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Era la oportunidad que había esperado durante toda su vida, supone hoy. En ese momento estaba trabajando de forma independiente desde y para Buenos Aires pero, con clientes en el exterior también. En 2017 había participado de un intercambio entre la Universidad Nacional de las Artes y el Institut del Teatre, en Barcelona, que había cambiado su forma de percibir su carrera profesional. Luego de esa experiencia, pensar en viajar para realizar diseños de iluminación no era una situación tan lejana en su horizonte profesional ni personal.
Durante su infancia, en su casa no había televisión, Sophya Acosta se había convertido en una experta en DVDs. Cuando tenía 12-13 años descubrió la magia del Cirque du Soleil. Tenía todos los DVDs y CDs de las bandas sonoras que se podían conseguir en Argentina. Y fue en esa época que decidió que quería algún día trabajar con ellos.
Criada en la provincia de Tucumán junto a su hermano Evaristo (actualmente graduando de Ciencias Políticas de la Universidad de San Andrés) y Lisandro (ahora estudiando un Master en educación musical en la universidad de Arizona, Estados Unidos), recuerda una infancia llena de historias, de armar fuertes en la habitación y organizar fiestas de disfraces.
“Siempre recuerdo los destellos de luz de mi infancia”
“Desde chica tengo memorias ligadas a la luz. Me acuerdo del día en que nació mi hermano Lisandro: estaba con una de mis tías y Evaristo yendo a buscar comida para una fiesta que estaban organizando. Tengo nulos recuerdos sobre el festejo o sobre mi mamá diciendo que no le tocáramos la cabeza a mi hermanito (aunque en una foto se ve que fuimos directo al cráneo). Sin embargo, la sensación de la luz pasando entre los árboles y las sombras irregulares que producían las hojas en el suelo bajo el sol del verano, sigue intacta”.
Desde sus primeros años de vida, Sophya estaba convencida de que iba a ser diseñadora, aunque no sabía bien de qué. También quería ser actriz, cantante y bailarina. La idea de los escenarios y la posibilidad de producir magia en ellos la atraía especialmente. “Mi madrina es actriz y a veces acompañaba a mi mamá a ver sus obras. Una de esas veces, fuimos a ver La casa de Bernarda Alba. De la historia entendí la mitad, tenía 6 o 7 años, pero me acuerdo lo mágico que me pareció cuando abrían y cerraban una puerta sin que nadie la tocase. Esa experiencia despertó en mí una curiosidad innata por toda la técnica que existe detrás de escena y que hace que la magia suceda”.
Un deseo que se volvió realidad
Y fue a principios de 2019, cuando ya tenía 24 años, después de muchos años de enviar postulaciones para diferentes posiciones dentro del área luminotécnica del Cirque que, de pronto, recibió una oferta para unirse a su división Cirque du Soleil at Sea a bordo de cruceros. Allí iría con sus sueños.
El arte siempre había estado en su vida. Su mamá y su abuela eran docentes de artes plásticas. Su mamá había estudiado letras en la UNT, entonces la casa siempre había estado llena de libros de poesía, literatura y arte. “Desde chicos a mis hermanos y a mí nos incentivaron a realizar distintas actividades, mis papás decían que había que alimentar y desarrollar el cuerpo y la mente. Por eso cada año teníamos que elegir una actividad física y otra artística. A mí siempre me encantó bailar y la gimnasia rítmica. Cuando fuimos un poquito más grandes empezamos a tocar instrumentos musicales, primero el violín con el método Suzuki, y ya cuando nos mudamos a Rafaela, empezamos a ir a la escuela de música. Yo elegí la viola y estudié por 5, 6 años, y aunque me gustaba, creo que nunca tuve la disciplina que un instrumento requiere”.
El entusiasmo lo llevaba en la sangre. Desde primer grado, logró hacerse un lugar para poder participar en grupos de teatro infantil en la escuela. “Pero creo que mi primer acercamiento real a la iluminación fue cuando vivíamos en un pequeño pueblo de La Rioja que se llama Chañarmuyo. Mi papá estaba coordinando las obras de la Bodega Chañarmuyo y nosotros nos habíamos mudado con mi mamá para estar todos juntos. Fueron unos meses maravillosos. Íbamos a una escuela rural y como las casas estaban alejadas entre sí y nosotros éramos chicos de ciudad, mi mamá y mi papá organizaban fiestas para nosotros cinco por las noches. En esa época yo coleccionaba unos muñequitos fosforescentes y me gustaban mucho los llaveros que tenían luces. Entonces, lo bueno de esas fiestas era dejar toda la casa en oscuridad, hacer juegos con esos llaveros led y decorar con las tenues luces de los muñequitos. Creo que nunca volví a ir a fiestas tan divertidas, la verdad”.
