Hace 35 años, fruto de su relación con el hijo del expresidente Carlos Menem, nació Antonella Menem y su vida cambió radicalmente: “A mí me prohibieron”
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Amalia Pinetta (55) está angustiada. Hace unos días, el amigo que le prestó el PH en el que vive, le dijo que debe irse porque consiguió un comprador. Sin un trabajo estable, tiene miedo de quedar en la calle. Pero no quiere dejar que sus penurias empañen la felicidad que siente por su hija. Cree que finalmente Antonella Menem (35), fruto de su fugaz relación con Carlitos Menem Junior, está siendo reconocida como se lo merece. En los últimos días, la joven cobró protagonismo tras el anuncio de la miniserie ¡Síganme! que retratará la vida de su abuelo, el expresidente Carlos Saúl Menem, aunque se reavivaron viejas heridas y disputas familiares.
“Además de apoyar a mi hija, quiero limpiar mi nombre, refutar todas las mentiras que dijeron sobre mi”, dice mientras prende un cigarrillo en la hornalla antes de comenzar la entrevista con LA NACION que se realizó en su casa, en dos oportunidades.
-Amalia, ¿por qué sentís que tenés que limpiar tu nombre?
-Porque a mí me destruyeron. Dijeron un montón de barbaridades, que era una prostituta, que me había acostado con varios hombres de la familia Menem, que habían pagado por mi silencio... Pero nada de eso fue verdad. Pienso que si Carlitos hubiese estado vivo, todo esto que pasó con Antonella jamás habría pasado.
Viaje a Expo La Rioja
Aquello que Amalia sintetiza en “todo esto que pasó” encierra, en realidad, una historia de 35 años, digna de un guion cinematográfico donde hubo amor, traición, desencuentros, amenazas, planteos judiciales y reconciliaciones.
Todo comenzó en Expo La Rioja, en octubre de 1987. Amalia tenía 19 años y había viajado desde Buenos Aires, con otras tres chicas, para participar como promotora de un stand de una empresa de computadoras. “Hacía cinco meses que había nacido mi primer hijo, estaba separada del papá del nene y necesitaba trabajar. Como promotora te pagaban una fortuna, ganabas como cinco sueldos de un trabajo normal. Era bárbaro”, cuenta.
-¿Cómo se conocieron con Carlitos?
-El primer día de la exposición fue el gobernador Carlos Menem y el segundo día apareció Carlitos con un grupo de amigos. Yo no sabía quién era, pero recuerdo que le dije a mi compañera que me parecía el más lindo de toda La Rioja. Siempre fui enamoradiza [risas]. Uno del grupo se acercó a nuestro stand y me pidió un folleto. Después me preguntó si le daba otro para su amigo y lo señaló a Carlitos. Yo respondí que no podía, que nos habían indicado que era solo un folleto por grupo. Entonces, me increpó: “¡¿Pero vos sabés quién es él?!”. Yo negué con la cabeza. “¡Es el hijo del gobernador!”. “¡Y yo soy Amalia Pinetta!”, respondí. Creo que eso llamó la atención de Carlitos porque enseguida se dio vuelta, se acercó y nos invitó a salir.
El amor y la traición
-¿Cómo fue la primera salida?
-Esa noche, Carlitos y un amigo nos pasaron a buscar a mí y a Cecilia, la chica con la que compartía la habitación, por el hotel. Ellos estaban en moto. Tuvimos que escaparnos porque no nos dejaban salir solas. Fuimos a comer, después a dar unas vueltas al dique. Él era fanático de Europe. Escuchaba todo el tiempo “Cuenta regresiva” (The Final Countdown) y manejaba muy rápido. ¡Era un loco de la velocidad! A la vuelta, Carlitos y yo nos quedamos conversando en el lobby y nos besamos por primera vez. Fue tan lindo... esos besos de adolescentes.
-¿Al día siguiente, volviste a trabajar en la Expo?
-No, nos despidieron. Nos dijeron a Cecilia y a mí que no teníamos permiso para salir solas de noche y menos con el hijo del gobernador. Nos dieron media hora para hacer nuestras valijas y subir a un auto que nos llevaría a Córdoba y, al día siguiente, un vuelo a Buenos Aires. Yo me puse a llorar y llamé desde un teléfono público a Carlitos, al rato él apareció en su moto, que para mí era un corcel y Carlitos un príncipe que me venía a rescatar. ‘Ustedes se quedan acá, vienen conmigo’, dijo. Y nos llevó a la residencia, a una casa a la que iban los invitados que estaba a 100 metros de la principal donde vivía él con su familia.
