Fue un año particular en todo sentido. La pandemia por el Covid-19 y el contexto de cuarentena, desencadenaron una serie de altibajos emocionales, a la que pocos escaparon. Incluso afectó a los chicos, como sucedió con Lauri, que tiene 14 años y Síndrome de Down. Sin embargo, a pesar de vivir en una familia que supo poner a su alcance todas las herramientas para poder sortear la difícil situación, hubo un vínculo especial que hizo que los días de Lauri se hicieran más llevaderos.
Si bien desde siempre convivió con animales -perros, gatos y hasta conejos-, un día Simón, un gato cachorro llegó a su vida y comenzaron juntos una historia de amistad única. "Los niños con capacidades diferentes o que presentan alguna dificultad en su desarrollo requieren una atención muy dedicada, desde su abordaje terapéutico en ámbitos de salud y de educación, hasta en su entorno familiar y social, donde los recursos para aportar a su calidad, a veces, pueden no ser suficientes. Muchas veces el niño requiere alguna motivación extra para llevar a cabo acciones de la vida cotidiana, y la compañía e interacción con un animal pueden aportar muchísimo", explica María José Piacenza, que es coach ontológico, especializada en familia y discapacidad y la mamá de Lauri.
Fue en ese contexto y en esa búsqueda por darle más recursos a Lauri que Simón llegó a su vida: un gatito que desde bebé demostró una personalidad extrovertida y muy afectuosa, por lo que fue educado y socializado especialmente para el acompañamiento emocional que Lauri necesitaba.
Su mamá sorprendió a Lauri con Simón una tarde a la salida del colegio y, en esa primera mirada, la conexión fue inmediata. Llegados a la casa, Lauri le mostró al gatito su habitación y sus muñecas. Luego acomodó las pertenencias de Simón, su camita, sus platitos, todo para que estuviera cómodo y se adaptara, como ocurrió muy rápidamente. A partir de ese día, desde hace ya dos años, se han vuelto inseparables. Simón la acompaña en el camino al colegio, disfruta nadando con ella en la pileta y, si hay otros amiguitos que pueden tenerle miedo al agua, los ayuda a sentir más seguridad.
Pero eso no es todo, Simón sale de vacaciones junto a la familia y también comparte los momentos de descanso mirando dibujitos a upa. Aporta muchísimo a la calidad de vida de Lauri. "La ayuda a tener mejor comunicación, a socializar más y contribuye a su autoestima cuando alguien halaga a su gatito: ella se siente súper orgullosa y cuenta con toda fluidez las aventuras que tienen juntos", dice su mamá contenta.
"En este año tan difícil de pandemia y en un contexto de cuarentena, los altibajos emocionales se hicieron presentes en Lauri, pero gracias a este vínculo tan fuerte con Simón no se sintió sola. Pudo mantener una rutina, respetar las clases virtuales del cole, los horarios de la comida tanto los de ella como los de él, lo que promovió, además, un sentido de responsabilidad para que el gatito pudiera mantener sus momentos de descanso, comida y juego. Siempre es un motivador, es un disparador para que ella socialice más, haga la tarea leyéndole a él, ni hablar del amor que se brindan, es un gatito muy cariñoso, tiene el gen de los besos. Los gatos pueden ser amigos excepcionales para muchas personas en situaciones más complejas, generando lazos afectivos con nosotros y siendo sin dudas un gran apoyo emocional", dice María José.
El gato como animal de compañía
Y no solo lo sabe por experiencia personal sino también por su carrera profesional en el área de la salud mental y emocional. Fue en ese ámbito que conoció a Carolina Vitta, acompañante terapéutico y arteterapeuta y estrecharon un vínculo de inmediato en el interés por fortalecer y fomentar vínculo humano gato, especialmente en aquellos individuos con una discapacidad o dificultad emocional presente, y que pudieran nutrirse aún más del amor y la interacción con los gatos mediante la intervención terapéutica. Ambas tienen estudios certificados realizados en el exterior y en el país de Terapia asistida con animales, Comportamiento felino, Felinotecnia, entre otros. Son las fundadoras de GAATOBA, Gatos en Actividades Asistidas Terapéuticas Oficial Buenos Aires y allí trabajan junto a una psicóloga, y un biólogo especializado en etología, sanidad y bienestar animal.
Para llevar a cabo la terapia asistida con gatos, tienen un programa de crianza familiar limitado, donde pueden seleccionar a los gatitos según su temperamento y comenzar su educación, su entrenamiento, su socialización. "En nuestro caso tenemos una pareja de gatos de la raza Sagrado de Birmania, y trabajamos con dos hijos de distintas camadas, y dos gatas adultas esterilizadas. En lo que más hacemos foco y promovemos, es la incorporación de un gato al hogar, como un animal de apoyo emocional. Los perros siempre fueron la primera elección y pueden ser entrenados de muchas formas: para servicio, asistencia, entre otras propuestas. Pero la realidad es que no siempre la dinámica de la familia puede hacerse cargo de un perro, de su costo económico, de brindarle el espacio físico que necesita sobre todo cuando hay una persona con requerimientos específicos de salud, donde se alteran tiempos y las energías entre otras cuestiones", explica Carolina Vitta.
Los gatos vienen ganando mucho terreno en la elección de animal de compañía. Y las socias aseguran que cuentan con evidencia y respaldo científico que avala el apego de los gatos a los humanos, la capacidad de formar vínculos afectivos, sus beneficios terapéuticos. "Esto se potencia en determinadas poblaciones. Por ejemplo, los niños con autismo pueden relacionarse mejor con la compañía de un gato de apoyo emocional, o las personas de tercera edad pueden elegir la compañía de un gato por su cuidado quizás no tan exigente como el del perro y gozar de esos beneficios terapéuticos que brindan", agrega Vitta.
Entre otros casos, destacan el de un paciente con autismo que se relacionaba con el gato del barrio que bajaba a comer a la casa. En base a esas interacciones, realizaron un abordaje terapéutico. O el de un paciente menor que no tenía control de esfínteres y gracias a que se trabajó desde el paralelismo con la vida del gato, quien también tiene su espacio para comer, para descansar, para ir el baño, pudieron luego de unos meses revertir el cuadro.
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