Primero el deber y después el placer". Este es el mantra que guía a Amalia Amoedo (42) desde que tiene memoria. Y es, también, el mandato sobre el que construyeron sus vidas las mujeres que la antecedieron. Nos referimos a su madre, Inés de Lafuente, a quien se la recuerda como una mujer noble, generosa y solidaria "en silencio", y a su abuela, la única e irrepetible Amalia Lacroze de Fortabat .
Dueña de un bajísimo perfil, que custodia con amabilidad y firmeza, Ama, como la llama su círculo íntimo, no es muy amiga de las entrevistas. "Sólo doy notas cuando tengo algo importante para comunicar", explica la nieta de la "Dama del Cemento", que, al igual que ella, cultiva el amor por el arte desde hace muchos años.
Recientemente nombrada presidenta de la Fundación ArteBA –cargo que desempeñará desde 2020– recibe a ¡Hola! Argentina en su fabuloso dúplex de la avenida Libertador (es la primera vez que abre las puertas de su hogar) unos pocos días antes del comienzo de la feria anual de arte contemporáneo.
Con mi hermana [Bárbara Bengolea] y mis sobrinos [Alejandro y Sofía] seguimos a rajatabla el lema familiar: primero el deber y después el placer
Mudarme a esta casa fue una manera de estar cerca de mi madre. La extraño muchísimo. Tenía un corazón como el que jamás vi en mi vida
–¿Qué te llevó a aceptar este puesto?
–El desafío. Conozco a los artistas, galeristas, curadores, críticos y montajistas desde hace mucho tiempo y esta es una buena oportunidad para escuchar sus necesidades, ayudar a fortalecer el arte local y el coleccionismo. Pero no va a ser un trabajo en soledad: en ArteBA somos un equipo y me siento muy acompañada por todos.
–¿Cuál es tu máximo anhelo para el arte argentino?
–Mi deseo es que los artistas tengan una mejor calidad de vida y que haya cada vez más artistas mujeres con las mismas posibilidades que los hombres. Algunos piensan que el arte es una frivolidad, pero no es así: el arte es historia y cultura.
Me gustaría que mis hijas [Isabella y Angelina Camerucci] sean felices, crean en ellas mismas y se conviertan en mujeres responsables y buenas
A TODO VAPOR
Son las 13 y Amalia acaba de llegar de un compromiso ineludible. "Tengo siete trabajos, así que imaginate lo que es mi semana", suspira al llegar a su casa, después de preguntar si está todo bien. Y lo está: cada ambiente está decorado con flores –hay lisianthus, rosas, gerberas y jazmines– y perfumado con velas aromáticas. Es fanática de las esencias y los perfumes, que mezcla ella misma.
Amalia sorprende por su actitud. La nieta de Amalita –quien fuera, hasta su muerte, en febrero de 2012, la mujer más rica de Argentina, y, según estimaron los medios en su momento, les habría legado a sus herederos una fortuna valuada en 1200 millones de dólares– es de aquellas personas que sintonizan en la misma frecuencia de quien tienen enfrente, sea un diplomático, una artista, una primera dama o un periodista.
Los siete trabajos son reales. Junto con su hermana Bárbara, y sus sobrinos, Alejandro y Sofía, los hijos de su hermano Alejandro (murió en abril de 2015), supervisa el destino de los campos de la familia, la labor de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat, de la Fundación Policía Federal Argentina y el destino de la Colección Amalita, que el año pasado, en su décimo aniversario, fue rebautizada de esta manera. Además, integra el Consejo de Administración de ArteBA desde 2017, lleva adelante su propia colección, que tiene documentada y catalogada de manera profesional, y es artista, aunque últimamente no tiene tiempo para dedicarse.
Además, participa de otros proyectos solidarios, como el de la artista plástica Fernanda Laguna, que trabaja con mujeres de Villa Fiorito para que puedan salir del círculo de la violencia, y el de la ex galerista Florencia Braga Menéndez, quien hoy se ocupa de las enfermedades poco frecuentes. Mientras coordina las múltiples facetas de su vida, que se completa con su rol de madre de Isabella (16) y Angelina (12) –fruto de su amor con su ex, el publicista Mauro Camerucci–, hermana y amiga, Amalia está dándole forma a una cápsula de moda junto a la periodista Carla Rodríguez para recaudar fondos para la Federación Argentina de Enfermedades Poco Frecuentes.
Al coleccionismo y al mecenazgo me llevaron las ganas de ayudar. Varios coleccionistas tenemos una relación muy estrecha con los artistas y apostamos por ellos
–Cualquiera creería que tu vida es pausada y relajada. ¿Cómo cuidás tu energía?