-¿Cómo fue la estadía en la residencia?
-La noche que llegamos fuimos con Cecilia a cenar a la casa principal. Estaba comiendo su papá, Carlos, y Emir Yoma. Me acuerdo que la carne que nos sirvieron estaba tan dura que a Carlos le dio vergüenza y pidió que nos cambien el plato. Después de cenar fuimos a bailar. A la vuelta, Carlitos y yo estuvimos juntos. Fue muy lindo porque hubo una conexión especial, como si nos conociéramos de toda la vida. Recuerdo que a mí me daba vergüenza mi cicatriz de la cesárea y él, para que no me sintiera mal, me mostraba una cicatriz que tenía, no recuerdo si era de apéndice. Hablábamos mucho de lo que nos gustaba. Éramos chicos.
-¿Cómo era Carlos Menem Junior?
-Él iba al colegio, pero era vago, no le gustaba estudiar. Lo que él amaba era correr. Era cristalino, el tiempo que estuvimos juntos hablamos mucho de nuestras familias. Yo le conté lo que me había pasado en mi infancia y él me contó que sus padres estaban separados, que iban y volvían. Me acuerdo, y lo juro por mis hijos, que me dijo: “Si el papi llega a ser presidente, lo pierdo para siempre”. Se notaba que a él su familia le hacia falta.
Lo que Amalia le contó a Carlitos fue su dura infancia en la que sufrió el abuso sexual de su padre por años. “Lo hacía cuando mi mamá se iba a trabajar. Me sometía a cosas terribles... Muchos años tuve terror porque te hacen cómplice, te hacen mentir. Nunca se habló del abuso en mi casa, 50 años atrás no se podía hablar de esas cosas, tuve que asimilarlo sola”, dice.
-¿Cuánto tiempo estuvieron en la residencia, en La Rioja?
-Yo me quedé casi cuatro días. Una noche, después de hacer el amor, él me dijo que en unos días llegaría a La Rioja su novia, la hija de un amigo del padre. A mí me agarró un ataque de celos, me puse muy mal. Yo lloraba y Cecilia trataba de consolarme. Me enojé con él y él se enojó conmigo por mi actitud. A la par, veía que Cecilia, estaba hablando mucho con él. Aunque ella me lo negaba, empecé a sospechar que también gustaba de Carlitos. Una noche fue el límite. Habíamos ido los cuatro, Cecilia, Carlitos, un amigo de él y yo al dique, estábamos escuchando música en el auto cuando me doy cuenta que no estaban Carlitos ni Cecilia. Habían desaparecido. Al rato, veo que vienen tomados de la mano. Me largué a llorar... No me olvido más el tema que estaba sonando en la radio, I Should Have Known Better, de Jim Diamond... ¡Parecía a propósito! Yo sentí que se me desmoronó el mundo.
-¿Qué hiciste?
-Aunque ellos me lo negaron, en ese tiempo estar de la mano era como estar de novios, no era como hoy que es todo más free. Decidí volver a Buenos Aires. Los días que nos quedaban en La Rioja, Cecilia se mudó a la residencia principal con él.
El embarazo
De regreso en Buenos Aires, Amalia cuenta que llamó nuevamente a la residencia de La Rioja para hablar con Carlitos. “Pregunté por él y me pasaron con Cecilia, como si fuese la señora de la casa. Ella me dijo que la estaban pasando bárbaro. A Carlitos no lo volví a ver hasta mucho tiempo después”, dice.
-¿Para ese entonces ya estabas embarazada?
-Sí, pero no lo sabía. Cuando me enteré, no tuve dudas que era de Carlitos porque no había estado con nadie después. Los médicos me dijeron que mi embarazo era de riesgo, había tenido una cesárea hacia poco muy complicada, pero elegí apostar a la vida.
-¿Cuál fue la reacción de tu familia cuando les dijiste que estabas embarazada de Carlitos?
-Mi mamá se volvió loca. Me hizo esconder el embarazo hasta el séptimo mes, que fue el momento en el que se me empezó a notar. Además en esa época era muy difícil ser madre soltera de un hijo... ¡Imagináte de dos y de padres diferentes! Antonella nació el 24 de junio de 1988, dos semanas antes de la fecha de parto porque me hicieron la cesárea. Ella tenía fecha para nacer el 2 de julio, el mismo día del cumpleaños del abuelo, Carlos Menem. Qué ironía, ¿no?
-¿Durante el embarazo llamaste a Carlitos para contarle que iba a ser papá?
-Llamé un día a la residencia y me lo negaron. Así que no intenté más. Tenía que seguir adelante y preocuparme por mis hijos.
