Ana Roddick: algo personal
La creadora de The Body Shop (una de las empresas trasnacionales más rentables de Inglaterra) se hizo famosa en los 90 por adherir a los movimientos antiglobalización. Ahora, en un libro, les habla directamente a los empresarios: a ellos les dice que llegó el momento de la "revolución de la bondad"
Consta en las hemerotecas como el hito que dio auténtica carta de ciudadanía al movimiento antiglobalización: el 30 de noviembre de 1999, una multitudinaria manifestación convocada en Seattle para protestar contra las políticas económicas liberales logró boicotear de manera inédita la tercera cumbre ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que debía inaugurarse ese mismo día. Entre las más de 50.000 personas que frente al teatro Paramount soportaron el embate de los escuadrones antidisturbios, hubo activistas de todos los pelajes, filiaciones y colores. Sin embargo, pocos de los participantes estaban en disposición de ofrecer una credencial tan insólita como la que presentaba la británica Anita Roddick (Littlehampton, Inglaterra, 1942): ser fundadora de una de las empresas transnacionales más rentables de su país, la firma de cosméticos The Body Shop, y titular de una cuenta bancaria cercana a los 40 millones de libras esterlinas.
Lejos de calmar sus ardores rebeldes, los años transcurridos desde aquella primera victoria de los altermundistas en Seattle parece que le han servido a esta hija de inmigrantes italianos y pasado orgullosamente hippie para convencerse de la necesidad de llevar la acción bastante más lejos de la protesta. Ahora, con la misma pasión con la que en su momento abanderó diversas campañas para promover, entre otras causas, los derechos humanos o el respeto al medio ambiente, la empresaria se ha embarcado en una cruzada que tiene tanto de atípica como ella: implicar al capital y a los poderosos en la lucha por un mundo más justo. "Las empresas deberían ser capaces de mostrar sentimientos más elevados que el temor y la codicia", ha señalado Roddick a la prensa recientemente, con motivo de la presentación en España de Tómatelo como algo personal, el libro que ha escrito para persuadir a los ejecutivos de las grandes multinacionales de que ha llegado la hora de emprender "la revolución de la bondad".
Un mundo mejor
Alimentando el pensamiento de una mujer que supo levantar desde la nada un emporio que, al día de hoy, agrupa más de 2000 tiendas diseminadas por 52 países, hay una idea que podría cundir para la incredulidad. Cuando menos, entre buena parte de sus correligionarios dentro del movimiento antiglobalizador, donde no en vano la propia Roddick figura como uno de sus rostros más populares. "Las empresas tienen el poder de hacer el bien", le gusta señalar a la empresaria, contradiciendo la percepción general entre la gente de izquierda, que suele imputar a la naturaleza depredadora de las multinacionales la mayoría de la calamidades del mundo contemporáneo. Y es desde esa idea optimista, en congruencia con ella, que la fundadora de The Body Shop ha desarrollado una propuesta de acción que cabría llamar como activismo empresarial. "En una época en que los gobiernos fracasan en la promoción de los derechos humanos y las grandes empresas han tomado la delantera, creo que los negocios que tienen éxito y sus responsables tienen la obligación moral de luchar por un mundo mejor…", ha escrito Roddick en su libro.
A esta mujer, que luce el título de Dama del Imperio Británico, se la podría tildar de ingenua o poco realista, pero lo cierto es que en el éxito de The Body Shop –una empresa fundada por Roddick como una solución de urgencia para sostener a sus dos hijas pequeñas mientras su marido, Gordon Roddick, se dedicaba a hacer trekking por América– parece haber tenido significativo peso aquella filosofía corporativa que aboga por la toma de responsabilidades sociales.
Desde su nacimiento en un minúsculo local en Brighton, en 1976, la firma dedicada a la comercialización de productos de belleza naturales ha mantenido como principios inspiradores el respeto al medio ambiente, la defensa de un comercio justo, la salvaguarda de los derechos humanos y la protección de los animales. Y no sólo sobre el papel, ya que en todo ese tiempo Roddick –ferviente activista antes de descubrir sus habilidades como emprendedora– ha querido que sus establecimientos hicieran las veces de "centros de activismo", como los llama ella; escenarios vivientes para el desarrollo de campañas de sensibilización y de denuncia, algunas de ellas promovidas junto a distintos grupos de activistas y organizaciones tales como Greenpeace.
Además, ha sido política preferente de la empresa el establecer relaciones comerciales con pequeñas comunidades de países desfavorecidos, de México a Rumania y de Nigeria a Bangladesh, poniendo especial detalle en promover con ellas proyectos de desarrollo sostenible.
Algún lector se preguntará –como hizo una periodista del madrileño diario ABC en una entrevista publicada hace unas semanas– cómo sortea Anita la aparente contradicción de ser una empresaria global con más de 77 millones de clientes y, al tiempo, una firme devota del credo de la antiglobalización. También para eso tiene la empresaria su respuesta: "No estoy en contra de la globalización en general, sino en contra del corporativismo globalizador, de la globalización económica. Una dictadura económica que ampara al que tiene las manos llenas y no lucha por un mundo mejor para todos".
Para saber más
www.thebodyshop.com
www.anitaroddick.com