–Me hago masajes, medito y hago Yoga Nidra [es una técnica de relajación profunda]. Intento protegerme con piedras [en su casa hay cuarzos cristal, cuarzos rosas, amatistas y turmalinas dispuestos en lugares estratégicos] para no cansarme. De todas maneras, no soy la Mujer Maravilla: hay veces que no doy más y, en esos momentos, me refugio en mis amigas, mi familia y el arte.
–Las flores parecen ser tu "debilidad".
–Es el mejor regalo que me pueden hacer. Me gusta su perfume y lo que simbolizan. No importa si es una margarita, una orquídea o una rosa, todas me fascinan por igual. Hay algo muy femenino y muy místico en su cuidado…
–¿Qué hacés en tu tiempo libre?
–Voy a muestras, visito talleres de artistas, voy a la cancha a ver a Racing y escucho audiolibros mientras voy en el auto, de un lugar a otro.
–Podrías vivir en cualquier lugar del mundo, pero elegís Buenos Aires…
–Me parece importante que mis hijas estén cerca de mi familia, de su padre y de sus abuelos. Argentina me dio todo y, más allá de lo que está pasando hoy, estoy muy agradecida. Espero que volvamos a vivir sin tanta violencia, que todos puedan tener una oportunidad, que salgamos adelante como país y que la justicia avance más rápido.
Mi abuela [Amalita] se dejaba deslumbrar por las obras. Le gustaba hablar de arte, era uno de sus temas de conversación preferidos. Su sensibilidad por el arte es, quizás, su herencia más preciosa
LA HERENCIA MÁS PRECIOSA
Además de haberse convertido en la mujer más exitosa de Argentina, la abuela de Amalia era amiga de Antonio Berni, Marta Minujín, Federico Klemm y Rogelio Polesello. Fue retratada por el mismísimo Andy Warhol y forjó una ambiciosa colección de arte, con obras tan importantes como El censo de Belén, del pintor holandés Pieter Brueghel, Julieta y su niñera, del maestro inglés J.M.W Turner, y Entre duraznos floridos, del impresionista argentino Fernando Fader. Junto con otros cientos de cuadros, estos trabajos integran el acervo del último gran emprendimiento de Amalita: su propio museo en Puerto Madero.
"A mi abuela le encantaba visitar museos. Sentarse frente a una pintura y observarla en su totalidad. Ella se dejaba deslumbrar por las obras. Le gustaba hablar de arte. Era uno de sus temas de conversación preferidos", recuerda Ama, quien, como la "Dama del Cemento", también es dueña de una interesantísima colección, más ecléctica y abocada al arte argentino contemporáneo.
–¿El arte era central en la vida de Amalita?
–No. Si bien le encantaba el arte, ella siempre estuvo enfocada en el trabajo y en su labor solidaria. Mi abuela era única y siempre será irremplazable.
–¿Qué te mueve a vos el arte?
–Siento pasión por el arte, la música y la escritura. Adoro el cine y voy al teatro. No podría concebir mi vida sin arte. Para mí, es amor, vida, familia… Es todo. Me genera ilusión, adrenalina y, por sobre todas las cosas, respeto.
–Este camino que emprendiste hace mucho tiempo, ¿es tu manera de recordar a tu abuela?
–No, porque si lo sintiera así sería una obligación y, por suerte, el arte no es una de ellas. Si no tuviera tantas obligaciones, tendría tiempo para producir mi obra, que viró hacia la escritura y el videoarte, y viajar más.
–¿Cómo definirías tu colección? Parece más libre que la de Amalita.
–No sé si la palabra es libre. Diría que es ecléctica y desprejuiciada como yo, que no soy de catalogar a las personas.
–La pasión por el arte, ¿es su herencia más preciosa?
–Nunca lo había pensado en esos términos, pero sí. En la cancha de Racing hay muchas banderas y justo enfrente de donde me siento, en la platea, hay una que dice: "Gracias, viejo, por la herencia más rica". Cada vez que la veo, me emociona y tiene que ver con esto que decís. De todas maneras, yo no colecciono arte como un modo de continuar con su legado.
–¿Por qué coleccionás entonces?
–Al coleccionismo y al mecenazgo me llevaron las ganas de ayudar. Si yo no pudiera llevar a cabo una obra que tengo en mente porque no tengo los medios económicos, me gustaría que alguien confiara en mí y me diera una mano para concretarla. Varios coleccionistas, por no decir casi todos, tenemos una relación muy estrecha con los artistas. Estamos al tanto de sus necesidades y apostamos por ellos.
–¿Cómo te llevás con las ideas erradas que puedan tener de vos?
–Veo las cosas como de quien vienen y no me engancho. Comprendo que no tengo por qué caerle bien a todo el mundo y, en ese sentido, trato de ser auténtica, natural y fresca. Todos somos seres humanos. A mí me gusta tener la conciencia tranquila, dar amor y hacer lo que me toca con responsabilidad.