La Rambla: el reencuentro
El 8 de julio de 1989, cuando resultó electo presidente de la Nación, el gobernador riojano se mudó con su familia a Buenos Aires. Las esperanzas de Amalia de reencontrarse con Carlitos se reavivaron. “Una amiga en común me dijo que sabía dónde solía ir y me llevó a La Rambla, un lugar que estaba de moda en ese tiempo”, dice.
-¿Qué pasó cuando se volvieron a ver?
-Cuando él me vio, me di cuenta que se acordaba de mí. Me decía cariñosamente “Negrita” y lo primero que me preguntó fue por mi hijo. Le conté que también tenía una nena de un año y medio. Ese día me dio su tarjeta que decía “Carlos Menem Competición”, con domicilio en Figueroa Alcorta, frente a la cancha de River, donde hoy Zulemita tiene la concesionaria. Al día siguiente, él me pasó a buscar por mi casa, estaba con Coppola y Monique, una modelo que era la novia de Guillermo. Fuimos a Hipopótamo y en un momento Carlitos se puso a bailar. A mí me daba vergüenza bailar con él, yo era otra onda, más del rock, de El Dorado, Morocco... Él era más de elite y yo del under.
-¿Pudiste contarle de Antonella?
-Esa noche me puse a llorar y le conté primero a Guillermo. “Noooo, no le vayas a arruinar la vida ahora”, me dijo Coppola. En esa época, Menem había echado de la residencia de Olivos a Zulema y los chicos. Guillermo me dijo que me quedara tranquila, que él iba a tratar de contárselo. ¿Si me sorprendió la respuesta? Sí y a la vez no. Aunque le tuve bronca durante muchos años, después pensé que él defendió a su amigo.
“¿Qué necesitás?”
Al tiempo, Amalia volvió a encontrarse con Carlitos en la agencia. “Creo que ahí él ya se imaginaba o tal vez Coppola se lo había dicho, eso nunca lo supe... Me acuerdo que mi tía me había prestado un trajecito. Me temblaban las piernas. Yo saqué una foto de Antonella. Él la miró y dijo: “Qué le vamos a hacer, son cosas de la vida”, en realidad dijo otra frase, pero no la pienso repetir por respeto a mi hija, es muy dolorosa. Y me preguntó, de mala manera, “¿Qué necesitás?”
-¿Era la reacción que esperabas?
-No. Me dolió de sobremanera que me preguntara eso, como si yo hubiese ido a buscar dinero o a extorsionarlo. Le respondí que no necesitaba nada, que lo único que quería era que mi hija supiera quién era su padre, que pudiera conocerlo. Para esa época Antonella tenía casi cuatro años y preguntaba por el padre. Ahí, cuando vio que no le venía a pedir nada, cambió la actitud. Pero después de ese día nunca más lo vi ni me atendió el teléfono, lo hacía su secretaria, la pobre ya no sabía qué decirme.
-¿Alguien te aconsejó que vayas a la justicia?
-No, pero porque a mí jamás se me había cruzado hacerle un juicio al padre de un hijo. De hecho, a los padres de mis hijos nunca les pedí nada, lo que me importaba era que los chicos tuvieran una buena relación.
-En aquel entonces, ¿a qué te dedicabas?
-Trabajaba de modelo y actriz, hacía sketch con los chicos de VideoMatch, yo vivía en Telefe, los chicos tienen fotos con Xuxa, con Ricky Martin...
-Finalmente iniciaste el juicio de filiación.
-Sí, pero fue sin quererlo. Un día le conté a un amigo mi situación y él me dijo que iba a hablar con Luis Cella, el productor histórico de Susana Giménez que era amigo de Emir Yoma y tal vez podía interceder. Yo en ese momento era chica, tenía 24 años y me envolvieron. Luis Cella me dijo que iba a hablar con Susana para hacer una entrevista y contar el caso. Me convencieron. El día de la entrevista, Susana se negó. Dijo que si no había una demanda judicial ella no iba a hacer nada. “Yo no voy a sacar algo que no se si es verdad”, dijo. Ahí me dijeron que me quedara tranquila, que ellos tenían un abogado que se iba a encargar del tema. Hoy pienso “¡Mirá la inconsciencia!”, porque yo hasta me sentía en deuda con ellos. Y accedí. Así se inició el juicio de filiación.
-Pero, a larga, el juicio te sirvió.
