Claramente, con mi familia somos unos privilegiados porque hay gente que la está pasando mucho peor. Entonces sería muy ingrata si me quejara.
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