–Además de llevar el mismo nombre que tu abuela, de coleccionar y de llevar adelante una labor filantrópica como ella, varios se confunden y te dicen "Amalita Fortabat".
–Es verdad, pero no es más que una simple confusión. Ella siempre decía que llamarme como ella no sólo era un privilegio, sino también una gran responsabilidad. Tanto Bárbara como mis sobrinos heredamos el sentido del deber de ella y todos seguimos a rajatabla el lema familiar: "primero el deber y después el placer".
–¿Cómo era tu vínculo con tu abuela?
–Fantástico. Era una mujer carismática, divertida y muy cariñosa.
No podría concebir mi vida sin arte. Para mí, el arte es amor, es vida, es familia… Es todo. Me genera ilusión, adrenalina y, por sobre todas las cosas, respeto
UNA DINASTÍA FEMENINA
Si hay algo que define el linaje de Ama es la fortaleza de las mujeres que lo integran. Tras la muerte de Alfredo Fortabat, su abuela –-que en ese entonces tenía 55 años– hizo foco en Loma Negra, la cementera que heredó de él, y no volvió a casarse. Igual destino tuvo su madre, Inés de Lafuente, quien tampoco contrajo matrimonio después de la separación de su segundo marido, y padre de Amalia, el ex senador nacional Julio Amoedo. Poco, por no decir casi nada, se sabe del presente sentimental de nuestra anfitriona, quien se separó del padre de sus hijas y prefiere no dar ni un sólo indicio del status de su corazón. En los últimos años, uno o dos nombres circularon como posibles candidatos, pero ella deja bien en claro que ese es un terreno que prefiere no explorar en la charla.
–¿La búsqueda del amor cambia cuando sos madre?
–Para mí amor es sinónimo de familia y pasión es sinónimo de arte y de música.
–La tuya es una familia de mujeres fuertes. ¿Cómo te gustaría que fuera la vida de tus hijas, Isabella y Angelina?
–Mi deseo es que sean felices y que crean en ellas mismas. Me gustaría que sigan carreras que les gusten y que se conviertan en mujeres responsables y buenas.
–¿Qué es lo que más disfrutás de la maternidad?
–Me gusta estar presente y, al mismo tiempo, soy bastante relajada. Con mis hijas tenemos muy buen diálogo y disfruto de acompañarlas en cada paso de sus vidas. Nos reímos mucho y somos muy unidas. Soy una madre cariñosa.
A mí me gusta tener la conciencia tranquila, dar amor y hacer lo que me toca en esta vida con responsabilidad
EL LUGAR ELEGIDO
Tiempo después de la muerte de Amalita, su madre Inés se mudó al departamento de la empresaria, en los últimos pisos (12 y 13) del edificio que la "Dama del Cemento" mandó construir en los 70. Ese fue el momento en que nuestra entrevistada decidió ocupar el dúplex que su madre dejó vacante, en los pisos 10 y 11, donde nos recibe. Hoy, el antiguo departamento de Amalita que Inés habitó hasta su muerte, en abril de 2015, se encuentra en alquiler.
–¿Qué significa esta casa para vos?
–Acá me críe junto a mi familia. Es un lugar en el que me siento muy bien. Mudarme a esta casa, además, fue una manera de estar cerca de mi madre, que vivía arriba. Éramos muy unidas. Fue una mujer fuera de serie, siempre atenta a las necesidades del prójimo. Ella era generosa, pero no lo hacía para la foto, lo hacía puertas adentro. Le gustaba relacionarse con los artistas, estaba cerca de actores, escritores y periodistas. Visitaba a los enfermos en el hospital Churruca Visca, como mi abuela, y dejaba la vida en esas causas.
–¿La extrañás?
–Muchísimo. Tenía un corazón como el que jamás vi en mi vida y siempre me dio los mejores consejos.
–Después de la muerte de tu hermano y de tu madre el mismo año, te vimos muy unida a tu hermana Bárbara.
–No es algo de los últimos tiempos, siempre fuimos muy unidos con mis hermanos. Bárbara solía decirle a mamá que quería tener una hermana mujer y un día llegué yo. Nos cuidamos mucho: somos como leonas la una para la otra. Aunque ella no lo diga, el dolor parece haber sido un gran maestro en la vida de Ama. Varias figuras de distintas deidades hindúes y católicas la acompañan en su escritorio, su búnker de trabajo y su lugar preferido de la casa. "Tomo lo que más me gusta de cada religión, desde Ganesha hasta San Expedito, para que acompañen en el paso por este mundo", cuenta con una sonrisa.
–¿Cuál fue la lección más importante que te dio la vida?
–Aprendí que la vida es más amable cuando le sonreís a una persona en el semáforo, le abrís la puerta a alguien o decís "por favor". Al fin y al cabo, somos todos seres humanos y cuando nos vayamos, nos iremos sin nada.
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