-No porque a mí me destruyeron. La producción me puso el abogado que había intercedido en la causa de Scioli y la hija. El abogado puso el domicilio de mi casa en Barracas y a los cinco minutos toda la prensa estaba golpeando mi puerta. Mi mamá no entendía nada. La entrevista con Susana al final nunca salió.... hubo muchas versiones sobre lo que pasó. Yo no quiero acusarla a ella, pero sí sé que hubo intereses de por medio.
-¿Qué pasó con el juicio?
-Empezó una pesadilla para mí. Carlitos me negó, dijo que no me conocía, él decía que estaba de novio, en ese tiempo estaba con María Vázquez. Por la persecución de los medios me tuve que ir de mi casa y estuve un mes viviendo con mis hijos en un departamento que me prestó un amigo sin que nadie supiera dónde estaba. Hice un par de entrevistas porque los abogados me decían que tenía que hacerlas. Pero los medios me destruían. Mi abogado me contó que en una reunión Zulema le dijo a Carlitos que, si se hacía cargo de la criatura, él no pertenecía más a la familia. Así que no era fácil tampoco para él. Yo ahí me convertí, para ellos, en la peor de lo peor. Fue entonces cuando empezaron a decir que había estado con otros hombres de la familia Menem. ¿Cómo voy a estar con alguien más de la familia? No, de ninguna manera.
La muerte de Carlos Junior
El mediodía del 15 de marzo de 1995, el helicóptero Bell 206B JetRanger III en el que viajaban Carlos Menem Junior, que tenía 26 años, y el piloto Silvio Oltra, se estrelló a un costado de la ruta nacional 9, en el kilómetro 211,5, entre Ramallo y San Nicolás. Según la versión oficial, la aeronave chocó contra unos cables de media tensión, a 11 metros de altura, e impactó en unos pastizales. El accidente generó un sinfín de dudas en la política y la opinión pública argentina. Desde que ocurrió, la madre de Carlos Junior, Zulema Fátima Yoma, sostuvo que se trató de un atentado.
-¿Cómo recibiste la noticia de la muerte de Carlos Junior?
-Cuando vi el titular en Crónica casi me desmayó. Me caí arrodillada en el piso, me agarró un ataque de nervios y llanto. Llamé a mi mamá. Yo a él lo seguía amando, lo sigo amando... para mí fue un amor muy grande, inconcluso tal vez. Platónico. Nosotros hablamos mucho cuando estuvimos en La Rioja, aunque haya sido poco el tiempo la conexión fue fuerte.
-¿Por qué pensás que vos y Carlitos no tuvieron una relación?
-Porque para mí era un imposible. Yo sentía que él era chico y yo era más madura. Yo soñaba que Carlitos iba a conocer a Antonella como le pasó a Scioli con su hija, que se conocieron cuando ella tenía 15 años. Me imaginaba que iba a pasar cuando él estuviera más preparado para afrontarlo.
-¿Le contaste a Antonella sobre la muerte de su padre?
-Aunque ella tenía siete años sabía quién era su papá porque yo le decía que se llamaba Carlitos, que corría carreras y que un día lo iba a conocer. Por eso, el día que se murió fue terrible. “Papá se fue al cielo...”, le dije y se me partió el alma porque la promesa que le había hecho, no la iba a poder cumplir.
-En ese momento volviste a aparecer en los medios, salió una entrevista tuya en la tapa de una revista.
-Sí, fue en Caras. Me pagaron pero fueron chauchas y monedas... ahí lucró un montón de gente. Yo no quería dar entrevistas, pero no tenía un trabajo fijo, hacía promociones y cada vez que saltaba este tema me quedaba sin trabajo. Tenían terror. A mí me prohibieron, cuando se daban cuenta de quién era me rajaban.
-¿Cómo siguió el juicio de filiación? ¿se hicieron las pruebas de ADN?
-En octubre hicimos los análisis en la casa de Zulema, en Bulnes y Libertador, una casa que le prestaba Gostanián. Ese día Zulema estuvo muy cordial, hasta le regaló a Antonella un osito de peluche. De hecho, cuando vieron a la nena dijeron: “Es igual a Carlitos”. Yo estaba tan feliz ese día. Nos sacamos sangre Antonella, Carlos, Zulema, Emir Yoma y yo. Nunca entendí porqué estaba Emir Yoma aquel día y también él se hizo los análisis... Se hicieron dos pruebas, una de parte nuestra y otra de ellos. Ambas se mandaron a laboratorios distintos en los Estados Unidos. Al mes llegaron los resultados y ahí empezó todo.
“¡Felicitaciones, sos abuelo!”
-¿Qué pasó cuando estuvieron los resultados?
