Se cumplen 100 años del nacimiento del perro de raza Akita que inspiró decenas de libros y, por lo menos, tres películas
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El lugar más concurrido para quedar con alguien en Tokio es la estatua de un perro llamado Hachiko que, tras la muerte de su amo, estuvo esperando su regreso a la salida de la estación de Shibuya durante casi diez años. La inquebrantable lealtad del animal, un robusto ejemplar de la raza japonesa Akita, dio lugar a un emotivo relato celebrado en decenas de libros, historias de manga, programas de televisión y al menos tres películas. Su figura expectante, con la oreja derecha erguida, se vende estampada en peluches, llaveros o camisetas y adorna líneas de autobuses, etiquetas de galletas, salsas, licores y chocolates. Un Hachiko vestido de policía decora las puertas de cinco patrullas que circulan por Shibuya, y una marca de zapatillas deportivas imitó el pelaje castaño de su raza para diseñar un modelo peludo de colección.
Este año, el pueblo de Odate, en la prefectura de Akita, conmemora los cien años del nacimiento del cachorro que fue enviado por tren a Hidesaburo Ueno, un profesor de agricultura en la actual Universidad de Tokio, por uno de sus exalumnos. Según la versión más difundida, Hachiko acompañaba cada día al profesor Ueno hasta la estación de Shibuya cuando partía hacia la facultad, y regresaba solo a casa. Por la tarde, volvía a esperar a su amo en la estación y regresaban juntos.
Un día de mayo de 1925, cuando estaba en la universidad, el profesor Ueno sucumbió a un derrame cerebral y nunca más volvió. El perro lo siguió esperando cada día. Incluso después de que la viuda de Ueno se fuera a vivir a otra zona de la ciudad y Hachiko fuese adoptado sucesivamente por diferentes residentes de Shibuya, el perro continuó aguardando a su fallecido amo hasta su propia muerte, en 1935.
Por su actitud impasible y su musculosa complexión, el animal era a menudo un estorbo para la multitud de pasajeros de la estación. Creyéndolo un perro callejero, los niños lo acosaban, se subían en su lomo o le pintaban la cara con tinta. La presencia del sosegado animal llamó la atención de los medios y el diario Asahi publicó en 1932 un artículo con su foto titulado: “La entrañable historia de un perro viejo”. Allí se hablaba de sus “siete años de persistente espera en Shibuya”. Muchas personas fueron a conocerlo y otras enviaron dinero a la estación para su alimentación.
Se fundó un grupo de admiradores que en 1934 recolectaron fondos para un monumento de bronce que honrara su lealtad. Debido a la escasez de metales durante la Segunda Guerra Mundial, la escultura fue fundida el 14 de agosto de 1945 con fines militares. Justo al día siguiente, la guerra terminó y el metal fue destinado a una línea de ferrocarril.
Tres años después, en 1948, se erigió la actual estatua frente a la estación donde hoy es parada obligada para quienes visitan por primera vez el cruce de Shibuya, inmortalizado en películas como Lost in Translation (2003) y Babel (2006), y donde cada tres minutos los semáforos cierran ocho carriles de coches y una multitud atraviesa desde doce direcciones distintas.
El peregrinaje de viajeros occidentales a la estatua de Hachiko se intensificó tras el estreno de Siempre a tu lado, Hachiko (2009), una versión americana en la que Richard Gere, como profesor de música, adopta un cachorro de Akita extraviado al que nombra Hachi. La elección del nombre responde a que un personaje japonés le explica que el carácter escrito en el collar del perro es el número ocho y se lee “hachi” en su idioma. El sufijo “ko” de Hachiko es un antiguo título honorífico usado por la nobleza y fue agregado por los estudiantes de Ueno, que eligieron el ocho por ser su número de la suerte.
La ruta actual para conocer la historia de Hachiko en Tokio incluye su cuerpo embalsamado en el Museo de Ciencias Naturales, la tumba del profesor en el cementerio de Aoyama (donde se enterró también una parte de los órganos incinerados del perro) y una escultura en la Universidad de Tokio en la que amo y mascota se reencuentran.
La versión cinematográfica más reciente, estrenada este año en China y dirigida por Feng Xiaogang, ofrece una versión parecida a la de la película japonesa Hachiko Monogatari (Historia de Hachiko, 1987). Según fuentes del Ayuntamiento de Shibuya, la historia no tiene derechos de autor y puede ser usada con total libertad.
Un conocido erudito en la historia de Shibuya, el profesor Keita Matsui, explica que el relato más divulgado de Hachiko parte de una premisa equivocada, pues Ueno vivía tan cerca de su facultad que llegaba caminando y solo iba la estación para viajes largos que, a menudo, duraban varios días.
Hachiko lo esperaba y, en uno de esos reencuentros, el profesor se puso tan contento de verlo en la estación que lo abrazó y lo premió con unas populares brochetas de pollo de una venta ambulante. Matsui, que es además comisario del Museo Conmemorativo de Folclor y Literatura de Shirane Shibuya, indica que este episodio se pudo haber repetido y condicionó al animal.
El experto desarrolla una incesante investigación para esclarecer los detalles de la vida del célebre animal porque, bromea, “los perros no pueden escribir, ni dejar sus testimonios por escrito”. Explica que la legislación de países como España, que exigen licencia especial para adoptar un Akita japonés, por el riesgo que implica “su agresividad y su acometida”, se origina en sus antecedentes históricos como eficaz perro de combate y de caza.
Este año el profesor Matsui se sumará a las celebraciones del centenario con conferencias que prometen contar “la verdadera historia de Hachiko”.
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