Almas gemelas
El fenómeno alimenta la fantasía de que uno se completa y se perpetúa en ese otro que es igual, activando la ilusión de inmortalidad y trascendencia
Un espectador desprevenido detecta en la pantalla del cine un personaje que es idéntico a sí mismo. Se exaspera y se dedica desde entonces a buscar a su doble. Así, José Saramago entramó la historia del hombre duplicado.
Parecidos, diferentes, idénticos. Comparamos permanentemente. El contrapunto entre lo semejante y aquello que es distinto nos entretiene, nos seduce. Esa tensión entre lo homogéneo y lo heterogéneo tiene como figura paradigmática la gemelaridad.
"Me encontraba solo en mi camarote cuando una sacudida algo más violenta del tren hizo que se abriera la puerta de comunicación con el lavabo contiguo, y apareció ante mí un anciano señor en ropa de cama y que llevaba puesto un gorro de viaje. Supuse que al salir del baño se habría equivocado de dirección y por error se había introducido en mi camarote; me puse de pie para advertírselo, pero me quedé atónito al darme cuenta de que el intruso era mi propia imagen proyectada en el espejo sobre la puerta de comunicación. Aún recuerdo el profundo disgusto –relata Sigmund Freud– que la aparición me produjo."
Nada más angustiante que no ser único. A partir del encuentro insospechado con lo idéntico, Freud explica aquello que llama lo siniestro. Lo describe como una vivencia de ajenidad, capaz de suscitar temor o espanto frente a lo familiar.
En el imaginario colectivo, lo idéntico captura nuestra atención. Despierta curiosidad. Atrae y produce fascinación. El fenómeno gemelar alimenta la fantasía de que uno se completa y se perpetúa en ese otro que es igual, activando la ilusión de inmortalidad y trascendencia.
Múltiples son las figuras de la gemelaridad, algunas son biológicas y otras virtuales, imaginarias, sociales. Hay pares de mellizos idénticos que acentúan las semejanzas y refuerzan la indiferenciación perpetuando la idea de un duplicado, más que un otro. Para evitar confundirlos, el desafío del entorno consiste en descubrir el rasgo que los singulariza. Y no siempre hay un lunar que nos salve…
Claro que hay despliegues creativos de estos parecidos extremos que producen un verdadero impacto estético. La condición gemelar tiene numerosos exponentes en el terreno artístico y en la literatura. Recientemente disfrutamos durante los Juegos Olímpicos de Londres del espectáculo acuático que las mellizas Sánchez hicieron en nado sincronizado. Parejas, simétricas, iguales…
Hay otros modos de hermanarse aun siendo gemelos. Cuando las singularidades son reconocidas y aceptadas hay lugar para la alteridad, la interdependencia y la autorganización. Allí las diferencias se dejan ver, tienen lugar. El contexto epocal dio un nuevo empuje al tema, tanto a través de las nuevas tecnologías reproductivas que aumentaron en cantidad las gestaciones múltiples como por obra del bisturí en cirugías plásticas.
Otra forma de gemelaridad temporaria es el misterioso amigo imaginario, ese inquilino invisible que crean algunos niños en su fantasía y que construyen en general a su imagen y semejanza.
El proceso de clonación humana, ficcional hasta hace poco, es un nuevo y poderoso invento gemelar. Allí colapsan los vínculos de filiación, de consanguinidad y de parentalidad. La clonación, paradigma de la manipulación genética, despertó hondas inquietudes y preocupaciones éticas.
Salvador Dalí hizo confesiones autobiográficas crudas a propósito del dolor de haber sido precedido por un hermano muerto, también llamado Salvador. "Yo he vivido la muerte antes de vivir la vida. Mi hermano murió a causa de una meningitis, a la edad de 7 años. Mi madre se trastornó. Su desaparición fue un golpe terrible del que nunca se recobró. He nacido doble, con un hermano de más al que tuve que matar para ocupar mi propio lugar." Es decir, no hay réplica ni relevo posible.
La subjetividad contemporánea vive tironeada en una cultura que nos hace creer que es posible ser único mientras se empeña –globalización mediante– en homogeneizar, enmascarando y hasta desmintiendo las diferencias. Es esta una forma velada y poco auspiciosa de gemelaridad. Réplicas, clones de repuesto, duplicados y copias fieles no sustituyen lo original. Si predomina la uniformidad a expensas de la diversidad, se pierde la riqueza propia de los matices, de los contrastes y de las divergencias.