Embarcarse y pensar que todo iba a estar bien
Por eso no dudó ni un segundo en aceptar la propuesta que le llegó del Cirque du Soleil. Ya no tenía que ir a la universidad a cursar. Había estudiado la Licenciatura en Diseño de Iluminación de Espectáculos en la Universidad Nacional de las Artes. Tampoco para ese momento tenía compromisos que mantener. Además, por esa época, vivía con su gran amiga y colega, la diseñadora de iluminación peruana Claudia Salcedo y ella estaba en proceso de volver a Perú. Nada ni nadie la ataba a su tierra natal.
“Sin embargo, la duda sobre la cantidad de meses que estaría alejada del diseño me agobiaba un poco. Y fue ahí cuando decidí fundar mi propio estudio de iluminación junto a tres colegas y amigos de la universidad, Luciana Suppicich, Lía Bianchi y Fran Varela. El plan era que ellos iban a codiseñar y asistir a los montajes que ocurrieran en Buenos Aires y yo iba a trabajar en el diseño conceptual de la luz desde el barco”.
Ahora todo cerraba, y fue cuando creó el estudio que sintió, finalmente, que podía embarcarse: estaba segura de que todo iba a estar bien. Ya tenía en agenda varios estrenos para la temporada de 2019, en la que Sophya estaría embarcada, y el 2020 se avecinaba con un panorama muy alentador. Tanto en Buenos Aires como en Barcelona, las compañías que ya habían trabajado con ella estaban muy contentas con el nuevo formato de estudio.
Ya instalada en el crucero, en un camarote individual, llego el momento de hacerse cargo de su tarea. En el crucero se desempeñó como técnica de iluminación, video y FX (efectos especiales como el humo y otros característicos de los shows de Cirque). Tenía a su cargo dos shows por día, de lunes a sábado, en un teatro a bordo del MSC Meraviglia, creado específicamente para los shows.
Las mañanas solían ser libres para los empleados de su sector. Podían bajar a los puertos y explorar las distintas ciudades que visitaban. Después del almuerzo, empezaban a ensayar, siempre había alguna modificación en algún acto o algo por mejorar. “El área técnica tiene que funcionar siempre de forma impecable por lo que hacíamos mantenimiento y practicábamos escenarios de rescate en caso de que algo saliera mal. Por suerte nunca nos tocó utilizar ninguna de las prácticas que ensayamos”.
Un contratiempo inesperado: un balcón y contacto digital
Pero todo se volvió caótico y confuso cuando se declaro la pandemia mundial por el COVID19. “A mí me faltaban pocos meses de contrato. La pandemia comenzó como tal a mediados de marzo y yo finalmente desembarqué la primera semana de junio. Al principio, la verdad, es que no estaba mal. Ahora, con más perspectiva, creo que lo sentí como un mecanismo de protección”.
A los pocos tripulantes que quedaron a bordo, los confinaron a finales de marzo en cabinas de pasajeros con balcón, pero sin la posibilidad de tener contacto entre ellos ni con el exterior. En esa época (que en realidad no fue hace tanto pero que se siente muy lejana), se sabía muy poco sobre la enfermedad, sobre cómo se contagiaba y sobre cuáles eran sus síntomas o expectativa de vida en caso de tenerla.
“Mi estrategia para mi salud mental fue enfocarme en el estudio, teníamos reuniones casi diarias por videollamada en las que seguíamos pensando y creando con luz. Creo que esas llamadas y las que tenía con mi familia fueron fundamentales para mantenerme sana y salva a nivel mental y emocional. Mi relación con la luz fue mi bastión. Incluso recuerdo que por el día internacional de la luz (el 26 de mayo), di una entrevista sobre el diseño de iluminación por Instagram Live junto a Juge, diseñadora de la firma de arquitectura e interiorismo Arkiza. Fue una locura”.