-Carlos Menem estaba volviendo a Buenos Aires de una reunión del G8 en Bariloche y aparentemente alguien le dice, delante de la prensa, “¡Felicitaciones, sos abuelo!”. Eso salió en todos lados y Zulema pensó que yo había vendido esa información, pero nunca lo hice, lo juro por mis hijos y mis nietos. Nunca dije nada.
-En ese tiempo se dijeron muchas cosas sobre vos.
-Sí, de todo. La revista Noticias, como no acepté hacer una nota con una foto de Antonella sobre la tumba de Carlitos, me destruyó. Dijeron que era una prostituta, que mi padre abusó de mí -lo único cierto-, que Emir Yoma me pagó 100 mil dólares porque yo me había enfiestado con ellos y pagaban por mi silencio, que yo salía con Dardo Ferrari y Claudio Ramos, que eran amigos míos... fue una asquerosidad. Les hice juicio y se los gané.
-¿Qué pasó con el juicio de filiación?
-Siempre se dilataba, cada escrito tardaba años. El único que se allanó inmediatamente fue Carlos Menem. Él reconoció a Antonella como nieta. Zulema impugnó mi maternidad y el allanamiento de su ex marido porque ella dudaba, decía que como la relación fue promiscua también podía ser hija de su ex marido... una contradicción todo. Después que Carlos se allanó, empezó a mandarme 2000 pesos por mes. No era nada, yo de alquiler pagaba 1200 pesos. Y Antonella recién obtuvo el apellido a los 16 años.
-Alguna vez dijiste renuncio a todo esto, es demasiado.
-Sí, quise hacerlo pero no se me permitió porque estaban los derechos del niño y su identidad de por medio.
Mientras tramitaba el juicio, Amalia explica que se dio cuenta que debía bajar el perfil, “laburar del otro lado”. Así, comenzó a trabajar en prensa y producción y, después de un tiempo, decidió mudarse a Mar del Plata. ”En el 2000, cuando gané el juicio a la revista Noticias, puse un restobar y después empecé a hacer producciones e invertí en un show artístico en la galería Costa Rica. Pero llegó el 2001 y perdí todo. Me volví a Buenos Aires”.
Los encuentros con Carlos Menem
-Antonella contó que ella pudo ver a su abuelo en algunas oportunidades, ¿cómo fueron esos encuentros?
-La primera vez que lo vio todavía vivíamos en Mar del Plata. Después, cuando estuvo preso en la quinta de Gostanián, no nos dejaban pasar. Por eso yo me planté y dije que no me iba a mover hasta que la nena vea a su abuelo. Ahí, nos dejaron pasar. El abogado de él siempre me decía que Carlos quería ayudarme porque para él yo era “una gran mujer”. Pero yo nunca le pedí nada, al contrario.
-Finalmente, Antonella heredó a su padre
-Si, entregaron las cosas en el 2006 porque ahí empecé a apretar, pero fueron solo deudas porque durante 11 años no pagaron nada. El dúplex que estaba en 11 de septiembre estaba casi remantándose por deudas de expensas, ABL, no tenía ni el medidor. Del avión Cessna que se debía el hangar...
El presente: “Estoy en la ruina”
-Antonella mantiene una buena relación pública con su tío, Carlos Nair.
-Hoy ver a mi hija la relación que tiene con Carlitos Nair me reconforta, pienso que tal vez no pasó con su papá pero pasó con su tío (llora). Carlitos Nair quiso pedirme disculpas, pero yo le dije que no tenía que decirme nada, que lo entiendo. Él tuvo que hacer cosas feas, él le negó a mi hija la posibilidad de entrar al hospital a ver al abuelo cuando estaba muriendo... pero bueno, lo entiendo.
-¿Qué ves de Carlitos en Antonella?
-Todo
-¿Hoy a que te dedicás?
-En el 2019 me puse un restobar y a los seis meses me agarró la cuarentena. Así que estoy remándola en dulce de leche. Sigo con mis producciones, tengo a dos artistas exponiendo en el Palacio de Hacienda, pero la realidad es que estoy desempleada. Trabajo fijo no me dan porque ya estoy grande. Soy una excelente productora, consigo lo imposible. Hoy estoy en la ruina. De acá me tengo que ir, esto me lo prestó un amigo, pero ahora lo tengo que devolver porque lo vendió. No sé que voy a hacer. Siento que no tengo salida, que estoy sola porque tampoco tengo familiares... (se le entrecorta la voz). A mí se me cerraron muchas puertas. Me hubiese encantado seguir actuando, estoy preparada. Al Bailando... me hubiese encantado ir, ahora hay un casting y me voy a presentar, porque parece que si hoy no salís de un reality no te dan laburo.
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