Hace más de diez años Michael y su siberiano Sox recorren los Estados Unidos en moto. La enfermedad del perro no fue excusa para detener la travesía.
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Cada relación tiene ese momento mágico en el que se puede apreciar la confianza y el amor del vínculo. Para Michael Fiala, ese descubrimiento ocurrió en una playa soleada de Florida, en los Estados Unidos, con su amado cachorro de husky siberiano, Sox , hace unos siete años.
Michael estaba a punto de mudarse a Hawái. Había decidido dejar a todos y todo atrás para continuar con su próximo capítulo cuando su padre lo sorprendió con un compañero peludo que lo acompañaría en el viaje. El día antes de mudarse, Michael fue a la playa con Sox y nadó al agua para darse un chapuzón rápido. Sox decidió seguirlo, tratando de nadar a través de las agitadas olas. Las olas lo arrojaron y lo golpearon un poco, pero simplemente se puso de pie, se sacudió y se alejó hasta que llegó a Michael. En ese momento, Michael supo que había encontrado el mejor socio: uno que estuviera dispuesto a todo, seguro y valiente, y que disfrutara de estar junto a él.
Un viaje de ida
Había vendido su auto para comprar una motocicleta más acorde a su nueva vida en la isla. Pero pronto se dio cuenta de que necesitaba descubrir cómo moverse en ese medio de transporte con Sox. Afortunadamente, Michael había estudiado comportamiento animal en la universidad y había trabajado como entrenador y peluquero de perros durante años, por lo que después de haber visto la inteligencia y el atletismo de Sox y haber establecido una conexión tan fuerte, sabía que podría entrenar al cachorro para montar la moto.
Y así empezó, poco a poco, a acostumbrar a Sox a los ruidos y vibraciones de la moto. Luego le enseñó a sentarse en el asiento y agarrarse de su espalda. Después de tres meses de entrenamiento y práctica constante, Michael y Sox salieron a la carretera y nunca volvieron a mirar hacia atrás.
El dúo pasó varios años en la gran isla de Hawái. Sin embargo, Michael tenía más sed de aventura y se sintió listo para encontrar un nuevo camino. Hace aproximadamente un año y medio, dejó su trabajo para convertirse en paracaidista profesional, y ahora junto a Sox recorre todo Estados Unidos, persiguiendo la aventura y el buen clima en motocicleta. Si bien puede parecer todo un espectáculo ver a un perro montado en la parte trasera de una motocicleta, Michael sostiene que Sox está tan seguro como cualquier otro pasajero. Tiene equipo de seguridad: gafas y casco para protegerse los ojos y la cabeza. Y, además, mucha experiencia en todo tipo de condiciones y terrenos.
Una piedra en el camino
Sin embargo, todo se tiñó de gris cuando una tarde Michael palpó un bulto en el cuello de su amigo. “El veterinario me sugirió que estuviera atento. Y así lo hice. Al cabo de unos días, el bulto comenzó a crecer y ramificarse. Finalmente, luego de haber sido diagnosticado con dos tipos diferentes de cáncer, Sox fue sometido a seis intervenciones para extirpar los tumores. La recuperación no fue un tema menor. Estaba tan acostumbrado a una vida activa, al aire libre, que me resultó difícil mantenerlo en reposo. Hasta que finalmente la enfermedad estuvo bajo control y pudimos retomar nuestras actividades”, explica Fiala.
Desde entonces, Michael hizo algunos cambios en la rutina de viajes. Como primera medida, construyó junto a su padre una suerte de pequeño tráiler con un espacio para que Sox pueda ir recostado y donde esté más seguro. “De allí surgió una pequeña broma entre nosotros: Mike on the bike and Sox on the box (Mike en la moto y Sox en la caja)”, dice entre risas.
A pesar del impresionante kilometraje que han recorrido a lo largo de los años que llevan juntos, Michael insiste en que este viaje no se trata de números. Lo que comenzó como una aventura para los dos ahora se ha convertido en una experiencia diaria de compartir su alegría con todos los que encuentran en el camino, y es esa afirmación y el tiempo de unión con Sox lo que lo empuja a continuar, acampar, caminar. y hacer paracaidismo en el camino.
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