“Terminé aficionándome a las novelas coreanas y los baños de luna”
Como el crucero estaba flotando frente a las Bahamas en alta mar porque no podían hacer puerto, Sophya se dedicó a tomar registros fotográficos sobre cómo las distintas horas del día y el ángulo del sol producía diferentes efectos lumínicos sobre la superficie del agua. Dibujó un montón, hizo muchos bocetos que después se convirtieron en proyectos lumínicos. “Yo estaba decidida a tomarme ese período de tiempo como si fuera un retiro espiritual de silencio. No se si fue tan así. Terminé aficionándome a las novelas coreanas y a tomar baños de luna”.
En el silencio que había algunas noches sintió realmente la presencia de la naturaleza y la inmensidad del océano. Algunos días se sentía muy pequeña en comparación con el mundo, también tenía mucho miedo de desconocer todo cuando finalmente pudiera volver a tierra. “En definitiva, en marzo de 2020, se terminó el mundo en el que solíamos vivir. Ahora las cosas cambiaron, aunque a veces queramos hacer de cuenta que la pandemia no existió”.
El camarote tenía un balcón y esa era su salida al aire libre. A una semana y media de desembarcar, recién los dejaron salir y empezar a habitar las zonas comunes. “Me acuerdo de que era todo muy raro, ya me había acostumbrado a estar sola. Todos manteníamos mucha distancia social. Mientras estábamos en el camarote, nos dejaban la comida en un banquito que teníamos al lado de la puerta y los encargados de distribuirla iban con esos trajes de seguridad que todos hemos visto en la tele al principio de la pandemia. No teníamos permitido tener contacto con ellos principalmente para cuidarnos y cuidarlos. Creo que la única comunicación que tenía con ellos era para saber si ese día tomaba el café con azúcar o si quería que me dejaran más manzanas (porque soy vegetariana y el menú a veces no se adaptaba totalmente a mis necesidades específicas)”.
Cuando finalmente llegó a la Argentina, lo primero que hizo fue tomar un café con su mamá y su hermano Evaristo. Era una actividad que extrañaba un montón. En el Pais todavía estaban los corredores sanitarios. Llegar de Ezeiza a la casa de su familia, en Rafaela, fue una odisea.
“Como era la primera persona que llegaba a Rafaela desde el extranjero, mi familia y yo tuvimos que cumplir una cuarentena estricta hasta que se confirmara que no estuviera enferma. La verdad es que al principio volver a convivir con humanos fue difícil. Además, tenía mal de tierra después de todos esos meses en alta mar. Mi cuerpo se había acostumbrado al equilibrio que hay que mantener cuando estas a bordo de un barco. Por suerte, en todo ese período, nunca dejamos de tener reuniones de estudio, la constante fue fundamental para seguir conectada a la realidad y poder sentir que seguía siendo yo a pesar de todo”.
Tiempo de mudanza y nuevos planes
Después de dos años en Argentina, sintió que era hora de hacer el movimiento de mudanza. Eligió Barcelona como nuevo destino para continuar con su proyecto. Todo pasó muy rápido, pero se dio muy bien. Hoy en el estudio Sophya tiene una socia, Luciana Suppicich, que es la pata local en Buenos Aires. “Para mí, Buenos Aires es una excelente puerta de entrada para los circuitos artísticos Latinoamericanos, y Barcelona lo es para los europeos. Me gusta pensar que no me fui totalmente de Argentina, me traje un pedacito conmigo para compartir por aquí”.
Los últimos seis meses en la vida de Sophya fueron de adaptación total. De redescubrir la ciudad ahora con ojos de residente y no de visitante. “El entramado laboral de la industria del espectáculo en vivo se vio muy afectado por la pandemia, así que fue una temporada de re-aprender el funcionamiento de la industria de este lado del océano. A veces me tengo que acordar de ser paciente conmigo misma. Todo cambió para todos y eso implica un gran ejercicio de apertura y aceptación”.
Siente que recién ahora esta creando una rutina. “Jamás me hubiera imaginado que 3 años después de haber fundado el estudio en Barcelona, estaría acá de vuelta. Por supuesto, con una perspectiva más madura y con muchas muchas ganas de seguir haciendo luces”
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