Sus caminos se cruzarían una y otra vez en diferente momentos, el destino los había marcado.
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¿Amor a primera vista? ¿Era posible que le sucediera? Tenía tan solo 16 años y toda una vida por delante. Pero algo se encendió en ella desde el momento en que sus caminos se cruzaron. Junto a su padre, Romina acababa de pisar el suelo de Claromecó, partido de Tres Arroyos, en la provincia de Buenos Aires, a aquella temprana edad. Y, como su papá trabajaba desde temprano, habían acordado que un remís la pasaría a buscar todas las mañanas para ir al colegio.
El primer día el auto llegó en el horario estipulado, ni un minuto más temprano, ni uno más tarde. Tocó bocina para anunciar que aguardaba en la puerta. “Salí y lo vi por primera vez. Me enamoré desde ese momento pero disimulé y me subí al coche. Recuerdo como si fuese ayer cuando acomodó el espejito del retrovisor para mirarme y preguntarme dónde me tenía que llevar. Aunque no giró la cabeza en ningún momento, fue suficiente para ver esos ojos verdosos llenos de pestañas y un piercing en la nariz que me llamó muchísimo la atención. Tuvimos la típica conversación de un viaje, hablando del frío y de lo revuelto que estaba el mar ese día”.
Una ilusión que no pudo ser
Cuando finalmente llegó a su destino, no perdió tiempo y comenzó a preguntar quién era aquel hombre, si tenía familia y dónde vivía. Cuando supo que era casado y tenía hijos, su ilusión se deshizo por completo.
Pero pasaron los meses. Jorge la llevaba todos los días al colegio y la conversación se tornaba cada vez más amistosa. A veces, cuando finalizaba la jornada escolar, Romina caminaba por la costanera con amigas y disfrutaban de ver salir las lanchas de pesca artesanal. Es que era una costumbre del lugar acercarse a ver la pesca del día. Y Jorge salía con su lancha cuando el día lo permitía.
“Un día nos acercamos un poco más al sitio desde donde partían las embarcaciones. Allí estaba él, sin remera, al rayo del sol. Creo que mi mente hizo que lo viera como a Edward Cullen de Crepúsculo. Lo saludé y seguí camino”.
Los años pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Romina pudo entablar un noviazgo serio y se mudó a Tres Arroyos, la ciudad cabecera del partido. Allí terminó el secundario y comenzó a estudiar el profesorado de Educación Física. “Hasta que un día, de común acuerdo, decidimos terminar la relación con mi pareja de ese entonces. Para despejarme decidí ir a pasar unos días a Necochea, mi ciudad natal. Bajé del micro y me fui hasta un lugar céntrico donde me pasaría a buscar mi tía. Me senté en una parada de colectivos de la avenida, y al cabo de cinco minutos, pasó Jorge en su auto. Nos miramos y mientras el semáforo cambiaba me hizo señas diciendo ¿qué haces aca?” y yo le devolví los gestos diciendo ¡vos! ¿qué hacés acá? Después de unos segundos lo perdí de vista”.
Al cabo de unos días, Romina recibió en su cuenta de Facebook una solicitud de amistad. “No puedo explicar la emoción que sentí cuando vi que era él, y no solo eso, sino que en su perfil aparecía como soltero. Comenzamos a hablar y a hablar casi todos los días, era como una gran amistad que iba floreciendo de a poco”.
Una visita inesperada
Inquieta y siempre activa, Romina regresó a Claromecó a visitar a su mejor amiga Julieta. Mientras se ponían al día sobre todas las cuestiones importantes, llegó su novio, Marcos. “Charlamos los tres, hacía mucho tiempo que nos lo veía. Marcos supo que me había separado y me contó que su mejor amigo también había salido de una relación y quizás podíamos conocernos, aunque fuera para charlar y entablar una amistad. Me pareció una buena idea, pero le aclaré que no quería ningún compromiso, ya que hacía muy poco que estaba sola y mi intención no era encarar nuevamente una relación. Organizamos una salida de a cuatro para el día siguiente, un domingo 22 de agosto del año 2010″.
Ese día las amigas se levantaron temprano, almorzaron, prepararon el mate y se quedaron a la espera de que las buscaran en auto para ir a pasar el día a la playa. Era un día fresco, pero al sol estaba hermoso. “Miraba por la ventana, cuando vi llegar a la casa exactamente el mismo auto que había visto unas semanas atrás en Necochea. ¡El mejor amigo del novio de mi mejor amiga, era él, Jorge! Definitivamente el destino insistía una y otra vez para que aunque sea lo intentáramos”.
Fueron a tomar mate y pasaron un día divino. Romina se sintió tan cómoda en compañía de Jorge que, de a poco, fue perdiendo la vergüenza y disfrutando del momento. Se hizo de noche y fueron la casa de él para calentar el agua y tomar unos mates más. “En un momento, nos quedamos solos (no sé cómo pasó eso, pero seguro fue complicidad de nuestros amigos). Recuerdo estar parada de espaldas al calefactor, con las manos por detrás y frotándolas buscando calorcito. De pronto levanté la mirada y vi su rostro, por primera vez tan cerca, al mismo momento que él me tomaba de la cintura y nos fundimos en uno de esos besos inexplicables, generando una sensación de estar flotando, como si el tiempo se detuviera. Lo vuelvo a recordar en este momento y se me pone la piel de gallina”.
Ella regresó a Tres Arroyos y continuó con su rutina, pero ahora con sonrisas aisladas que aparecían de repente al recordar ese momento, y también con charlas diarias interminables que le hacían sentir como si soñara despierta.
Los días pasaban y los fines de semanas eran inseparables. Así pasaron un par de meses hasta que un día Romina decidió abandonar su carrera, dejar su trabajo e ir a vivir a Claromecó con él y Selene, su pequeña hija de cinco años en ese momento. También los visitaba cada tanto Luca, su hijo que en aquel entonces tenía dos añitos. Sin quererlo y sin buscarlo, tenían una hermosa familia.
“Luego de varios meses de búsqueda, un día aquel test de embarazo que se cansaba en decirme que era negativo, finalmente se mostró positivo. La alegría creció cuando a los meses confirmaron que era una niña, Shantal, que hoy tiene diez años. Cuando ya decidimos no tener más niños, llegó Katherina, mi princesa más pequeña que en agosto cumple cinco años. Ella fue diagnosticada con autismo, día a día nos sorprende con sus progresos y con una bella sonrisa que siempre lleva en su rostro. El 22 de agosto cumplimos 12 años juntos, y como el mes pasado logró el divorcio legal, decidimos que ese mismo día nos queríamos casar”.
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