Andrea Abreu. “El sentido común, muchas veces, es tremendamente reaccionario”
La autora española es una de las revelaciones literarias del año: su primera novela, Panza de burro, ya va por la 12a. edición y entró en la lista de Granta
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El año pasado, el mundo literario vivió una de las peores temporadas de su historia, dejando al borde de la extinción a editoriales y autores. En ese mismo escenario, sin embargo, la carrera de la joven escritora española Andrea Abreu recibió un impulso inesperado por el éxito de crítica y ventas que supuso su primera novela, Panza de burro: “Antes de escribir la novela, yo había renunciado por completo a dedicarme a cualquier cosa que tuviera que ver con el periodismo o con la literatura. Llevaba mucho tiempo arrastrándome, siempre con poco dinero, haciendo prácticas muy mal remuneradas y pasándola mal. Panza de burro me permitió volver a confiar en el mundo de la escritura y eso me hace tremendamente feliz”, cuenta la autora, que acaba de ser elegida por la prestigiosa revista Granta como una de las mejores 35 escritoras jóvenes de habla hispana.
Andrea nació en un pueblito del norte de Tenerife, donde las nubes grises –similares a una ‘panza de burro’– se apoderan del cielo y del estado de ánimo de sus habitantes. Ese es el clima que se respira en esta novela de iniciación donde confluyen la precariedad de la vida cotidiana, el despertar sexual, los desordenes alimenticios y un sinfín de personajes y formas de hablar propios de la zona. Pese a haber sido publicada por la editorial independiente Barrett, la novela va por la 12a. edición, algo que sorprendió a todos, pero en especial a la propia Abreu: “El hecho de que me lea tantísima gente, es algo que me parece realmente exagerado, desorbitado –dice–. Cuando a uno le ocurren cosas así, no tiene herramientas para afrontarlo y comete muchos errores como decir que sí a todo y no discriminar entre lo que puede hacer y lo que no. En estos procesos es importante aprender a decir que no, que es algo que cuando somos pequeños no nos enseñan. Parece que tenemos que estar agradecidos de todo lo que nos ocurre y por tanto aceptarlo todo por encima de nuestra salud mental.”
–¿Pensaste ahora en dedicarte exclusivamente a la escritura de ficción?
–No me gustaría dedicarme exclusivamente a la de ficción porque creo que mi gran pasión secreta es el periodismo. Quizás no tan secreta porque estudie para ello. Si tengo una espinita clavada es el periodismo narrativo, de crónica, de reportaje. Algo que me han enseñado autores como Martín Caparrós o Leila Guerriero. Para mí Leila Guerriero es como mi santa, la diosa a la que le entrego toda mi devoción.
–Algunos pasajes de la novela tienen un ritmo muy particular, ¿pensás que tu experiencia con la poesía influyó en eso?
–La poesía me influyo tremendamente. De hecho yo creo que empecé escribiendo Panza de burro sin saber como escribir una novela. Hasta ese momento, las herramientas que tenía para escribir eran las de la poesía. Si te fijas, en cada uno de los capítulos, los fragmentos se comportan como un conjunto de poemas, como unidades cerradas en si mismas que podrían entenderse como poemas en prosa. Y la cuestión del ritmo tiene mucho que ver con mi forma de entender la escritura, que es parte del oído. Yo siempre necesito escuchar lo que quiero de decir dentro de mi cabeza, incluso en voz alta.
–El punto de vista infantil está muy logrado, ¿reconocés elementos de tu vida personal en los relatos?
–Reconozco puntos de mi vida personal, pero de la misma manera que en los artículos de opinión o en los reportajes que hago. Yo creo que en todo lo que escribimos, estamos ficcionando, pero siempre partimos de experiencias que hemos vivido o que otras personas nos han contado. Y a través de esa recopilación de anécdotas, de imágenes, de cosas que han pasado por delante de nuestros ojos, generamos una especie de collage. Aunque aparentemente Panza de burro sea más personal que lo demás que he escrito, se debe simplemente al simulacro de intimidad que genero.
–¿Qué valor tiene el uso del habla regional en un país donde es tan fuerte la influencia de la RAE?
–Creo que el valor político que puede tener mi variante en concreto del español tiene que ver con que nos planteemos si de verdad lo que nos han contado como lo normal, lo adecuado, lo correcto, no es también una mirada política de la realidad. Porque detrás de esas visiones academicistas de la realidad, la lengua y la cultura, se esconde una visión muy reaccionaria a nivel político. Y muchas veces parece que todas esas apreciaciones que vienen de las instituciones no tienen ningún tipo de sesgo político. Y yo creo que sí lo tienen, lo que pasa es que tienen la máscara del sentido común. Y el sentido común, muchas veces, es tremendamente reaccionario.